Momento Berlanga por Raquel Cambralla.

Me llamo Reyes, soy una persona obsesa, totalmente impulsiva, pero muy reflexivamente filosófica y de contrastes, creo que muy notables, eso dicen, a la hora de trabajar sobre todo, porque prácticamente es lo único que hago durante la vida. Tengo un defecto, entre cientos claro, que entiendo que me caracteriza, mi cabeza va más rápido que yo y eso me perturba a la par que me ayuda, dependiendo el contexto. Suelo soñar alto grado de fantasía, lo apunto o lo narro según mi estado al despertar. Hago listas de todo lo que tengo que hacer, desde cortarme el flequillo hasta limpiarme las gafas a fondo con fairy. Tengo tantas listas, que luego no tengo claro cuál es la que está actualizada y la que no, o directamente las pierdo, etcétera, etcétera, soy muy perdularia. Cada espacio, cosa, o situación me estimula y me lleva probablemente a un pensamiento que enlazo con otro infinitamente generando bucles, lo tengo aceptado y no. Lo que me mueve es la obsesión, pero no todo es oscuro.

Tengo 32 años, algunos han sido buenos, otros no tanto y ahora pues depende del día y concretamente en febrero, soy un poco montaña rusa. Lo del mes no viene por el horóscopo, viene porque hago, o intento, o juego, o experimento, o busco, o pienso fallas raras. Me gusta lo que hago, soy feliz haciéndolo, creo que es importante que repensemos las fallas con urgencia, lleva siendo urgente los últimos 50 años, pero no dejo de mantener la fe y aportar mi visión de las fallas en cada pieza que hago. Entiendo que el hecho de que yo sea feliz haciendo lo que hago, no quiere decir que me dé dinero en la actualidad ni que esto me vaya a dar de comer en un futuro ni cercano ni lejano, no sé. Es complicado y yo soy muy cabezota. No tengo límite, pero sí limitaciones.

No me considero artista (¿Qué es ser artista?), ya van varias personas de mi entorno que aceptan perder a este no-nombre de vista y me fascina. No comulgo con esa palabra, pienso que esconde algo muy perverso, elitista o violento, pero aún no tengo claro el por qué ese término es empleado de esa forma. Vamos, que puede que no esté de acuerdo con lo que asociamos a la palabra y, al hilo de esto, no suelo estar muy de acuerdo con otras palabras asociadas a otra serie de elementos en general. Me gusta transformar el uso de las palabras, ello me conlleva a otras limitaciones. Digo que soy química, porque de pequeña soñaba con serlo y así me siento, una experimentadora que mezcla sustancias, para dar con otras fórmulas y llegar a otros espacios. Soy llorona y no lo soy. Soy capaz de desprenderme del objeto fallero y no soy capaz dejar de acumular en mis zonas mentales y físicas. Soy de odiar un acabado perfecto (¿Qué es lo perfecto?), pero no dejo de obsesionarme con ello. Soy de pensar que algún proceso puede ser rentable y fácil, pero yo sola me pongo la zancadilla retándome constantemente. Soy de buen rollo, pero de muy no buen rollo también. Soy un desastre para mi vida, pero muy dedicada y meticulosa en mi trabajo. Soy una vintage, pero adoro los cíborgs y deseo con los brazos abiertos la máquina en mi campo fallero, sus propuestas transformadoras, estéticas y conceptuales.

Lo cuento todo seguido porque algo así fue la conversación cuando conocí al señor Verlanga y no salió corriendo.

 

Una canción:

«The plinglets» (Johnny Reggae), «Amor Industrial» (Aviador Dro) y «Make the Road by Walking» (The Menahan Street Band)

Una película:

Cabeza Borradora, El hombre con rayos X en los ojos, Alicia, de Jan Švankmajer, y Alicia, de Disney. Alicia es prácticamente una tradición, la ponía todos los domingos cuando era pequeña, me parece infinita en muchos aspectos, muy tirante, psicodélica y con personajes muy perturbadores.

Un montaje escénico:

Falla Quart Palomar, Alfredo Ruiz, «Ditirambe», 2001.

Una exposición:

Judy Chicago, The Dinner Party, 1974-79, yo no estuve, ni siquiera había nacido, pero me puedo imaginar formando parte de esa cena. Juana Dolores dice verdades, una exposición en sí misma. Su pieza Massa diva per a un moviment assembleari. Alexander McQueen, Belleza Salvaje, Museo Victoria & Albert Londres 2015.

Me inquietan los inflables, los parques de juegos y todos los elementos que sean recreativos e infantiles. Creo que también estoy empezando a catalogarlos como obras, exposiciones o intervenciones en el espacio público que pueden ser de interés. El Gulliver, altamente necesario.

Un libro:

No voy a nombrar a la Zafra con El entusiasmo, pero sí. Cristina Morales no la tengo muy presente en la actualidad, pero forma parte de mi pensamiento. Sylvia Plath y La campana de cristal. Chimamanda Ngozi Adichie, toda ella. Menena Cottin y El libro negro de los colores, estoy trabajando sobre este concepto en este preciso momento. Henry Moore, Ser escultor, belleza pura.

Un podcast:

No escucho, YouTube, charlas y debates interminables o documentales de acompañamiento.

¿Quién te gustaría que te hiciera un retrato?

Me gustaría verme desde los ojos de Neil Harbisson, Agnès Ricard o Ricardo Cases, Jonathan Cremades o Rocío Quillahuaman, sería ❤️ .

Una comida:

Los canelones sinestésicos de mi abuela. Alineados sobre la bandeja plateada, gratinados con extra de queso, ligeros, pero pesados si te comes trece. Como mi tío Nacho, que ganó a mi hermano en una competición seria de canelones hace ocho años. Luego se tuvo que ir a trabajar.

Un bar de València:

Mi laboratorio. Estoy muy obsoleta en tema de bares y espacios que no sean mi taller. Hace el papel de bar, anticuario, contenedor, espacio de terapia, selva, cine, espacio expositivo, casa y punto de encuentro cultural.

Una calle de València:

Un barrio, una zona, Nou Moles y La Zaidía.

Un lugar de València que ya no exista:

Mi espacio favorito de València, pero que sigue en pie, es la Filmoteca sin duda. Refugio real de huida. Tercera fila a la derecha.

¿Con quién te tomarías un vermut?

Me tomaría más un trina de naranja o una cerveza que un vermut, lo haría con mis amigues actuales y futures. Con personas de ideologías tóxicas, no gracias.