La sonrisa de Josep, con permiso de su inseparable sombrero, era lo primero que veías cuando se acercaba. Mezcla de alegría por el encuentro y de esa timidez que la gente modesta no puede evitar. Tardaba poco en convertirse en carcajada la mayoría de veces. Porque a Josep le gustaba mucho reír, la broma y la réplica. En eso, y otras cosas, era muy mediterráneo. También le gustaba cocinar. Esos arroces que al ser piropeados llenaban de colorante sus mejillas y le hacían agachar la cabeza y refugiarse en la satisfacción personal por vergüenza ante el halago público.
La música le apasionaba, la cultura en general. Sobre todo la de base, la que necesita de público y programadores. Él fue ambas cosas, lo segundo en su Drassanes 52 con su inseparable Cristina, ay Josep si vieras como está gestionando tu ausencia te volverías a enamorar de ella cien veces más.
Algunos de esos músicos con los que coincidió a ambos lados del escenario se subieron al de Tulsa Café, este sábado, para despedirle. O haciendo un símil ovidiano, para desearle felices vacaciones allá donde esté. Isabel Cunyat + Juan Castillo, Pastore, Sara Ledesma, Mendizabal, Ona Nua y Gilbertástico compartieron temas propios y versiones. Fue una fiesta como le hubiera gustado a él, con amigos, cervezas, algo para picar y buenas canciones. Las emociones cada cual las gestionaba por dentro y como podía. Antonio Madrid Souto puso el broche final leyendo un texto del propio Josep sobre el amor.
Josep Manel Benavent fue siempre discreto, incluso con su enfermedad, pero no pudo evitar la otra tarde en Tulsa que aún no estando presente, su recuerdo se engrandeciera con cada aplauso. Costaba creer que no estuviera en el lugar donde habíamos compartido conciertos o sus degustaciones gastronómicas, ¡esas cocas!, seguramente porque no se ha ido del todo. Es lo que tienen las personas buenas, a las que, parafraseando a su admirado Enrico Montefusco, les salía el sol en su corazón, que siempre brillan. ¡Felices vacaciones, Josep!