Rodolf Giner es guionista. Ha escrito textos para un buen número de programas y series de televisión (L’Alqueria Blanca, Gormandia, Negocis de familia, Autoindefinits, Babalà,…) también para algún largometraje («Tornar a fumar», «Un camino bordeado de rosas rojas»,…) y junto a Manel Gimeno, dio vida a «La Patrulla Llopis», que en cualquier lugar con una mínima industria audiovisual (y algo de conocimiento, todo sea dicho) se hubieran convertido en una ficción animada de larga duración, con varias temporadas a sus espaldas. Rodolf es, también, el autor de «D’Aitana a la Tinença. 10 excursions clàssiques valencianes», una estupenda guía que selecciona diez rutas de senderismo por toda la Comunidad Valenciana, como bien se indica en el título. Cada capítulo incluye una introducción, la descripción física y los recursos del lugar, una aproximación histórica, el recorrido recomendado de la excursión y datos de interés como dónde alojarse, cuándo es preferible realizarla, cómo llegar al sitio en cuestión y el grado de protección que disfruta la zona para que el visitante sea respetuoso con ella. Un libro que no hace falta ser un avezado montañista para deleitarse (y descubrir un buen puñado de curiosidades) con él, porque es, además de un buen compañero de viaje, una magnífica lectura reposada para el sillón.
Giner es una persona vinculada, desde siempre, a la cultura. Por eso, hemos querido que reflexionara con nosotros sobre la relación que guarda la misma con la ciudad de Valencia.
¿Cuál es tu situación laboral actual?
El cerrojazo patronal de RTVV me pilló acabando la última temporada de L’Alqueria Blanca. Desde entonces, me dedico a desarrollar proyectos personales, que es como los guionistas finos denominan al noble arte de comerse los mocos en casa. He vuelto a hacer aviones de papel y lanzarlos por el balcón. A mi hijo le encanta. En breve, si todo va según lo previsto, me meto con otros compañeros a rematar los guiones para Wintersun, una webserie ambientada en la Marina Alta.
¿Cómo ves Valencia desde el punto de vista cultural?
Antes de ponerme manos a la obra, pido disculpas porque hay un par de circunstancias que pueden distorsionar mi punto de vista. La primera, de base, es que hay facetas de la actividad cultural que, como buen ciudadano de Valencia, conozco sólo de oídas. En este caso, el único responsable de mi ignorancia soy yo. Procuraré que mis opiniones se basen en aquellas otras manifestaciones culturales que conozco más de cerca. La segunda razón es que, desde hace cosa de un año, sólo voy de visita, así que, lo que veo, lo veo desde la distancia.
Creo que hay una cierta sensación de que es una ciudad culturalmente pobre cuando eso no es del todo cierto. Para mí lo que hay es un gran desequilibrio. Por una parte, hay gente con ideas y ganas que se esfuerza por sacar adelante propuestas interesantes y por otra están los responsables de que esa creatividad encuentre los cauces adecuados que no muestran el más mínimo interés en hacerlo, cuando no se dedican directamente al sabotaje. Que la policía municipal persiguiera a los músicos cuando, ante la falta de mejores opciones para dar a conocer su trabajo, decidieron organizar por su cuenta un circuito de conciertos es buena muestra de ello.
Sin entrar en más detalles, la actitud de los gestores políticos hacia la cultura es letal pero no deja de ser el reflejo de la sociedad a la que representan. En Valencia, salvo excepciones, la oligarquía ha exhibido con orgullo su analfabetismo y el resto de la sociedad ha ido detrás. Hay una gran parte de la misma cuya relación con la cultura es un misterio para mí. Eso hace que las propuestas creativas de las que hablaba antes tengan una acogida muy buena pero limitada que, sin el apoyo adecuado para darlas a conocer, tanto público como privado, quedan prácticamente reducidas a anécdotas. Por no hablar de las dificultades para conseguir repercusión más allá de la ciudad.
Por otra parte esta el tema de la producción cultural en valenciano, que ha sido sistemáticamente arrinconada y menospreciada, aunque da la sensación de que muy tímidamente y siempre a pesar de la actitud institucional, las cosas están empezando a cambiar.
¿Qué crees que le falta a Valencia culturalmente hablando?
Para mí, la principal carencia no es exclusiva de la ciudad sino que la comparte con el conjunto del país y es no comprender que la cultura no es un accesorio de lujo sino aquello que distingue al ser humano, a cualquier ser humano, del resto de los primates. No se puede prescindir de ella ni aún queriendo. Ya lo he dicho antes, la oligarquía y los responsables políticos que emanan de ella tienen gran parte de responsabilidad pero su éxito no sería posible sin un caldo de cultivo social favorable. Pensaba decir que falta amor a la cultura pero creo que lo que falta es democracia. Con una democracia real, la mayoría de los ciudadanos tendrían acceso a una educación de calidad que los haría más conscientes de la necesidad de un entorno cultural vivo, diverso y libre para el desarrollo satisfactorio de sus vidas. Una sociedad así crearía y demandaría más cultura. Además, se dotaría de instrumentos adecuados y los pondría en manos de gestores competentes. En una sociedad así la cultura estaría mucho más presente en la vida de los ciudadanos.
Bajando de la nube, falta una gestión adecuada de las instituciones culturales. La decadencia del IVAM es un paradigma de los que no puede volver a ocurrir jamás. Eso implica recursos materiales, por supuesto, pero también ideas, conocimiento y sensibilidad.
Cines. Faltan cines. No se trata de tener 370 cines como París pero tampoco es de recibo que en el centro de una ciudad de 800.000 habitantes sólo haya dos multisalas con la misma oferta. No es sólo una cuestión cuantitativa. Falta también diversidad. En Valencia no hay acceso a la mayoría del cine que se está haciendo ahora en el mundo. Por no hablar del que se hace en el estado español. Por una vez, la responsabilidad no es de la administración, al menos directamente, y tiene que ver con prácticas empresariales bastante pintorescas, por decirlo de una forma suave. Desde el punto de vista de una virtual industria cinematográfica valenciana, a mayor diversidad, mayores opciones de encontrar ventanas de exhibición, lo que contribuiría a su consolidación. Evidentemente, la falta de pantallas no es el único, ni siquiera el principal problema de la industria audiovisual valenciana, pero creo que ese es tema para otra entrevista.
Una sala de conciertos con una acústica y una visibilidad aceptables. No he tenido ocasión de estar en La Rambleta y espero que su apertura haya venido a paliar la situación porque ésta era una carencia endémica de la ciudad.
¿Qué le sobra?
Indiferencia hacia la cultura. Vuelvo a la idea del principio: se están haciendo cosas muy interesantes, quizá más que nunca, pero se quedan en un circuito muy endogámico. Mi sensación es que la inmensa mayoría de la sociedad no considera la cultura como elemento integral de sus vidas.
La actitud de los gobernantes, que genera una gestión calamitosa de la cultura institucional que acaba empobreciendo al conjunto de la actividad cultural.
Todo lo que contribuye a que las Fallas, en lugar de ser una manifestación excepcional de la cultura popular sean un puto incordio reaccionario.
El Palau de les Arts. No lo necesitábamos para nada y con el dineral que se ha dilapidado en él se podría haber engrasado por décadas la maquinaria cultural de todo el país. Que en lugar de acoger óperas, se destine a bodas, bautizos y comuniones retrata bastante bien la sociedad en la que vivimos. En general, sobran mausoleos culturales.
¿Cómo sería tu ciudad cultural ideal?
Una ciudad donde la cultura no sea algo excepcional sino que forme parte de la vida cotidiana de la mayoría de sus habitantes, en la que éstos tengan una relación natural con ella, donde esa relación no se limite al simple consumo y mucho menos esporádicamente, donde la producción no sea cosa de una minoría, donde la cultura esté en la calle, donde la iniciativa privada y la pública se complementen para crear las condiciones óptimas para la creación y difusión cultural. Una ciudad con identidad cultural, que cree y exporte cultura. Sí, soy consciente de que esto suena a programa electoral o a promesa de subsecretario del ramo.