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Nuestro paseo musical por la ciudad nos lleva a Monteolivete. Posiblemente, el barrio más fácil de delimitar de Valencia. El río y Zapadores por un lado, y Perís y Valero y la avenida de La Plata por el otro, como si fuera el rectángulo de una gran tarta urbana. En su interior, sin embargo, no hay uniformidad y confluyen una parte más comercial y luminosa con otras más humildes y recogidas.

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Se trata de un barrio clásico, con personalidad (como The Jam o Ben Vaughn, presentes en nuestra selección musical), en el que por ahora no ha entrado la fiebre moderna que amenaza con globalizar cada distrito de la ciudad. Miran de reojo a la Ciudad de las Ciencias, pero más por mantener las distancias que por envidia alguna. Llama, poderosamente, la atención cómo la gente vive la calle (como si habitaran una canción de Os Mutantes o Jonathan Richman and the Modern Lovers), yendo de un lugar a otro, entrando en los numerosos comercios que hay, manteniendo conversaciones eternas a pie de patio o tomando algo en las terrazas de los bares.

Escultor José Capuz y General Urrutia son sus principales arterias. O, al menos, las más concurridas. En la primera hay una estupenda carnicería y, victima de la crisis o no, un concesionario de coches de lujo ha sido sustituido por un supermercado de la cadena Más y Más. La segunda es como la Gran Vía del barrio y a simple vista la parte más lúdica por la abundante oferta para tomarse algo y un jardín en el que Caribou pondría a bailar a todo el vecindario.

Uno de los rasgos de Monteolivete (que igual ya ha sido asumido por los que allí viven) es la cantidad de calles extrañas e irregulares que tiene. Pasear por ellas es como hacerlo por alguna canción de Youth Lagoon, porque nunca sabes qué ocurrirá ni hacía dónde se dirigirá. Como Pere Aleixandre que mantiene el mismo nombre en dos tramos que no son continuos (si nos atenemos al raciocinio humano), la peatonal Profesor Vicente Alcober Coloma, Atzeneta que es puro zig zag o ese callejón de Salinar que pide a gritos que alguien lo derribe, amplie o integre. Pero, sin duda, la medalla de oro es para el trozo entre los números 49 y 51 de la avenida de La Plata, con una especie de tunel subterráneo que desemboca en un solar sin utilidad alguna, botellones y similares al margen (imagino).

Dos son los edificios más emblemáticos. Por un lado la Iglesia de Nuestra Señora de Monteolivete (data de 1771) en la que Perfume Genius daría la bienvenida a los feligreses cada día. Y el otro es el ambulatorio (aquí La Bien Querida versioneando un tema de Carlos Berlanga podría ser su hilo musical), durante mucho tiempo pulmón económico de la zona. Aunque cada uno tendrá sus propios iconos, como ese quiosco (ya cerrado), casi en Perís y Valero, en el que se amontonaban periódicos, revistas o coleccionables como si estuvieran en una orgía perpetua; El Desván, una tienda china de cuando aún no existían y que resiste sin ser gestionada por asiáticos; o el mural hipnótico de la calle Penyagolosa. Es un barrio barrio (Penny Cocks), en el que las inquietudes culturales (Parquet Courts) están presentes, al igual que una población inmigrante (Tinariwen) importante. La fisionomía de algunas de sus calles puede dar a entender que allí la noche dura más que en otros lugares. No sería extraño cruzarse en una acera con Svper y su más conocido hit.