Mi nombre es Lucas Soler Cabo, nací en Bogotá (Colombia) en 1962, con la crisis de los misiles en Cuba y el primer éxito comercial de The Beatles. Me instalé en Valencia en 1979 para estudiar en la Facultad de Filología y licenciarme luego en Literatura Española, Filología Valenciana y Lenguajes Audiovisuales.

Inicié mi andadura profesional en la Conselleria de Cultura, pero ahora trabajo en la Filmoteca Valenciana, desde donde informo de todas sus actividades y de las iniciativas en materia audiovisual del Institut Valencià de Cultura. Soy autor de cinco libros de cine ya descatalogados y estoy especializado en las manifestaciones más subterráneas y periféricas de la cultura contemporánea.

He sido programador de la Mostra de Valencia y del Festival de Málaga. Durante muchos años, colaboré en Cartelera Turia, bajo el seudónimo de Casto Escópico. También he escrito en Levante, Valencia City, El Temps, Libertad Digital, Soho, El Espectador, Época, Ajoblanco y los fanzines 2000 Maníacos, Mundo Canalla y El Chapinero de Bogotá.

En mi trayectoria como profesional de la pluma y del teclado he redactado textos muy bizarros, bajo seudónimo o firmados por otros, desde entrevistas a famosillos arrabaleros de la telebasura y horóscopos inventados que se inspiraban en los vaticinios astrológicos de Rappel para Tele Indiscreta hasta el solemne discurso de proclamación de la reina de la Fiesta de la Vendimia de Requena o la emotiva exaltación de la Virgen de los Lirios de Alcoy para una clavariesa a la que prefiero mantener en el anonimato.

Una canción:

Dos canciones de mis ídolos de adolescencia: Five Years (1972) de David Bowie y Simpathy for the Devil de The Rolling Stones. Y un tema que me llena de una insensata alegría pueril cuando voy en el coche de paquete con mi hija María: Nothing From Nothing (1972) de Billy Preston.

Una película:

Podría elegir muchas, pero como soy berlanguiano practicante, recomiendo dos grandes clásicos de Berlanga: El verdugo (1963) y Plácido (1961). Como también soy devoto de Luis Buñuel, no puedo olvidarme de Simón del desierto (1965). También me fascinan dos películas esenciales en la historia del cine español de dos cineastas de los que guardo el recuerdo de su inconmensurable humanidad: El desencanto (1976), de Jaime Chávarri, y Jamón, jamón (1992), de Bigas Luna.

Un montaje escénico:

Una de las obras que más me impactó de niño y que fui a ver con mis padres y su animosa cuadrilla de amigos comunistas diletantes y militantes en sus diversas escisiones ideológicas (maoistas, troskistas, prosoviéticos, albaneses) fue I Took Panamá (1974), una creación colectiva del TPB (Teatro Popular de Bogotá o Teatro Pequeño Burgués, según los troskistas), dirigida por Jorge Alí Triana. Era una sátira política muy divertida sobre la independencia de Panamá de Colombia en 1903 y el papel de Estados Unidos en aquel conflicto territorial.

Una exposición:

Dos exposiciones de dos artistas españoles que fueron importantes en mi formación cultural durante los años ochenta: la exposición antológica sobre Andreu Alfaro organizada por el IVAM en 1991 y la exposición antológica sobre Eduardo Arroyo organizada por la Fundación Bancaja en 2024.

Un libro:

Volver la vista atrás (Alfaguara, 2020) del escritor bogotano Juan Gabriel Vásquez, una novela sobre la apasionante vida del cineasta colombiano Sergio Cabrera. La novela narra los hechos que marcaron la vida de Sergio y la de su padre, el dramaturgo español Fausto Cabrera. De la guerra civil española al exilio en América de su familia republicana, de la China de la Revolución Cultural a las guerrillas colombianas de los años sesenta.

Una serie:

Al margen de los melodramáticos culebrones venezolanos y mexicanos que veía de forma irresponsable y sin control parental durante mi ni niñez, la primera serie seria que me enganchó fue una exitosa comedia televisiva antibelicista: M*A*S*H (1972-1983), inspirada en la película homónima de Robert Altman de 1970.

Un podcast:

No me gusta la radio, pese haber sido analista de las revistas de la prensa del corazón en el programa La tarde de la Cope hace 25 años, cuando lo conducía la simpática y cinéfila Maria José Navarro. No sé cómo funcionan los podcast. ¿Dónde los sintonizas en el transistor?

¿Quién te gustaría que te hiciera un retrato?

La ilustradora Laura Pérez; el pintor Manuel Sáez, uno de los grandes nombres de la figuración española actual; el fotógrafo Alberto García-Alix, y el director de documentales José Luis López Linares, que también es un excelente fotógrafo de paisajes y escenas familiares.

Una comida:

El ajiaco bogotano de mi lluviosa niñez y la paella valenciana en cualquiera de sus variantes, incluso las más heréticas. Y el chocolate negro 55% marca Hacendado de Mercadona.

Un bar de València:

Llevo más de diez años sin frecuentar ningún bar que no sea la transitada cafetería del edificio Rialto, sede de la Filmoteca Valenciana. En el siglo pasado, era cliente habitual de Tatuaje, La Marxa, Café Negrito, La edad de Oro y Radio City. Aunque ya no me interesa, la noche valenciana cuenta aún con luminosas estrellas como Luis Padilla, Reme Maldonado o Juanjo Almendral que me honran con su afecto.

Una calle de València:

Ahora parece que todas están llenas de turistas o de contenedores de basura. No quiero citar ninguna, porque igual las autoridades municipales ya le han cambiado el nombre. El Ayuntamiento de Valencia debería recuperar del callejero histórico alguno nombres o sobrenombres condenados al olvido que están muy próximos al género teatral del sainete valenciano, como carrer Caga La Braga, carrer del Pixum, carrer dels Lladres, carrer Palpacuixes, Carrer del Forn de les Rates, plaza de las Moscas, calle del Cabrito, calle de la Paja Seca, calle Mostosa o Calle de la Acequia Podrida.

Un lugar de València que ya no exista:

El hotel Londres en la calle Barcelonina, que ahora se llama Casual Valencia Vintage. En el ático de ese fabuloso edificio racionalista construido por Javier Goerlich en 1933, vivió dos años el escritor y guionista Jorge Berlanga durante su corta etapa como director de la Mostra de Valencia. Allí nos reuníamos sus amigos para disfrutar de su fina y elegante ironía.

¿Con quién te tomarías un vermut?

Me tomaría un Vichy Catalán con el crítico y cineasta Antonio Lloréns Sanchís, que ha sido como un padre para mí en el mundo de los festivales de cine y una de las personas que más ha contribuido con su trabajo de exhibidor y programador en la promoción nacional e internacional del audiovisual valenciano.