Foto: Marcos Bañó.

¿Es posible adaptar un clásico (un clásico no, el clásico) de la literatura valenciana del siglo XV a nuestros días y no morir en el intento? Para encontrar la respuesta hay que ir al Teatre Rialto desde el 27 de diciembre hasta el 26 de enero a ver Tirant. Paula Llorens adapta el texto de Joanot Martorell, Eva Zapico dirige, y Maribel Bayona, Sergio Ibáñez, Antonio Lafuente, Mar Mandli, Raquel Piera, Ramon Rodenas, Lucia Poveda y Kike Gasu se suben al escenario. Este último, además, es el responsable de la música y el espacio sonoro. Gasu nos descubre a qué suena este Tirant a ritmo de beatbox en solo ocho preguntas.

¿En qué ha consistido (y consiste) tu trabajo en Tirant?

Mi trabajo principal en este proyecto ha sido el de componer la música y ambientación sonora que acompaña a la pieza, y además interpretarla en directo durante el espectáculo, lo cual es uno de los atractivos del mismo. Pero la particularidad que diferencia a esta obra en lo que a la música respecta, es que se trata de beatbox, es decir, música realizada únicamente con el cuerpo humano, sin instrumentos, principalmente haciendo uso de la voz y la boca, si bien es cierto que a veces se aplican algunos efectos como ecos o distorsiones para darle más juego a la técnica. Desde un inicio, se planteó como uno de los elementos que Eva Zapico quería incorporar y utilizar para darle a la pieza ese toque que en cierto modo acerca este Tirant un poco a la actualidad, y creo que en ese sentido hemos hecho un buen trabajo.

¿Cómo llegaste a la obra?

Un día recibí un mensaje de Eva, y a los pocos minutos ya estábamos hablando por teléfono. Me habló del proyecto y de la idea que tenía en mente sobre realizar la música en directo, y que ésta, además, fuera con beatbox. Fue una idea que me fascinó e ilusionó desde que lo escuché, y el reto de introducir el beatbox en el mundo del teatro ha sido y es mi gran motivación en este proyecto. Espero que esta innovación sirva para dar lugar a nuevas oportunidades al beatbox, así como a otros estilos y disciplinas artísticas que uno no imaginaría ver en teatro, de fusionarse e introducirse en este mundo. La innovación y la combinación de estas formas de arte tan dispares han dado lugar a un resultado sorprendente que no deja indiferente a nadie.

Al tratarse de un clásico, ¿tenías algo de respeto por lo que fueras a hacer o precisamente para que no existiera esa barrera te eligieron ati para este trabajo?

Sin duda, sí. En primer lugar tenía y tengo muchísimo respeto por Tirant lo Blanc, al ser la obra más importante de la literatura valenciana. Como se trata de un clásico en toda regla, lo cierto es que venía con muchos prejuicios que, antes de arrancar el proyecto, me impedían imaginar de forma concreta qué ambientación sonora y musical por mi parte iba a salir de todo esto. No sabía exactamente qué tipo de música y sonidos venía a hacer, más allá de que sería íntegramente con beatbox. No obstante, Eva se encargó de ponerme en situación desde el inicio y abrirme la mente, así que todo empezó rápida y satisfactoriamente a fluir. Enseguida entendí por dónde iba, y qué buscaba, y se produjo una sinergia que ha dado lugar a un gran resultado. Desde luego que al final comprendí que, efectivamente, me buscaron como beatboxer para, junto a todos los demás elementos innovadores que tiene la pieza, romper la barrera de lo tradicional. La participación de todo el equipo en el proceso ha sido clave.

¿Qué ha sido lo más difícil en todo el proceso creativo de Tirant?

Aparte de lo ya mencionado, de situarme y establecer el punto de partida, tal vez lo más difícil en el proceso ha sido el encajar los tiempos. En el beatbox, al provenir totalmente del cuerpo humano, es imposible repetir lo mismo dos veces debido a lo orgánico de sus sonidos. Se pueden reproducir patrones rítmicos concretos o melodías, pero siempre va a ser algo diferente cada vez. Además, al realizar toda la música en directo, esta dificultad aumenta, y la velocidad juega un papel crucial. Lo mismo que sucede en el teatro como tal, que sería imposible que todos los movimientos, gestos, entonaciones, … sean siempre al 100% igual. Por lo tanto, el margen de error a la hora de cuadrar ambas cosas es muy grande, pero admito que me encanta ese riesgo, ya que en la naturaleza del beatbox hay un alto componente de improvisación que siempre está presente, y es lo que lo hace único.

¿Qué no has querido que fuera la música de Tirant?

Son dos cosas las que no he querido que fuera la música de Tirant. La primera es que se asocie y se encasille el Beatbox a un género o estilo concreto. Mucha gente confunde beatbox con rap, y eso es algo contra lo que siempre he tratado de luchar, intentando demostrar que el beatbox puede ser cualquier cosa. Y eso es justo lo que he querido para este proyecto, crear con beatbox todos los estilos y géneros musicales posibles, al mismo tiempo que se adapta a lo que sucede en la historia de la obra. Por otra parte, no he querido que todo se quedara en «ambientación sonora» o «música ambiente», sino que he tratado de convertirlo lo máximo posible en toda una banda sonora para la obra, en lo cual debo estarle muy agradecido a Eva ya que me ha concedido mucha libertad en la misma para crear mi espacio y dejar mi sello, y el resultado ha sido una narración en 360 grados, pues juntando todos los elementos hemos conseguido transmitir y narrar tanto con la palabra, como con la imagen, y la música.

Durante la representación de la obra estás en escena.

Sí que intervengo físicamente en la acción, en determinados momentos concretos. Sin embargo, como decía en lo que a la música respecta, hemos conseguido que esta también sea capaz de narrar por sí misma en la obra. La música tiene su propia voz y papel en la acción, como si de un personaje más se tratara. No se trata únicamente de que hay un músico a un lado del escenario que va tocando una composición para ambientar y acompañar la pieza, sino que la música como tal tiene vida propia e interactúa con los personajes, interviniendo y conduciéndolos a través de la historia. No suena música porque ahora los personajes tienen que bailar, sino que ahora los personajes bailan, porque ha empezado a sonar música.

Foto: Marcos Bañó.

¿Qué diferencias encuentras entre tu presencia encima del escenario en la obra y cuando das un concierto?

Sobre las diferencias respecto a cuando actúo solo, es algo TAN diferente que creo que no se puede hacer comparación. Cuando actúo solo, estoy más bien montando un concierto, a mi manera, haciendo mi música. Aquí formo parte de un todo, un miembro más del equipo, con tanta importancia como el resto. Si estoy en una actuación solo y me equivoco, no pasa nada. Puedo parar, rectificar, seguir, o volver a empezar. En el teatro cada uno es un engranaje del mismo reloj y debemos estar en sincronía para que todo funcione. En este caso la música juega su papel y no puede ir por su cuenta como si actuase solo.

¿Crees que tu trabajo en Tirant ayudará a que los más jóvenes se acerquen al teatro?

Creo y espero que sí. Además de los muchos elementos innovadores que tiene la obra, el beatbox es uno de los atractivos más grandes para la gente joven. Es algo que siempre gusta, o por lo menos llama la atención, y no solo a los jóvenes. Lo cierto es que ya hemos tenido alguna función previa, como preestreno, para colegios e institutos, y la reacción del público ante la parte musical ha sido muy positiva, así como la acogida de toda la obra en su conjunto. Creo que se ha conseguido lo que se pretendía, tener un buen gancho para que los más jóvenes aparten la vista del móvil, levanten la cabeza y contemplen algo artístico como es el teatro. Por otro lado, hay todavía mucha gente que no conoce o no sabe lo que es el beatbox, y esto también sirve para una mayor visibilidad y darlo a conocer.