En 1966, el cineasta ruso Andrei Tarkovski llevó a la gran pantalla la vida de Andrei Rublev, un pintor iconoclasta de la Rusia medieval que recibió el encargo de pintar unos frescos en el Kremlin y que, al presenciar los crímenes y matanzas perpetradas contra los ciudadanos, entró en una angustia vital que le impidió no solo realizar su trabajo, sino también articular palabra. “El contraste entre la belleza de los iconos y la barbarie humana le hicieron entrar en una profunda contradicción”, señalan Sofía Asencio y Tomàs Aragay, responsables de la compañía Societat Doctor Alonso y creadores del espectáculo Andrei Rublev, una paniconografía, que los próximos días 22 y 23 de enero llegará a La Mutant tras representarse recientemente en el Mercat de les Flors de Barcelona.
La pieza es, esencialmente, un dúo de danza entre Asencio y el coreógrafo Nazario Díaz, aunque en realidad esconde multitud de referencias de otros ámbitos artísticos. Como en un juego de matrioskas rusas, la primera capa va dejando al descubierto otras que irán revelándose progresivamente, al igual que las diferentes obras de Rublev se iban sucediendo en la película de Tarkovski. De este modo, la danza se nutre de influencias teatrales, pictóricas y, por supuesto, cinematográficas, dando como resultado una obra que permite a la compañía “continuar investigando en los numerosos momentos formales, sonoros y materiales que hay en escena y, de esta forma, profundizar en el diálogo”.
Con dos décadas de trayectoria a sus espaldas, la formación de Aragay y Asencio siempre ha perseguido la creación de espacios de discurso poético capaces de alterar nuestra comprensión de la realidad. En el caso de Andrei Rublev, el estilo iconográfico único del pintor provoca en el espectador “una impacto y recogimiento interior debido al uso de la perspectiva invertida, que nos habla del arte no como un retrato de la realidad, sino como una realidad entre las realidades”. Todo ello a partir de esa dualidad que dejó a Rublev sin habla hace seis siglos: “Eso fue lo que puso en marcha este trabajo. Lo bello versus lo bárbaro, lo santo versus lo brutal, lo fuerte versus lo débil, lo grande versus lo mínimo, lo sensual versus lo frío… Pero con la intención de generar un proceso de elaboración iconográfico donde estas cualidades, aparentemente opuestas, se fusionen en sus diversas modalidades. Así crearemos una paniconografía, una serie de iconos con cualidades complejas”.