"Bikini" (Óscar Bernàcer, 2014)

«Bikini» (Óscar Bernàcer, 2014)

Hace unas semanas, aprovechando el ciclo Cinema de la Terreta, publicamos un artículo titulado «Pero, ¿existió alguna vez el cine valenciano?», en el que preguntamos a unas cuantas voces autorizadas al respecto. Como siempre ocurre en estos casos, al seleccionar las declaraciones que aparecían en el texto, dejamos fuera otras cuantas. Por su interés, y como si fuera el bonus-track de aquel escrito, recogemos aquí, íntegramente las contestaciones de cada uno de los participantes.

Adán Aliaga. Cineasta.

Adan Aliaga

¿Crees que ha existido alguna vez algo que se pudiera catalogar como cine valenciano?

Yo habito en el extrarradio y me cuesta mucho hablar de territorialidad. Pero, evidentemente, se está intentando desde muchos sectores de la sociedad valenciana construir un cine de identidad propia. Pero creo que tenemos que cambiar la forma y el paradigma de cómo nos vemos a nosotros mismos, para que cambie la forma en que nos ven los demás. Quiero decir que haciendo cine honesto, humilde y sincero desde nuestros pueblos, desde nuestros lugares, podemos llegas a todo el mundo, y hacer más por la difusión del «cine valenciano» que todas las políticas de defensa de la lengua, cine y cultura valenciana que se están aplicando y lo único que hacen es restringir la creatividad, que a la larga es lo que te va a dar la identidad y los éxitos como Comunidad o como pueblo. Y pondré un ejemplo por si no estoy siendo muy claro. Un director de cine valenciano como Chema García Ibarra, que ha desarrollado todo su trabajo en Elche, Alicante y alrededores, habitualmente sin ayuda oficial y trabajando de forma muy honesta y contando de una forma original las historias que inventa en su cabeza, pero siempre trabajando con sus amigos/familia, ha conseguido ser uno de los directores más importantes del mundo. Y quizás el director de cine español, sino del mundo, con más reconocimientos en festivales internacionales, desde Sundance hasta Berlín, pasando por los más prestigiosos del panorama internacional. Chema es un director valenciano que se siente muy orgulloso de ser de Elche y de vivir en la Comunidad Valenciana.  No estoy diciendo que todos hagamos ese tipo de cine ni mucho menos. Estoy diciendo que él ha sabido mirar a su alrededor, buscar una mirada propia y contar historias que han llegado a todo el mundo. Y su cine totalmente valenciano se ve y se está viendo en todos los festivales y televisiones del mundo. Ha hecho más una persona trabajando en su pequeña ciudad, Elche, desde la humildad en su lugar con los medios a su alcance, que inversiones de muchos millones de euros en financiar, producir y distribuir el llamado cine valenciano. También habrá gente que diga, que eso es una excepción. Yo creo que no. Hay mucha más gente: Avelina Prats, Alex Montoya, David Valero, Marisa Crespo y Moises Romera… Y me dejo a muchísimos. Pero no es cuestión aquí de hacer listas, solo estoy diciendo que hasta que no cambiemos profundamente nuestra forma de mirar a nuestro alrededor, nuestra forma de ver el cine valenciano no como una herramienta de difusión de la cultura valenciana, sino como una expresión vital para hablar de la condición humana y para expresarnos libremente, no conseguiremos que nuestras películas transciendan las fronteras sociales y políticas que ahora nos acorralan cada vez más en el ostracismo. Pero creo que el cine valenciano está viviendo su mejor momento creativo y que se están haciendo infinidad de proyectos independientes que quizás tengan su repercusión más allá de nuestras fronteras. Pero, curiosamente, es un cine hecho sin subvenciones y sin televisión pública que les apoye. Esto es la gran paradoja que debería hacernos reflexionar de qué modelo de cine valenciano queremos y qué hemos tenido hasta ahora. Por eso esta crisis, creo, que debe de ayudarnos a preguntarnos, quienes somos y qué tipo de cine queremos hacer. El cine, desde mi punto de vista, es una herramienta muy poderosa de expresión artística y en Valencia es cuna de artistas y continuarán expresándose y contando historias, y más ahora que el cine se ha democratizado y todo el mundo puede acceder a el material técnico necesario para hacer una obra maestra.

Cuando empezaste a hacer cine, ¿qué opinión tenías de la gente que entonces intentaba hacerlo en la Comunidad Valenciana?

Hice mi primer cortometraje hace más de 25 años. Hasta la fecha he rodado 6 largometrajes de ficción/Documentales.  Muchos de los que comenzaban a rodar cortos o que ya tenían algún largometraje continúan, hoy en día, intentando trabajar en este oficio tan complejo pero a la vez tan apasionante de hacer películas. Yo creo que conocí a una generación que ya venían con una larga trayectoria y experiencia. Carlos Pastor, Pedro Rosado, Toni Canet, Domingo Rodes… que se encontraron con otra generación que justo terminaba de comenzar y estaba buscando la forma de hacer su primera película o sus primeros cortos profesionales, como Rafa Montesinos o Pau Martinez. Y ahora yo me estoy encontrando con otras generaciones que empujan fuerte con mucho talento y originalidad con proyectos muy interesantes. Desde mi punto de vista estamos ahora conviviendo 3 generaciones de cineastas con diferentes puntos de vista sobre el cine valenciano, pero con las mismas ganas de seguir contando historias. Se ha luchado mucho para conseguir pequeños triunfos dentro del cine valenciano, pero esta crisis me hace reflexionar que tenemos que replantear la forma en que las instituciones públicas ayuden al cine valenciano para que este tenga la repercusión y el éxito que se merece en el resto del mundo. Tenemos que ser orgullosos de nuestra identidad y creer que podemos hacer cine igual de bueno, o mejor, no solo que cualquier comunidad de España sino mejor que en cualquier lugar del mundo.

¿Crees que en tu cine hay algún rasgo identitario que se pudiera considerar valenciano / alicantino?

Yo no creo que pueda decirse que hago un cine de rasgo de identidad. No me gusta la etiqueta territorial, pero me considero un cineasta valenciano. Cuando empecé dije alguna vez que me gustaría poder rodar todas mis películas en S. Vicente (Alicante), mi pueblo. Pero no lo he conseguido. Por diferentes razones, también he tenido que rodar en Argentina, Mozambique, Barcelona o Nueva York. Pero por ejemplo, David Valero todavía puede conseguirlo. Sus tres largos están rodados en Alicante.

¿Ser de Alicante es un plus de dificultad mayor para sacar adelante un proyecto respecto a Valencia?

Al principio gastaba mucha energía y dinero en estar presente en Valencia y en formar parte de algún modo de todos los eventos del cine que se estaban haciendo allí. El problema es que para ir a Valencia necesitas invertir más de 4 horas de tu tiempo. A veces sí que me he sentido un poco aislado de las decisiones importantes del cine valenciano al vivir en Alicante, pero ahora ya no me siento así.

Las producciones más recientes que se exhibirán en el ciclo Cinema de la Terreta son dos cortos de 2014. ¿Piensas que es bastante definitorio del panorama actual del cine valenciano?

Pues no lo sé, pero no lo creo. Por lo menos a lo que a mi película respecta,  ya que se ha programado un film que hice hace más de 10 años. Aunque no tengo datos de las demás películas. Supongo que habrá un poco de todo.


Óscar Bernàcer. Cineasta.

Foto: Sandra Solís.

Foto: Sandra Solís.

¿Crees que ha existido alguna vez algo que se pudiera catalogar como cine valenciano?

Como fenómeno cultural identitario del que enorgullecerse, la respuesta es no. El término suele ir asociado a «películas apoyadas con fondos públicos valencianos, equipos técnicos y artísticos mayoritariamente valencianos y rodaje en el País Valencià». Por lo tanto, ahí va todo. Aunque de vez en cuando tenemos un pequeño éxito, normalmente no se suele hablar en positivo de estas películas, supongo que entre todos nos lo hemos ganado. Para hablar de lo primero dependes de una generación de creadores brillantes que coincida con un equipo de gestores públicos y privados que apoye el cine sin complejos, no como se apoya hoy.

Cuando empezaste a hacer cine, ¿qué opinión tenías de la gente que entonces intentaba hacerlo en Valencia?

Antes de empezar, en la etapa formativa, éramos en general bastante arrogantes. Nos parecía que el nivel del cine que se hacía aquí, salvo escasas excepciones, era bastante bajo. Nuestros egos sobrevivían a base de justificar nuestra incapacidad para demostrar talento criticando el que ya otros demostraban con sus proyectos. Vamos, que te crees el rey del mambo y luego te das cuenta que no tienes ni idea de nada.

Cuando me puse a rodar mis propios trabajos la cosa cambió, empecé a valorar y entender muchas cosas que antes no tenía en cuenta y desde entonces respeto mucho a todo aquel que se aventura a hacer cine en estas tierras. Desde entonces valoro mucho (y disfruto) las propuestas cinematográficas que yo jamás me atrevería a hacer, sobre todo cuanto ves autenticidad, verdad. Si no hay verdad (aunque estemos hablando de cowboys y alienígenas), no me interesa, pero ya no hay vehemencia en el discurso, allá cada cual.

¿Crees que en tu cine hay algún rasgo identitario que se pudiera considerar valenciano?

Mis tres últimos cortos son de personas hablando en un interior, pero aquí somos más de terraza… estoy confuso. Bromas aparte, supongo que estaré plagado de ellos, vivo en València y la mayoría de amigos que tengo tienen un arraigo grande a la tierra. Me gusta reírme de lo cotidiano, a pesar de eso intento que mis proyectos sean siempre distintos.

El hecho de comprobar que directores valencianos de generaciones anteriores, después de muchos años trabajando, siguen teniendo muchas dificultades para sacar adelante sus proyectos, ¿desanima?

No ayuda pero tampoco creo que estén mejor en otros lugares. Hacer cine es muy complicado y caro. Cada vez se arriesga menos, se buscan productos rentables lo cual es muy peligroso para la diversidad creativa. Tal y como están las cosas si has hecho dos/tres/seis películas y no han funcionado a nivel económico probablemente tengas las mismas dificultades que tenemos los que queremos hacer la primera.

Una de las principales quejas del sector ha sido siempre el poco apoyo institucional. ¿Crees que es el principal «culpable» de la poca visbilidad del cine valenciano o hay otros como la falta de proyectos interesantes o la escasez de talento?

Creo que es una suma de todo, aunque para mi hay algo fundamental y es generar hábitos. Es cierto que el apoyo institucional es escaso, como también lo es que muchas veces te encuentras que no hay proyectos interesantes, pero si no fomentas la creación de proyectos no fomentas el talento. El talento existe, pero hay que trabajarlo y permitir a los creadores que experimenten. Dado que desde el ámbito privado muchos creadores han pasado años financiando a las productoras preparando proyectos de forma gratuita o muy mal pagados ,y que este dato lo tiene la administración desde hace muchos años, entiendo que si no se fomentan buenos hábitos para que los creadores puedan trabajar en unas condiciones mínimas será muy difícil que nuestro cine llegue algún día a tener el nivel que todos deseamos. Y, ya que desde el ámbito privado no existen más que destellos de algunos productores que honran la profesión, si no es la administración quien fomenta estas prácticas no se generará el hábito. Necesitamos desarrollar muchos proyectos para acertar con alguno. El cine, como he comentado, es muy caro y acertar es muy complicado: la forma más barata de equivocarse es fomentando el desarrollo. Es más fácil descartar una película sobre proyecto que no tener que lamentar otro fracaso en pantalla que habrá costado veinte o treinta veces más.

Entiendo que, con este panorama, tiene que ser la administración quien fomente este tipo de prácticas al menos hasta que se conviertan en algo habitual en las productoras. Hay muchos ejemplos de cambios en el área privada fomentados desde la administración, como el salto cualitativo en la producción de ficción en Antena 3 o Tele 5, cuando TVE apostó por cuidar la ficción propia en 2004.

Y creo que esto es extrapolable a los pasos que se están dando para la construcción de la nueva RTVV. Es una pena la oportunidad perdida en el sector valenciano respecto a la forma en que se están solicitando contenidos para la nueva RTVV. Quizá habría sido más sensato abrir una etapa previa para desarrollar proyectos. De esta manera nos aseguraríamos de que la tele pudiera escoger sobre proyectos más elaborados que, además, habría supervisado; de que las productoras reciban apoyo institucional para poder pagarlos y favorecería generar sinergías entre productores y creadores, tan necesarias para conseguir proyectos interesantes.


Julia y Martín Rey-Matesanz  (Cinema de la Terreta). Programadores.

Julia y Martin Rey-Matesanz

¿Cómo surge la idea del Ciclo Cinema de la Terreta?

La idea surgió una noche en Benetusser que asistimos la proyeccion de «Universo Railowsky», en la Plaza del Ayuntamiento del pueblo. Aunque era gratuita, solo éramos 10 espectadores, contando a un perro y a una niña pequeña. Ya ves qué poder de convocatoria. Pese a esto la peli nos pareció buenísima. Estaba Rafa Casañ, uno de los directores, y dio una pequeña charla después del visionado. Ahí, hablando con él, nos dimos cuenta de que hay obras maravillosas producidas en la Comunidad Valenciana que se encuentran con problemas para llegar al público porque se exhiben poco en salas comerciales y a la gente le cuesta acceder a ellas. Con esto en mente comenzamos a diseñar un ciclo de cine hecho en Valencia. Por otras experiencias sabemos que los ciclos de cine organizados «indoor» resultan poco atractivos, a la gente le gusta estar en la calle, le gusta la libertad que otorga estar en el espacio público. Por eso hablamos con la Biblioteca Pública, que cuenta con la explanada, un espacio privilegiado, y que está muy en sintonía con las actividades que dinamicen el barrio. Así surgió la idea de proyectar al aire libre nuestro Cinema de la Terreta.

¿Qué objetivos persigue el Ciclo?

Los objetivos son básicamente dos. Por un lado, el ciclo busca tender un puente entre el público y el cine hecho en la Comunidad Valenciana. Hoy en día ese camino es estrecho, la idea es ampliar los canales de comunicación donde la gente se puede topar con estas obras audiovisuales que son muy buenas, pero a las cuales resulta difícil acceder. Por el otro lado, creemos que es necesario recuperar espacios públicos para uso activo de la ciudadanía y activarlos con propuestas culturales. Así logramos dinamizar el barrio de Velluters que en muchos sentidos sigue estando degradado.

Las producciones más recientes que se exhibirán en el ciclo Cinema de la Terreta son dos cortos de 2014. ¿Este hecho es bastante definitorio de las dificultades por las que atraviesa actualmente el cine valenciano?

Creo que la explicación de que no contemos con producciones más recientes tiene que ver con el ciclo de vida que estas películas tienen en festivales y cines especializados tipo Babel. Cuando la película es reciente, las productoras aun las están moviendo para lograr presentarla en salas y circuitos festivaleros, y si quieres proyectarla no hay problema, pero tienes que pagarles y los costes son muy elevados para un ciclo gratuito como el nuestro. Lo malherido que se encuentra hoy en día el audiovisual valenciano se nos apareció más a la hora de encontrar obras… pensamos que serían muchas más las que encontraríamos y no… no eran tantas. Aun así, aunque eran pocas en cantidad, encontramos algunas muy, muy buenas que tuvimos que dejar de lado, como «El efecto K. El montador de Stalin» que es fabulosa pero por la duración no cuadraba con el programa establecido, «La puerta azul» y «Enxaneta».


Chema García Ibarra. Cineasta.

Chema Garcia Ibarra

¿Crees que ha existido alguna vez algo que se pudiera catalogar como cine valenciano?

La clasificación de las películas por nacionalidades siempre me ha parecido muy aleatoria, como si agrupáramos a las películas cuyo título empieza por “F” o cuyo rodaje terminó un martes. No obstante, entiendo que hay particularidades geográficas, etnográficas y culturales en cada región. Así que supongo que incluiría en este grupo las películas que están totalmente inmersas en la “valencianidad”, que incluiría desde “El virgo de Visanteta” hasta “Los chicos del puerto”, una clasificación temática que hace irrelevante el registro mercantil regional en el que han sido inscritas las productoras.

Cuando empezaste a hacer cine, ¿qué opinión tenías de la gente que entonces intentaba hacerlo en la Comunidad Valenciana?

Me gustaban muchos cineastas de la zona, como el Gaspar Pomares de “Tener y ser” o Adán Aliaga. Pero ten en cuenta que vivo y ruedo en Elche, una ciudad situada al extremo de una Comunidad que históricamente ha anulado cualquier manifestación cultural que no provenga de la ciudad de Valencia, o sea que mi “arraigo” cultural con la “valencianidad” es bastante escaso. Veía igual de lejos a un cortometrajista de Valencia que a uno de Pamplona.

¿Crees que en tu cine hay algún rasgo identitario que se pudiera considerar valenciano / alicantino?

Todos los “intérpretes” son gente no relacionada con el cine, sólo utilizo escenarios naturales y trato de potenciar los acentos regionales. Creo que todas mis películas hablan de la zona en la que han sido hechas, esa especie de tierra de nadie entre la Comunidad Valenciana y Murcia, que aunque físicamente esté a un lado de la frontera, espiritual y culturalmente no es ni una cosa ni otra.

¿Ser de Alicante es un plus de dificultad mayor para sacar adelante un proyecto respecto a Valencia?

Te voy a contar una cosa muy curiosa que al principio me molestaba y que ahora me hace gracia: tiene lugar una proyección / encuentro o recibo una invitación para participar en cualquier acto relacionado con el cine; la persona que me invita me comunica la hora, el lugar, la calle… Pero no me dice el nombre de la ciudad. Evidentemente, dan por hecho que vivo en Valencia y que debería saber de lo que están hablando cuando dicen “Calle Nosecuántos, junto a las Torres de Nosequé”. Tengo una pelea a muerte contra esa centralización inconsciente. En cualquier caso, y respondiendo más directamente a la pregunta tras esta simpática anécdota, trato de adaptar los proyectos a los medios que tengo, y eso incluye el lugar en el que van a ser desarrollados y rodados. Desconozco si me sería más fácil o difícil trabajar en Valencia porque… ¡sólo he rodado aquí!

Las producciones más recientes que se exhibirán en el ciclo Cinema de la Terreta son dos cortos de 2014. ¿Piensas que es bastante definitorio del panorama actual del cine valenciano?

¡Para responder a esa pregunta debería conocer a fondo el panorama actual del cine valenciano! Si a alguien le interesa cómo vienen las nuevas generaciones, les recomiendo el excepcional cortometraje “14 anys i un dia” de Lucía Alemany, que está recién estrenado, derrocha “valencianidad”, NO está hecho en la ciudad de Valencia ni falta que le hace y es una maravilla en todos los sentidos.


Eduardo Guillot. Periodista.

Foto: Juan Terol.

Foto: Juan Terol.

En algún que otro momento, y aunque tuviera (en algunos casos) algo de ficción se ha hablado de cine catalán, gallego, vasco, madrileño, andaluz, … pero no valenciano. Lo que nos lleva a preguntarnos: ¿Ha existido alguna vez el cine valenciano?

El cine valenciano existe desde el momento en que existen películas de producción valenciana. Otra cosa es que a lo largo de la historia se pueda hablar de un movimiento con rasgos identificativos o que englobe a una generación concreta de cineastas. Desde ese punto de vista, no creo que se pueda hablar de cine valenciano como sí ocurrió, por ejemplo, con el cine vasco, cuando saltaron a la palestra, en muy poco margen de tiempo, Urbizu, De la Iglesia, Medem, Bajo Ulloa y Calparsoro. No solo compartían la procedencia geográfica, sino que sus películas lograron llamar la atención de crítica y púbico por su incuestionable calidad.

¿Por qué con un referente como Berlanga, dos festivales de cine en Valencia (y unos cuantos por diversas localidades) y la hoy muerta Ciudad de la Luz, no ha habido un cine valenciano que trascendiera, más allá de algunos francotiradores? ¿Qué ha fallado? ¿Todo es una cuestión económica o también de falta de talento?

Es un tema complicado. No creo que los factores que se citan en la pregunta tengan que dar necesariamente como resultado una estructura industrial que sustente un cine autóctono. Los festivales pueden crear un público (y es triste reconocer que ninguno de los dos lo ha hecho), Berlanga es un caso singular, probablemente irrepetible, y la Ciudad de la Luz se concibió para atraer rodajes internacionales y fue un fracaso gigantesco. También tenía un programa de estudios, que quizá podría haber servido para formar a los profesionales del futuro, pero en caso de que hubiera sido así, tendrían que haberse ido fuera a trabajar. Valencia no ha tenido peso cinematográfico a nivel estatal desde los tiempos de Cifesa. Y el florecimiento de productoras y proyectos al amparo de Canal 9 y las ayudas institucionales fue un fiasco porque la mayoría de empresas buscaban hacer negocio con el dinero público, no fomentar el cine como un bien cultural. Fue entonces cuando se dejó de hablar de cine y se empezó a utilizar el término “audiovisual”; de este modo se podían meter en el mismo saco series, TV movies y otros formatos que daban trabajo a mucha gente, pero no tenían ningún tipo de aspiración artística. La larga retahíla de TV movies financiadas por el canal autonómico es terrorífica. Alguna llegaron a estrenarla de madrugada porque no tenían más remedio (para eso la habían financiado) y les daba vergüenza el resultado obtenido. Los pocos largometrajes que se rodaron en condiciones mínimamente profesionales apenas pasaron las fronteras valencianas por culpa de su baja calidad. Se pueden contar con los dedos de una mano los títulos que tuvieron estreno comercial normalizado o fueron a algún festival internacional. Sin entrar a valorar la calidad de sus trabajos, Sigfrid Monleón, Freddy Mas o Pedro Pérez Rosado son de los pocos que lo consiguieron, y siempre contando con socios de fuera de Valencia, con experiencia previa en la producción y conocimiento del mercado. Últimamente ha habido otros intentos en formato de coproducción que, al menos, han llegado hasta las salas, aunque es evidente que su único interés está en obtener beneficios en taquilla con productos de ínfima calidad. Valencia está llena de supuestos cineastas que nunca han estrenado una película, pero que llevan años levantando “proyectos” sin eco alguno. Ni comercial ni artístico. A los productores les ha faltado ambición, y los realizadores lo han consentido (y han renunciado a sus aspiraciones) engañándose a sí mismos a cambio de un sueldo mensual o un simulacro de largometraje cada par de años. Lo peor de todo es que unos y otros quieren que vuelva la TV autonómica para repetir el modelo.

¿Eres optimista de cara al futuro?

Solo en lo que se refiere a los francotiradores, a creadores al margen del viciado entorno de las productoras valencianas de siempre. Espero, por ejemplo, el primer largo de Chema García Ibarra, un ilicitano que se ha recorrido el mundo con cortometrajes rodados con cuatro duros y desbordantes de talento. O cualquier cosa que lleve la firma de Adán Aliaga. Curiosamente, ambos de Alicante, lejos del cap i casal. También habrá que ver qué hace Gabi Ochoa después de su interesante, aunque prudente, «El amor no es lo que era». Confío más en iniciativas personales que en un improbable cambio profundo de estructuras, visto lo visto en materia cultural por parte de la nueva Conselleria. Las asociaciones profesionales (productores, guionistas) tienen mucho poder y van a reclamar su parte del pastel, porque aquí, salvo excepciones, no existe el productor que arriesga su dinero porque cree en la visión de un artista. Aquí se gestiona dinero ajeno, casi siempre público. De los empresarios que han bajado la persiana dejando un saco de deudas y han vuelto a abrir meses después con otro nombre para seguir beneficiándose de las ayudas, o de aquellos directores que ya han demostrado en repetidas ocasiones su incapacidad para firmar una película con un mínimo de interés, no cabe esperar otra cosa que más de lo mismo. Y muchos de ellos ya se han puesto en la cola ante el nuevo gobierno con la mano extendida.


Antonio Llorens. Crítico de cine y cineasta.

En algún que otro momento, y aunque tuviera (en algunos casos) algo de ficción se ha hablado de cine catalán, gallego, vasco, madrileño, andaluz, … pero no valenciano. Lo que nos lleva a preguntarnos: ¿Ha existido alguna vez el cine valenciano?

Naturalmente ha existido y existe una abundante nómina de gentes del teatro y del cine y un elevado número de producciones. Pero las etiquetas son poco recomendables, además de unos gestores, ayudas y ejemplos menos recomendables todavía. Como dijo el valenciano José Sanchis Sinisterra, los cuarenta años de franquismo todavía no se han superado.

¿Por qué con un referente como Berlanga, dos festivales de cine en Valencia (y unos cuantos por diversas localidades) y la hoy muerta Ciudad de la Luz, no ha habido un cine valenciano que trascendiera, más allá de algunos francotiradores? ¿Qué ha fallado? ¿Todo es una cuestión económica o también de falta de talento?

Berlanga, Carles Mira, los festivales de cine en Valencia, los sueños faraónicos como la Ciudad de la Luz, el canal de televisión, y un largo etcétera demuestran que el caciquismo y los afanes de enriquecimiento (audiovisual y ladrillo casi en el mismo saco) han hecho de unas realidades y de unas posibilidades una simple cuestión económica. Los ejemplos de otras latitudes también tienen parecidas limitaciones y destacan más nombres aislados (Almodóvar frente a lo manchego, Gutiérrez Aragón frente a lo cántabro, Alberto Rodríguez frente a lo andaluz) que colectivos. El país, los modelos franquistas, las televisiones, el IVA, etc., evidencian esos tristes esquemas.

¿Eres optimista de cara al futuro?

Naturalmente, siempre lo he sido. Hace unas semanas pasaban en la Filmoteca cántabra dos largometrajes míos y media docena de cortometrajes. Casi todo está por hacer y eso permite imaginar que (ahora, con la era digital)se materializarán las soluciones.


Kiko Martínez. Productor.

¿Crees que ha existido alguna vez algo que se pudiera catalogar como cine valenciano?

Bueno realmente creo que es difícil hablar en general de cine valenciano, catalán, andaluz o gallego. El cine como tal debe tener un interés mas general y no circunscrito a un entorno tan local como el autonómico. En cualquier caso, el cine como propuesta intelectual y creativa depende básicamente del director, que es el que le da la esencia y mirada a cualquier proyecto. En ese sentido, desde la Comunidad no hemos conseguido crear directores relevantes en la industria cinematográfica española. Contadas son las excepciones como Paco Plaza, que aunque desarrollado profesionalmente en Barcelona, es a día de hoy uno de los nombres importantes en la industria de cine en España

¿Por qué crees que no se aprovecharon cosas como tener un referente como Berlanga, los múltiples festivales que hay por toda la Comunidad Valenciana, Canal 9 o la Ciudad de la luz, para armar una estructura lo suficientemente fuerte que favoreciera al cine valenciano?

Porque en nuestra Comunidad se pensó durante mucho tiempo más en el continente que en el contenido, nos olvidamos de las ideas y las estrategias, así como de la valoración de los creadores. Canal 9 y Ciudad de la Luz fueron dos grandes fracasos, y ninguno de los dos contribuyó al desarrollo de una industria propia consistente. Canal 9 se olvidó de su fin público y despreció tanto a productoras locales como al talento propio en pos de una manipulación política alejada de una estrategia vertebradora con su propio territorio, que la acabó hundiendo. Ciudad de la Luz podría haber servido para generar una industria de servicios alrededor de un gran estudio, pero los políticos locales perdieron la perspectiva de crear un proyecto de estado, con incentivos nacionales negociados con Hacienda, como existe a día de hoy en Canarias o Pais Vasco y aquello acabó pareciendo mas un negocio de constructores enterrando dinero público, que una buena idea bien gestionada. En cuanto a los festivales, ninguno a excepción de Cinema Jove consiguió el mínimo prestigio.

Muchas veces se culpa de la situación de invisibilidad y precariedad en el cine valenciano a productores e instituciones. ¿Crees que es justo o habría que añadir, también, la escasez de proyectos interesantes?

Creo que hay un poco de todo, las instituciones se olvidaron de crear talento. Con mucho menos en Cataluña crearon la ESCAC, que ha sido una escuela que vio nacer a muchos cineastas catalanes. La implicación de Canal 9, con su obligación del 6% de inversión en cine, nunca se cumplió, ni sirvió para apoyar proyectos interesantes que nacieran de aquí. TV3 o ETB son un ejemplo de una política adeudada de apoyo al cine, que en la Comunidad nunca se dio. La falta de una televisión autonómica como motor de proyectos de cine fue un gran error. Pero, por otro lado, desde los productores y creadores valencianos también hemos de hacer una reflexión, puesto que hemos de crear proyectos interesantes capaces de competir en un mercado difícil como es el cinematográfico, en donde no solo basta con el apoyo local, sino es necesario tener una mirada amplia nacional e internacional.


Pau Martínez. Cineasta.

Foto: Héctor Pozuelo.

Foto: Héctor Pozuelo.

¿Por qué el cine valenciano (a diferencia del vasco, catalán, gallego, andaluz y hasta madrileño) ha tenido siempre tan poca presencia a nivel nacional? ¿Por qué factores (a priori) a favor como Berlanga, los numerosos festivales de aquí, proyectos como la Ciudad de la Luz,… no se han traducido en un fortalecimiento de un cine propio?

Uff, la madre de todas las preguntas. Creo que, en general, ha faltado valentía para afrontar temas de aquí, aparentemente locales, para a través de ellos lograr universalidad. En los ejemplos de cinematografías que pones, los títulos que a mí me vienen a la cabeza tienen que ver con eso. En el caso vasco desde las primeras pelis de Imanol Uribe hasta las últimos referentes que podrían ser «Loreak» o «Amama», creo que definen muy bien esto que te digo. En cuanto a los catalanes están los casos de Cesc Gay o recientemente Mar Coll. Hacen películas en su lengua y con temas aparentemente muy suyos pero que luego consiguen repercusión a nivel nacional o internacional. Pero creo que también es evidente en el caso del cine andaluz, sobre todo con las pelis de Alberto Rodríguez. Creo que no hay nada más “local” en cuanto a temática, acentos, etc… que «Siete Virgenes», «Grupo 7» o «La isla mínima» y sin embargo ahí está su éxito. En nuestro caso creo que lo más parecido que tuvimos fue el cine de Carles Mira. Y en los 90, las películas de Toni Canet, Enrique Navarro, Pedro Rosado o Vicente Tamarit, pero creo que en este caso la apuesta fue tibia por parte de todos, nos quedamos a mitad camino.

Después de tantos años, ¿tienes la sensación de estar luchando para sacar adelante un proyecto contra los mismos problemas y obstáculos que cuando empezaste?

Los problemas son parecidos, en algunos casos la financiación ya no es tan grave, porque las películas a nivel de logística, de materiales técnicos pueden resultar más baratas. El problema es la precarización a la que parece que nos quieren acostumbrar y, sobre todo y, paradójicamente, a que cada vez es más difícil acceder al público en un mundo tan sobredimensionado en cuanto a oferta audiovisual.  Al final el que accede a las salas o a la distribución en unas condiciones dignas es el que tiene a una tele o grupo mediático detrás.

¿En qué medida la culpa de esta situación ( y la de los últimos años) es de los productores, las instituciones o la falta de proyectos interesantes o con talento?

La culpa es de todos. De las instituciones por no marcar una linea clara sobre la cultura y el cine que se quiere apoyar. De los productores en gran medida, pero también de nosotros los creadores, por amoldarnos unos y otros a lo que pedían las instituciones o el “mercado” y no apostar fuerte por las películas que queríamos contar. Yo llevo escribiendo guiones en valenciano y con temáticas fuertemente arraigadas aquí más de diez años, algunos de los cuales han recibido ayudas a la escritura de guión. Con suerte este año que viene podré dirigir mi primera película en esa linea. Y sin embargo he dirigido ya cuatro películas. Da que pensar. Por otro lado ha habido gente con talento que se ha tenido que marchar o bien voluntariamente porque sus objetivos estaban fuera de aquí o porque no han podido avanzar y desarrollar una carrera como deberían por esa falta de valentía por parte de todos, pero sobre todo de las instituciones

¿Eres optimista con las generaciones que vienen?

Muchísimo. Viene gente con mucho talento y a la que hay que apoyar. La gente está haciendo cortometrajes cojonudos y creo que vienen con ideas fantásticas.


Sigfrid Monleón. Cineasta.

Foto: Manel Aguado.

Foto: Manel Aguado.

¿Has tenido alguna vez la sensación de que existía un cine valenciano (como se oía hablar del catalán, gallego, vasco, andaluz y hasta madrileño, en alguna u otra época) y que formabas parte de él?

Una cierta sensación, sí. Uno estaba dispuesto a figurarse dentro de una tradición que avanza a trompicones desde los orígenes del cine, cuando Valencia fue un importante centro de producción. Tenemos jalones en el cine mudo, como las películas de Maximiliano Thous, o a principios del sonoro, como el sainete «El fava de Ramonet», la primera película hablada en valenciano. Bajo el franquismo, es el cine de Luis G. Berlanga, barroco y procaz, el que transmite una cierta idiosincrasia valenciana, inserto en una industria fuertemente centralizada en Madrid. Hay que esperar a la irrupción del cine independiente, que comienza en el  tardo-franquismo y llega hasta la transición, para encontrar un nuevo impulso propiamente valenciano, con películas más o menos experimentales, underground y de carácter cinéfilo o social. El cine de Ángel García del Val es el exponente más sólido surgido de este contexto. En los años 90 ocurre el pequeño milagro del cortometraje español, una verdadera eclosión, y los valencianos aprovechamos las menudas ayudas centrales y autonómicas para impulsar nuestra filmografía. Las cinematografías vasca y catalana, que nos llevaban una década de ventaja, se consolidan y renuevan desde unas políticas audiovisuales propias. Por el contrario, nuestro impulso llega tarde, no tiene soporte político y no acaba de tomar vuelo. Algunos viajes se han hecho, pero ha sido más fácil estrellarse que aterrizar.

Durante años fuiste la cabeza más visible de cineastas valencianos. Ahora vives en Madrid y tus últimos trabajos han sido de artes escénicas. ¿Sería tu propia trayectoria un buen resumen de lo que ha sido y es el cine valenciano?

De las cuatro películas de ficción que he dirigido, tres tienen una fuerte significación valenciana. «L’illa de l’holandès» (2001) está basada en la novela de Ferran Torrent y es el primer largometraje rodado con sonido directo en valenciano desde «El fava de Ramonet» (1933). «Síndrome laboral» (2005) es una película para la televisión (Canal 9 y TV3) que narra las circunstancias que llevaron a la intoxicación masiva (el “Síndrome Ardystil”) de las trabajadoras de la aerografía textil de la comarca de Alcoi en la década de los 90, en plena crisis económica. Y «La bicicleta» (2006) cuenta básicamente un momento de cambio de la ciudad de Valencia, cuando al tiempo que se erigen los nuevos símbolos de la ciudad escenográfica (La Ciutat de les Arts) se destruye el tejido urbano popular (El Cabanyal). Por otra parte, dos de mis cuatro películas documentales tienen alguna identificación valenciana. Sobre todo «Karlitos» (2004), un retrato de un artista marginal (Carlos Mallol) en el microcosmos del barri del Carme, al otro lado del IVAM; y «El último truco» (2008), porque contiene un pequeño homenaje a la serie B del directo valenciano Juan Piquer Simón, quien además participó en una secuencia dorada en un restaurante de la Albufera. Si no he rodado más en Valencia o historias valencianas es porque no me ha sido fácil sacarlas adelante. Canal 9 me rechazó un proyecto de telefilm, a pesar de la excelente audiencia que tuvo «Síndrome Laboral». Y este año Cultur Arts también rechazó mi proyecto de adaptación cinematográfica de la última novela de Ferran Torrent, a pesar de contar con una coproducción catalana y un importante socio inversor. Si me instalé en Madrid es porque no veía futuro a mi carrera como cineasta en Valencia, dado el sucursalismo de las productoras valencianas y el inexistente diseño de una política audiovisual. Pero sigo ligado a Valencia, hasta el punto que ni siquiera me he empadronado en Madrid. En estos últimos años me he volcado en el teatro y he dirigido cuatro espectáculos, el último, escrito e interpretado por Carlos Iglesias, todavía está en cartel. Para mí era una asignatura pendiente, por mi amor al teatro y al oficio del actor, pero que duda cabe que es estación teatral también ha influido la crisis, que hace cada vez más difícil levantar un proyecto de cine. Pero en eso estamos siempre.

¿Por qué crees que no se aprovecharon activos como tener un referente como Berlanga, los múltiples festivales que hay por toda la Comunidad Valenciana, Canal 9 o la Ciudad de la luz, para armar una estructura lo suficientemente fuerte que favoreciera al cine valenciano?

Porque no ha habido interés político. El IVAC fue un buen proyecto, pero se fue desnaturalizando con el tiempo, restándole autonomía, presupuesto, personal… La Mostra de València/Cinema del Mediterrani fue un gran festival, hasta que fue desvirtuado y finalmente liquidado. Otro festivales, como Cinema Jove, aguantan afortunadamente, aunque demasiado anclado en su propio pasado. Canal 9 surgió a la par que las televisiones privadas, y esto se interpretó como un hándicap a la hora de definir su modelo público, porque tenía que “competir” en el nuevo escenario televisivo. Craso error. Vivió de espaldas a la ficción televisiva durante muchos años que eran cruciales para labrar un futuro. La Ciudad de la Luz fue desde el principio un disparate, un proyecto faraónico, foco de corrupción, y completamente inútil para el tejido audiovisual autóctono. Antes de que se pusiera la primera piedra ya lo dije por escrito en la cartelera Turia: “Los sueños de Berlanga producen monstruos inmobiliarios”. La idea de Berlanga se tergiversó, y tampoco es que se ajustara a la realidad del momento. Por otra parte, en lo que se refiere al cine, la inmensa mayoría de las productoras valencianas no han hecho otra cosa que gestionar la subvención autonómica (y la compra de derechos de Canal 9, cuando había televisión) para producciones ajenas, sin contemplar los proyectos de autores valencianos ni defender la participación de nuestros técnicos en estos rodajes. Como lobby, han propiciado esta clase de lamentable sucursalismo hasta hoy.


Gabi Ochoa. Cineasta.

Gabi Ochoa 03

Foto: Giovanna Ribes.

¿Por qué el cine valenciano (a diferencia del vasco, catalán, gallego, andaluz y hasta madrileño) ha tenido siempre tan poca presencia a nivel nacional? ¿Por qué factores (a priori) a favor como Berlanga, los numerosos festivales de aquí, proyectos como la Ciudad de la Luz,… no se han traducido en un fortalecimiento de un cine propio?

Nunca nos hemos creído lo que somos, el talento que hay aquí. Desde las instituciones que traducen en apoyo al sector con una lluvia de dinero (y no de estructuras, ni planes y caminos a seguir) pasando por nosotros mismos (rencorosos, molestos con el compañero/a que triunfa, etc). ¡Fuera complejos ya! Es la hora de los creadores, apoyémosles. Creo que para eso hace falta una proyección a largo plazo, no ocurrencias que es lo que había hasta ahora. Pero soy optimista: nunca es tarde y espero que ahora sea el momento. Que una oportunidad histórica no se convierta en histérica. Me sigo preguntando como grandes directores/as de cortos, que han triunfado por medio mundo (y son valencianos) todavía no han hecho su primera peli. Pero claro, hay otros muchos que ni siquiera han hecho segunda, tercera o cuarta. Hay que exportar talento e importar referentes.

Después de tantos años, ¿tienes la sensación de estar luchando para sacar adelante un proyecto contra los mismos problemas y obstáculos que cuando empezaste?

Más obstáculos que antes. Aunque ahora los asumes y sabes cuáles son, algo que da la experiencia. Nuestros abuelos vivieron una dictadura política, nosotros estamos viviendo una dictadura económica neoliberal que odia profundamente el cine. Pero insisto en algo casi filosófico: el enemigo está en nosotros. Hace falta lucha, constancia y creatividad. Y no bajar la guardia. Así que cuando alguien hace una peli, un corto, levanta un proyecto, enhorabuena! Detrás de eso hay mucho esfuerzo, mucho trabajo, mucha alegría, mucho sudor. Se merece nuestro apoyo. Y aún así, hay que ser críticos (constructivos, por supuesto) con lo que se hace. Pongamos el listón bien alto.

¿En qué medida la culpa de esta situación ( y la de los últimos años) es de los productores, las instituciones o la falta de proyectos interesantes o con talento?

En la misma que en la de los creadores. Tirar balones fuera no sirve. Ahora, intentar contentar a todos, tampoco. Hasta ahora no ha habido una guía. Ahora con el nuevo Plà Estratègic la hay. Me preocupa que no haga referencia explícita al cine de ficción, y sí a los documentales y la animación. Pero lo bueno es que hay una línea trazada y ahora toca cumplirla. Para que haya un “cine valenciano” (si se puede dar la marca) habría que ser entomólogos de lo que hemos hecho, datarlo, y ver hacia donde podemos ir. Y dejar de ser políticamente correctos. Hace años se hablaba que teníamos que hacer el “Solas” valenciano, más recientemente se insistió en el “8 apellidos vascos” valenciano ¿De verdad alguien cree que yendo “a rueda de…” vamos a conseguir despuntar y hacer despuntar nuestro talento? Lloro, río, sufro cuando voy al cine. Una película me estruja el corazón, me revienta la mente o me hace un nudo en el estómago. No nos quedemos en medias tintas. Aboguemos por un cine radical. Hay gente al País Valencià capacitada para ello. Creámonoslo, ayudémosles.

¿Eres optimista con las generaciones que vienen?

Mucho. El optimismo es vital para el ser humano. Si no, estaríamos colgados de un árbol. Ellos son desacomplejados, desjerarquizados, modernos y modelnos y saben contar en imágenes. Matarán, como nosotros, a sus “padres” (o sea a nosotros), pero aprenderán de su experiencia y sabrán transformarla en otra cosa. Sed radicales, sinceros, emotivos, descerebrados, anárquicos, y hacedme sentir, vibrar, o salir empalmado de un cine. Os lo agradeceré.


Áurea Ortiz. Profesora de Historia del Cine.

¿Por qué mientras sí se ha hablado (en los últimos años) de un cine catalán, andaluz, vasco, gallego e, incluso, madrileño, nunca se ha hecho mención a uno valenciano?

Que se pueda hablar en algún momento de cine gallego o andaluz viene dado por la presencia, más o menos continuada, de largometrajes de ficción en las salas de cine, algunos de ellos de gran éxito y con numerosos galardones: nombres como Alberto Rodríguez o Manuel Martín Cuenca en el caso andaluz, con obras como «La isla mínima» o «Caníbal». Esto es algo que, desgraciadamente, no hemos tenido en Valencia. Aquí no se ha articulado un tejido industrial lo suficientemente fuerte para sostener ese tipo de producción. Sí contamos con una producción de animación muy importante y con un buen número de cortometrajistas que concurren a festivales nacionales e internacionales y ganan premios. Sin embargo ese tipo de producción no crea en el público ni en los medios la idea de “cine valenciano”. Mientras no haya producción de largometrajes y alguno de ellos, más de uno, consiga un éxito importante, no se hablará de cine valenciano. Y para eso hace falta un tejido industrial que ahora no existe. Hubo un tiempo en que existió algo que podríamos entender como “cine valenciano”, en el periodo del cine mudo, pero nunca más volvió a suceder.

Por otra parte, eso no solo sucede con el cine. No creo que se hable de una literatura valenciana o de un arte valenciano (actualmente, me refiero) como algo fácilmente identificable, o más o menos homogéneo, o ni siquiera agrupado. Creo que la identidad valenciana, si es que eso existe, no es percibida de una forma clara por el público ni por la sociedad. Y no me refiero solo a la visión que se pueda tener de Valencia desde fuera, también a la interna.

¿Por qué crees que no se aprovecharon activos como tener un referente como Berlanga, los múltiples festivales que hay por toda la Comunidad Valenciana, Canal 9 o la Ciudad de la luz, para armar una estructura lo suficientemente fuerte que favoreciera al cine valenciano?

La Ciudad de la Luz, como se ha visto, obedeció más a intereses económicos y especulativos que a una verdadera apuesta por el cine y la cultura, totalmente inexistente en los gobiernos populares que hemos sufrido. “Pegar un pelotazo urbanístico” no es una buena base para crear nada que tenga que ver con la cultura. Por su parte, Canal 9 acabó siendo un instrumento del poder del PP, un aparato de propaganda y un nido de estómagos agradecidos. Así que, por más que allí hubiera algunos buenos profesionales, que los había, o que algunas productoras ofrecieran productos dignos e interesantes, no es posible levantar algo duradero y culturalmente relevante cuando, tanto por parte de la administración como de la empresa privada las miras están puestas en la propaganda y en el dinero fácil y rápido; la especulación y la codicia no construyen.

A ello hay que añadir que el sector depende casi exclusivamente de la actuación de los poderes públicos, bien a través de subvenciones (absolutamente necesarias para sostener la industria cinematográfica, por otra parte) o de contratos. Y la dependencia de un único cliente es letal.

Y, por supuesto, tenemos la sociedad que tenemos. Una que ha permitido, sostenido y hasta jaleado la corrupción, la especulación, la pérdida de derechos civiles, el aumento de la desigualdad y la destrucción de lo público. No creo que un medio social de estas características favorezca la creación cultural. Esa ha estado del lado de los y las inconformistas, de quienes han denunciado los abusos, el derroche y el saqueo. Y ahí sí tenemos creación cultural: teatro, artes plásticas, audiovisual, arte urbano. Todo hecho al margen de los circuitos oficiales, en los barrios y en las calles, sostenido por una parte muy activa de la ciudadanía. Es una creación muy viva y estimulante pero también muy precaria, hecha sin medios e insostenible a largo plazo: el crowdfunding y el low cost, que significan a la postre que nadie cobra, no pueden ser la base del medio cultural. Y el cine, especialmente, no puede sostenerse sin industria.

En 1991 participaste en la elaboración del libro «Historia del cine valenciano», que se distribuía por entregas con el diario Levante. El volumen cubría la producción valenciana hasta 1990. Han pasado 26 años y de los nombres que se destacaban en el último capítulo titulado «El futuro del audiovisual», solo Pablo Llorens permanece, más o menos en activo como cineasta. ¿Crees que habría material para realizar un pequeño apéndice de aquel libro que cubra estos últimos años o sería un simple ejercicio de inventario?

Sí hay material. Puede que los nombres que aparecían en aquel capítulo no hayan consolidado carreras, pero han aparecido otros que justifican plenamente el apéndice: Adán Aliaga, Gabi Ochoa, Miguel Albaladejo, Paco Plaza, Alberto Morais, Giovanna Ribes, Jorge Torregrosa, Pau Martínez, Avelina Prats, Álex Montoya, César Sabater, Chema García Ibarra, Raúl Diez, Jaime Maestro, María Trénor y muchos otros nombres que me olvido y a los que pido disculpas.


César Sabater. Cineasta.

Cesar Sabater

Foto: César Sabater.

¿Crees que ha existido alguna vez algo que se pudiera catalogar como cine valenciano?

Si nos atenemos a los créditos, sí. En 1932 está “El Fava de Ramonet” de Joan Andreu, la primera película sonora y rodada en valenciano apitxat. Obviamente Cifesa fue algo totémico, pero dudo bastante que eso fuera cine valenciano, recordemos que sus mayores éxitos fueron películas como “La verbena de la Paloma” o “Nobleza Baturra” que podrían tener capital e intereses de aquí pero temáticamente o en espíritu no. Obviamente Berlanga siempre ha sido el gran referente, aunque viviera y trabajara casi toda su vida en Madrid. Luego en los setenta y ochenta hubo un pequeño repunte con cosas tan dispares como “El virgo de Visanteta”, “Un negro con un saxo” o las películas de Carles Mira, un cineasta que  desgraciadamente murió demasiado joven pero creo que podría haber hecho cosas fantásticas. Pero en los últimos veinte años la cosa ha sido un secarral, lo único que casi se recuerda como cine valenciano es la escena del estanque de “Lo imposible” y es como para hacérselo mirar.

Cuando empezaste a hacer cine, ¿qué opinión tenías de la gente que entonces intentaba hacerlo en Valencia? ¿Te interesaban sus trabajos?

La verdad es que no demasiado. Yo empecé a hacer cortos con catorce o quince años y mis referentes eran (y en cierta manera lo siguen siendo) lo que leía en el Fotogramas y el cine americano con el crecí, desde «Cazafantasmas» a «Cowboy de Medianoche» pasando por «Star Wars», el inevitable gore o incluso Louis de Funès, pero de valenciano sabía bastante poco, la verdad. De hecho cuando descubrí a Fellini me pareció lo más valenciano que había visto nunca.

¿Crees que en tu cine hay algún rasgo identitario que se pudiera considerar valenciano?

Creo que sí, o por lo menos me lo dicen bastante. Tengo una personalidad un poco “fallera” en espíritu, me gusta la chanza y soy alegre de natural. Además de ser impulsivo tengo un querencia innata hacia lo bizarro y creo que eso se transmite inevitablemente en todo lo que hago. No es que mi cine pueda tener rasgos valencianos, es que creo que yo soy muy valenciano y eso se transmite de manera natural.

El hecho de comprobar que directores valencianos de generaciones anteriores, después de muchos años trabajando, siguen teniendo muchas dificultades para sacar adelante sus proyectos, ¿desanima?

La verdad es que no. Afortunadamente creo que somos generaciones totalmente distintas. Quizá lo que habría que hacer es desanimar del todo a algunos de esos directores valencianos de la vieja escuela que llevan años empeñados en rodar películas para ellos y sus colegas. Esto es un negocio caro (subvencionado en gran parte con dinero público) y hay cierto cine que se refugia en el escudo de “cine de autor” cuando creo que ninguno de ellos le llega a la suela de los zapatos de Krzysztof Kieślowski.  Más allá del ese supuesto “arte”, esto es una industria y debe generar beneficios, y eso se hace haciendo buenas películas, desde comerciales a cine de autor, pero del bueno.

Una de las principales quejas del sector ha sido siempre el poco apoyo institucional. ¿Crees que es el principal «culpable» de la poca visbilidad del cine valenciano o hay otros como la falta de proyectos interesantes o la escasez de talento?

Creo que el problema principal está en que no hay una red potente de producción más allá de cumplir el expediente, no ha habido ambición. Eso ha provocado que muchos nos hayamos abierto nuestras propias productoras para ir por libre, en mi caso por desconfianza en lo que había visto por aquí. En ese sentido la nueva asociación de productores AVANT, de la que soy miembro, es símbolo de eso, somos todos de otra generación y creo que hemos llegado para empezar a cambiar las cosas, si nos dejan.