Foto: Saz Enif.

El guionista Julien Frey (Lagny-sur-Marne, 1977) y el cineasta Édouard Luntz (1931-2009) cruzaron sus caminos en 1998. El segundo le citó porque quería producirle un cortometraje. En aquella única charla que tuvieron, le contó que su carrera se terminó por culpa del magnate hollywoodiense Darryl F. Zanuck. Luntz también le confesó que estaba pasando por un mal momento económico. Frey no volvió a llamarle porque no confiaba que se llevara a cabo el proyecto.

Tiempo después, en un curso de guión, la profesora nombró a Luntz y la pesadilla que vivió con el productor estadounidense. Frey, que asistía al mismo, decidió entonces conocer la vida y obra, de ese hombre al que de alguna manera no creyó y que había rodado películas con Jeanne Moreau o Michel Bouquet. El fruto de aquella investigación es El cineasta (Astiberri Ediciones), un cómic con guión de Frey y dibujos del castellonense Nadar (Papel estrujado, El mundo a tus pies, ¡Salud!). Una historia que se devora viñeta a viñeta, imparable en su avance y primorosa en su desarrollo, capaz de manejar al lector a su antojo. Un relato en el que se disfuta tanto el detalle casi imperceptible como la crónica global que nos cuenta.

Hablamos de El cineasta con el propio Nadar.

 

¿Cómo llegas a El cineasta?

Julien y yo nos conocimos por un amigo en común. Julien estaba buscando alguien que dibujara El cineasta (Avec Édouard Luntz en el original francés), y ya tenía el guión colocado en la editorial francesa Futuropolis, que acababa de publicar ¡Salud!, mi anterior libro. Me leí el guión y me atrapó al momento.

¿Conocías a Édouard Luntz?

No conocía a Édouard Luntz. Sin embargo, antes de ponerme a dibujar, Julien me había pasado varias de sus películas y cortos. Del mismo modo, me había empapado del contexto con fotos e imágenes. Así que en cierta forma sí que lo conocía en el momento de empezar. Pese a ello, viví el camino de una forma genuina, descubriendo detalles que antes no sabía. Fue muy emocionante.

Es la segunda vez que tus dibujos ilustran un guión ajeno. ¿Cómo es ese trabajo conjunto con el autor? Y en este caso, concretamente, en el que la historia está tan pegada a Julien Frey, ¿cómo consigues hacerlo tuyo? ¿Te dio libertad para proponer cosas?

Como en todo, depende de cada persona. Julien y yo trabajamos bastante codo con codo, desde el storyboard hasta el acabado final. Debatimos hasta encontrar soluciones que nos gusten a los dos. El guión estaba muy bien escrito, así que pude darle mi imprenta sin miedo a cambiar la historia.

 

El cineasta, más allá de porque aparezcan imágenes de rodajes, de visionados de películas, de films,… tiene un tono narrativo muy cinematográfico.

Prefiero decir que tiene una narrativa fluida o eficaz. Intento no aplicar símiles cinematográficos en el cómic, puesto que son dos disciplinas diferentes, con idiosincracias distintas. Para mí, el dibujo en los cómics es una herramienta al servicio de la historia, en este sentido me esfuerzo especialmente es dar un tono narrativo ágil, comprensible y singular, más allá del tema que trate la historia.

Es tu primer cómic en blanco y negro.

Adoro el blanco y negro en los cómics. Tiene algo esencial, antiguo, hermoso y frontal que lo hace universal. Creo que fue una decisión muy acertada hacer El cineasta de esta forma. Precisamente, su síntesis permite abordar todo tipo de cosas de una forma sencilla y directa. El color, que también me encanta, cambia la morfología del dibujo y lo lleva a un plano de realidad distinto, pero no necesariamente más prolijo o esclarecedor.

¿En qué medida (a nivel narrativo, de dibujo, de recursos, …) crees que están presentes tus anteriores trabajos en El cineasta?

Creo que en todo. Sin todos mis trabajos precedentes, no podría haber hecho este. En cada nueva historia intento pensar en la mejor manera de contarla, y eso implica dejar algunas cosas y tomar otras nuevas. Así voy avanzando, puliendo y tratando de encontrar mi voz propia.