Spleen representa, en francés, el estado de melancolía sin causa definida o de angustia vital de una persona. Spleen es, también, el título del último cómic de Esteban Hernández. La historia de Matías y su lucha por llegar a entender qué es eso que le carcome por dentro, día tras día, como si tuviera un nudo en el estómago. Desasosiego se llama también. Ansiedad podría valer. En definitiva, una sensación muy acorde con estos días tan convulsos que vivimos.
Esteban opta por una obra de su tiempo, esquivando de manera ejemplar algunos vicios que hubieran podido lastrar la historia. Está claro que el protagonista no es un héroe, pero el autor no se empeña tampoco en convertirlo en lo contrario, un perdedor carismático. No. Matías es un muchacho reconocible, con defectos y virtudes, dudas y miedos, pero que no ha sido creado para liderar ninguna injusticia.
También se agradece el tono del cómic. El dibujo es amable y sin embargo consigue transmitir al lector esa sensación de cerrazón y angustia que vive el personaje principal a medida que pasan los días. Lo fácil hubiera sido optar por un estilo más opresivo, jugando con las sombras y las pinceladas oscuras, pero Esteban se decanta por el camino más trabajado. Incluso en algunos de los momentos más duros, la luminosidad de la viñeta es asombrosa.
Y gran parte del mérito de lo anteriormente expuesto es debido al guión. En Spleen da la sensación que ha sido muy elaborado. Que el tempo narrativo no es casual y ese desasosiego que compartimos con Matías va, milimétricamente calculado, in crescendo para que la limpieza estilística, que mencionaba, no interfiera en las sensaciones que quiere desprender.
El humor está presente, aunque en menor medida de lo que se agradecería. Y esa combinación, fantástica, entre costumbrismo y surrealismo no hace más que multiplicar los efectos perseguidos. Spleen ha sido autoeditada por el propio Esteban (otro claro signo de los tiempos que vivimos) y podéis haceros con un ejemplar entrando aquí.