Con la evolución sufrida en los últimos años y ante la situación actual generada, resulta más que evidente que el futuro del Valencia CF que deseamos sus aficionados es incompatible con la línea directiva de Peter Lim.

Y es que, más allá de su gestión económica y de los compromisos acordados pendientes de realización, dos hechos deportivos consolidados lo corroboran. Por un lado, su escaso entusiasmo por las dos finales de Copa del Rey durante su mandato, con un escueto “Congratulations” a Mateu Alemany, como contó un sorprendido Marcelino, como única expresión de felicidad por el triunfo obtenido y con, incluso, ausencia añadida en la disputa de la segunda, ambas bajo el desprecio al reconocido prestigio del que es el segundo título nacional. Por otro, la dinámica implantada en últimos tiempos, referentefichajes y traspasos de jugadores, con un balance en que prevalece la cuestión económica sobre la deportiva, tendencia a mantener inexorablemente en el tiempo, con perjuicio claro en el progreso del club.

Concluyendo, pues, el deseo de la afición de tener posicionado a su club en la élite dista mucho a corto y medio plazo de esa mediocre realidad en que se ha instaurado el Valencia, consecuencia de la decidida apuesta de Lim por futbolistas jóvenes, de cantera o cedidos, con muy contadas incorporaciones de futbolistas consagrados, siempre  por supuesto con carta de libertad.

Resuelta por unanimidad la cuestión en favor de desligar a Lim y Meriton del Valencia CF, el siguiente eslabón es cómo separarlos del Valencia CF SAD, que, desgraciadamente, se rige por una normas legales civiles y mercantiles, ajenas al sentimiento que genera para la afición su club de fútbol, el Valencia.

Siendo muy loables, por su entusiasmo, trabajo y persistencia, las acciones de colectivos como Libertad VCF, o De Torino a Mestalla, es difícil atisbarles signos de conseguir el propósito de que los actuales dueños abandonen el club, si no lo han hecho ya.

Si bien la presión ambiental generada por manifestaciones, pañoladas, gritos de Go Home, supondría la renuncia de cualquier humano receptor presente en las mismas (recordemos que ni el fuerte carácter de Paco Roig soportó el cántico generalizado en el estadio pidiéndole que se fuera), Lim dispone de la baza diferencial de sufrirla a más de diez mil kilómetros de distancia que, sumada a un desfase horario entre ambas longitudes, disipa todo efecto emocional adverso sobre el propietario del club blanquinegro.

Asumida que sólo la vertiente del sentimiento no pueda ser suficiente, se le han sumado otras complementarias como las de exigir a Caixabank acciones contra Meriton y Lim o las de pretender fiscalizar su gestión declarando al Valencia como BIC, y ambas se han topado con las frías normas mercantiles por las que se rigen las SAD, como lo es el Valencia, protegiéndolo legalmente, ajenas a esa emotividad que esgrimen los colectivos de aficionados ya referidos y sobre la que, en vano, pretenden que rijan las leyes de la sociedad civil.

Otro enfoque, también con idéntico objeto de que el dueño singapurense abandone la entidad valencianista, se basa en encontrar alguna ilegalidad cometida que le inhabilite como máximo accionista. Desgraciadamente, hasta el momento, todas las denuncias interpuestas por presuntos delitos societarios de diversa índole han sido sucesivamente archivadas, manifestándose una fortaleza jurídica por parte de sus asesores, sorpresivamente más duchos en la materia que lo que, en principio, pudiera presuponerse.

Recientemente ha surgido otra vía, con el reiterado intento, una vez más, de que Lim se vaya del Valencia, clamando en este caso por que el socio no renueve su abono y por que el público no saque su entrada, causándole, así, un perjuicio económico insoportable y opte por una deseada venta a un tercero.

A la par, también tienen la intención de fundar un nuevo club (un nuevoValencia 1919), con el sentimiento como origen y solo con sus socios como dueños, a semejanza, quizás, de aquel United of Manchester, creado en 2005 como contraposición a la compra del Manchester United por Glaze.

Si bien en sus inicios su crecimiento fue exponencial, desde 2008 lleva instaurado en la séptima división, sin aumento significativo de masa social. Mientras exista el Manchester United como tal, y aún más en este fútbol globalizado, el recorrido para experiencias de este tipo se reduce a situarse en una posición justo al límite de lo que le permite su propia naturaleza desinteresada: traspasarlo solo sería viable apostando por un apoyo económico, tan necesario para progresar y poder competir, como antagónico a sus raíces. Ante esta dicotomía, se suele optar por la coherencia inicial del proyecto, consolidándose como un icono romántico, si bien sin ser rival de nivel para el club del que se desligó, que sigue rigiéndose por unas normas frías y mercantiles, pero más acordes al escenario real al que pertenecen. Conviven ambos en mundos paralelos, sin intención necesaria ni posible de ser ya sustituido uno por otro, dejando la opción a todo seguidor de pertenecer a uno o a otro, con ventaja abrumadora e indudable del de antes sobre el recién llegado.

Quizás, llegado a este momento en que se han analizado diferentes propuestas para un mismo objetivo, en todos coincidentes, que no es sino el desligue de Lim/Meriton del Valencia, sería importante analizar por qué, pese a tan distintos y plausibles intentos, no se alcanza el propósito.

Y, para ello, desde que el desmán generado en el fútbol español a finales de siglo pasado obligó a la creación de las sociedades anónimas deportivas como única solución sostenible, a excepción de cuatro clubes que permanecieron como tales (Real Madrid, Barcelona, Athletic y Osasuna), todos deberíamos conocer y, fundamentalmente, asumir la inexorable diferencia entre una SAD y un CF, rigiéndose por sus propios principios, porque solo a partir de ahí será posible rentabilizar los esfuerzos a futuro tanto para una salida como, sobre todo, para velar por una buena llegada de un nuevo comprador y evitar errores cometidos en el pasado, circunstancia que también abordaremos.

Club de fútbol: Es propiedad de sus socios , quienes toman las decisiones mediante una Asamblea General, donde todos tienen derecho a participar y con un valor igualitario de todos los votos. Sus objetivos son cuestiones deportivas, incluso sociales, pero nunca el beneficio económico como rentabilidad para los socios

Sociedad Anónima Deportiva: Se sustenta por las aportaciones que realizan accionistas o inversores, cuyo principal fundamento es la rentabilidad económica para el inversor, para los que el nivel deportivo no es en sí un fin sino sólo un medio para poder lograr su beneficio. Se elige un Consejo de Administración, tomando las decisiones sus miembros con sus votos que son proporcionales al número de acciones que posean y a su valor. Pueden haber socios pero sin poder de decisión alguno.

Una vez interiorizado que, desde 1992 el Valencia SAD, por más que nos pese, no es el Valencia CF que existió desde 1919 hasta ese mencionado 1992, es cuando se debería actuar para que, dentro de las leyes mercantiles que rigen las SAD, intentar asemejarlo lo más parecido a un CF, para  que el club no sea un medio y sí un fin donde perdure y se sustente el sentimiento.

En ese sentido, analizando la estructura accionarial de los 16 clubes de Primera División, que son SAD en esta temporada 22-23, se me antoja como más óptima la de la Real Sociedad donde, por acuerdo de los socios, ningún accionista supera el 2% , límite que le permite poder realizar unas votaciones para elección de presidente, lo más similares posibles a un club de fútbol al uso, traduciéndose todo ello en una fiscalización de su gestión, para evitar posibles delitos o actuaciones desleales durante su mandato y, asimismo, para poder ser valorado para una posible reelección a futuro.

Posiblemente sea en la Real Sociedad SAD donde se consiga un mayor equilibrio entre el romántico sentido de pertenencia que debe imperar en cualquier club de fútbol y el ámbito civil por el que se guía la sociedad española de derecho.

En sus inicios, hubo intentos de erigir a las Fundaciones de los clubes como sus dueñas, con el porcentaje suficiente para ser donde se tomaran las decisiones y, a su vez, dentro su propio organismo como Fundación mantener una accionista igual a un voto, demasiada pretenciosa esta idea desde el punto de vista idealista, careciendo de interés para los grandes inversores al verse reducida su capacidad de determinación dentro de esa Fundación; por ello y por mucho más, esa idea, como tal, no cuajó, no teniendo sentido ya abogar por ella en el panorama actual, ya maduro, de las SAD.

Aun sin ese aura, la Fundación siguió existiendo desde el origen del Valencia SAD, con una función destinada a carácter más social e institucional durante mucho tiempo, hasta que se convirtió en veladora  (por ser transitoriamente la dueña del 72 % de las acciones) de los posibles designios del Valencia cuando Bankia presionó al club che a su obligada venta a un tercero. Sin obviar sus errores en el decisorio proceso de compra, sí que estuvo presente en esa compraventa, circunstancia que, desafortunadamente, debemos saber que no ocurrirá cuando Peter Lim decida vender la entidad blanquinegra. Porque puede ser que, debido a las acciones de presión ya antes comentadas (Go Home, pañoladas en minuto 19, dejar de renovar el pase o alguna ilegalidad que se le pueda encontrar en su gestión), ya harto opte por la venta, pero lo hará cuándo, cómo y a quién considere, sin que ningún colectivo o persona que lo haya provocado tenga decisión alguna en este nuevo convenio de compraventa.

Y es que no es suficiente con que Lim rompa su relación con el Valencia, sino es de suma importancia saber, como veremos después, cuáles podrían ser sus consecuencias. No hacerlo es síntoma de una falta de madurez absoluta por desconocer lo ya dicho anteriormente: es una SAD con unas normas civiles muy diferentes a las del ámbito de los clubes de fútbol de antaño, donde, entre otros artículos, indica que no se le puede exigir a nadie desprenderse de algo que es de su propiedad y, menos, gratis.

Se ha forzar a que, ya hastiado, venda. Pero con la experiencia de que, aún bajo cierto control de la Fundación, hubo muchas lagunas mejorables, sin siquiera estando ya esta presente se trataría de un proceso privado, sin derecho alguno a oponerse al mismo y que, históricamente, no sería el primero que se produce en el club valenciano. Cuando el valencianismo manifiesta su malestar expresando que lo importante es que se vayan los asiáticos y luego ya veremos, se le debe argumentar que ese estado de limbo no es viable en el contexto mercantil y que, a toda salida/venta debe ir asociada inexcusablemente a una llegada/compra.

Porque, repasando etapas anteriores, partiendo de la etapa más gloriosa del club cuando, a inicios de siglo, se obtuvieron 2 ligas y una UEFA como títulos más destacables y Jaime Ortí dejaba la presidencia al ya máximo accionista de entonces, Juan Soler. Y, desde ese instante hasta la llegada de Peter Lim, surgen una serie de dudas a plantear para, en análisis de su resolución, impedir que derive de nuevo  en el futuro en una situación semejante a la que padece el Valencia.

La gestión en venta y compra de jugadores en el periodo de Soler generó una deuda cercana a 100 millones, que se amplió a 200 millones más por un préstamo para construir el nuevo estadio, que pensaba amortizar con la venta de parcelas de viejo Mestalla, premisa damnificada por la crisis inmobiliaria de 2008. ¿Bajo qué criterios se siguió la política de traspasos y fichajes que produjo ese déficit de 100 millones? ¿Por qué el Valencia decidió edificar un nuevo campo con recursos propios cuando, en esa y en esta época, no hay ningún club de fútbol que lo acometa y que fue el origen principal del endeudamiento actual?

Posteriormente, Vicente Soriano le compró las acciones a Soler, pasando a ser el máximo accionista. Un año más tarde buscó a un inversor uruguayo, Dalport, que resultó ser un fondo de dudoso prestigio y, para evitar que este se pudiera convertir en accionista mayoritario a la par que dotar de liquidez al club que evitara entrar en concurso de acreedores, el Valencia se vio abocado a suscribir una ampliación de capital. ¿Prevaleció el interés propio para Soriano sobre el genérico del club de todos los valencianistas?

Pero ya Soriano habiendo dimitido, la presidencia  la asumió Manuel Llorente, y es con él y con Javier Gómez al mando del Valencia cuando se realiza la mencionada ampliación de capital para la que se solicita un nuevo crédito de 200 millones a Bancaixa, consecuencia de no haber podido completarse mediante la compra de accionistas minoritarios. Durante este periodo, vendiendo futbolistas a mucho más alto precio que el gasto originado por la compra de sus sustitutos, añadida a la exigencia impuesta a Emery, y cumplida por el técnico vasco, de clasificar al equipo para puestos en la Champions, se redujo la deuda, aunque no a niveles exigibles por la entidad bancaria, quien dicta la venta del Valencia y, por tanto, la búsqueda de un comprador. Pese a que Llorente esgrimió que la venta de solar del viejo Mestalla sería inminente mediante una UTE y que se reduciría la deuda de 370 millones a 170.¿Por qué fue incapaz Llorente de encontrar comprador para las parcelas y de “no presentar ningún plan sostenible que permita la refinanciación”, tal como esgrimió el banco, si justa esa era su misión principal?

Con la dimisión de Llorente, al tiempo la responsabilidad de liderar el proceso de la venta del Valencia recayó en Amadeo Salvo y Aurelio Martínez. En el recién juicio celebrado en el que se les denunciaba por un traspaso de poderes a Peter Lim sin garantía legal por escrito, con sus propias declaraciones afirmando que efectivamente no se firmó el compromiso de terminar el estadio, ya responden a las dudas que podrían haber.

Lo esperable es una progresiva regresión en el proceso, pasando sucesivamente la responsabilidad al eslabón anterior de la cadena, en referencia a todas esas  acciones que, sumadas, han llevado al Valencia a estar en manos de un dueño que, aunque la afición deseemos que lo gestione como un club de fútbol con prestigio, histórico y de la tercera capital de España, lo dirige como un Valencia CF SAD, en su pleno derecho legal.

Y, aun no estando para nada de acuerdo con que sea el propietario del Valencia porque su directriz no es la más idónea incuestionablemente, es aceptando ese punto de vista de Peter Lim como mejor se puede actuar para que renten las acciones para verlo desligado del club.

A las ya comentadas que están acometiendo Libertad VCF, De Torino a Mestalla, unvalencia1919, u otras en el plano individual, se podría apuntar otra relativa a enfocarla siguiendo la idiosincrasia asiática. Quizás nos viniera bien conocer el patrón que les guía cuando se ven sometidos a presión continua porque igual se esté actuando en dirección opuesta.

Con un estadio por finalizar y con compromiso relativo de deber hacerlo por parte de Meriton, si encima el club descendiera y Lim se hartara, ¿cabría la posibilidad de declarar un concurso de acreedores, en el que, si bien, Lim perdiera dinero, su perjuicio fuera ínfimo con respecto a la incidencia que sufriría el club? ¿habría alguien dispuesto a comprar un Valencia en ruinas y en Segunda División? En caso negativo, probablemente con Lim at Home ya, podría ser que el que estuviera en disolución fuera el Valencia y, como en tantas otras ocasiones (CD Málaga, Real Burgos, CD Logroñes, Glasgow Rangers), empezar desde muy abajo, tanto que esa zona en que vive ahora, entre el noveno y el duodécimo de la División de Honor, hasta llegaría a ser una quimera inalcanzable.

Vamos, pues, a animar al Valencia a que permanezca en Primera, estudiemos cómo persuadir a que Meriton venda el club, cómo, cuándo y a quíen mejor le venga al Valencia CF, sabiendo que, por mucho empeño, es el bien del Valencia CF SAD el que prevalece sobre el del club de fútbol.

Desde 1992, las reglas del juego cambiaron y son esas las que se deben aplicar con inteligencia y sagacidad. Y es por ello que, a las medidas entusiastas de desesperar y/o seducir al dueño actual para forzarle la venta, se le deben acompañar de un plan programado para ese después, conformado por, entre otras, presentarle una oferta de compra que, caso de que prosperase, significara que el Valencia CF SAD fuese lo más semejante al Valencia CF pre-1992, y, en ese sentido, ya tenemos un modelo del que partir, el de la Real Sociedad, con la premisa innegociable del 2% como límite de posesión accionarial para cualquiera, sea socio, patrocinador o inversor.

No tener preparada esa hoja de ruta post-Lim sería el mayor de los errores. No detecto hasta el momento una dirección clara en ningún sentido. Yo sí abogo por una: tener como referente el sistema implantado por el equipo realista de Donosti.

Sempre Amunt !!