Assad Kassab. Foto: Massad Kassab Pérez.

Assad Kassab (València, 1974) es diseñador gráfico, artista plástico, escenógrafo, fotógrafo y cofundador y miembro del grupo musical Sokolov. Estudió Bellas Artes en Cuenca y cursó un máster en la UPV de Artes Gráficas que nunca terminó.

Su vida transcurría entre sus exposiciones de pintura y escultura, hasta que hace ahora 20 años inició una relación «con una estudiante de Arte Dramático de la ESADV, que se encontraba en el último año de carrera. El profesor Alejandro Jornet le propuso a ella que les asesorara en el espacio escénico. Había que amontonar unos electrodomésticos con algo de gracia, la idea me gustó mucho y no lo dudé, nunca había hecho algo así y me acabé involucrando totalmente en la escenografía y posteriormente en el cartel. La obra se llamaba «Me alegro mucho de haberte jodido la vida». Este fue el punto de inflexión de mi carrera ya que después de esto empecé a trabajar para la ESADV (imagen corporativa, carteles, fotografías) y para otras compañías que fueron conociendo mi trabajo como escenógrafo, diseñador y fotógrafo».

La música llegó más adelante con Sokolov, pero también a partir de su relación con la actriz Mireia Pérez. «Después de tres discos de estudio, estamos preparando un EP con mucha ilusión, es un proyecto independiente en el sentido más estricto de la palabra. No llenamos estadios ni viajamos en limusina, de hecho no ganamos ni para los gastos, pero nos hace vivir, soñar, gozar…».

De su amplia faceta artística hacemos parada en sus carteles, en los que aúna varias de sus habilidades creativas. En su cuenta de instagram suele compartir muchos de estos trabajos. En Verlanga improvisa un decálogo de cuatro puntos sobre lo que debe transmitir un cartel:

1- «A veces únicamente con un aroma de lo que se quiere contar es suficiente. De hecho, en ocasiones, cuando tengo la primera reunión con el cliente, suelo preguntarle a qué huele la obra, qué sensaciones le genera».

2- «No creo en los carteles donde se intenta explicar todo añadiendo elementos (imágenes y texto) a destajo. El «horror vacui» en el diseño me genera verdadera angustia. Menos, casi siempre, es mucho más.

3- «Prestar atención a los contenidos, cuidando la estructura, tamaño de las fuentes, que cumpla su labor informativa y publicitaria».

4- «El cartel, ante todo, debe despertar el interés de quien lo ve, debe arrancarlo para llevárselo consigo, ser un objeto de deseo».

Algunos de sus carteles plantean un doble juego, impactan porque tienen una imagen potente para después llamar la atención sobre un detalle de la misma que acaba siendo la que le confiere el significado. «Es intencionado, esos elementos son los últimos que ves pero los que te acaban dando claves, están dedicados a las miradas más minuciosas. Me da morbo imaginarme a la gente que los descubre».

Por otro lado, también establece conflictos visuales, elementos diríamos opuestos, que al confluir de nuevo dan significado a lo que se quiere contar. «Deseo que ver un cartel sea como recibir un puñetazo en la nariz, no suelo ser demasiado amable en mi discurso y detesto quedarme a medio camino. El conflicto visual es estrictamente necesario en mi trabajo».

Y el proceso creativo, ¿qué? «Para mí, en un principio, TODO VALE, incluidos los errores que surgen en el proceso creativo. Intento disfrutar lo máximo posible trabajando sin miedo con cualquier material y medio. A veces, la idea está desde el principio, otras llega en el proceso de investigación. En resumen, para hacer un diseño que me deje plenamente satisfecho, debo sentirme libre y no tener miedo, de lo contrario corro el peligro de que acabe siendo amaestrado y flácido».

Cinco de esos diseños que le dejan plenamente satisfecho es lo que le hemos pedido que seleccione entre los carteles que ha elaborado a lo largo de su trayectoria. Aquí están:

Vània

He elegido varios carteles de Les Antonietes Teatre, una compañía de Barcelona con la que he trabajado desde que nació en 2009. Con su director artístico, Oriol Tarrasón, tengo mucha complicidad, sobre todo somos buenos amigos. Difrutamos mucho de los procesos creativos, bien sea cocinando una idea, bien un chuletón. A veces, en esos momentos, aparecen las claves más importantes. Un día, cocinando una paella, vi que en el leñero había parte de una parra y le comenté a Oriol la posibilidad de utilizarla en el diseño de Vània. Hicimos una foto y después de comer nos pusimos con el cartel. Han sido innumerables los momentos de ocio mezclados con trabajo. Qué bien se está cuando se está bien.

El mal de la joventut

El cartel de El mal de la joventut fue el primero que les hice, también les diseñé la escenografía. Fotografié la mano de una de las actrices y utilicé una fuente de mi abuela con acabados dorados, luego, le añadí insectos que campaban a sus anchas con aires lujuriosos. Quería transmitir un ambiente decadente, cargado de tedio, de zozobra. Este diseño marcó, sin darnos cuenta, el estilo que con los años, dimos a la imagen de la compañía.

Othello

Otro cartel que he elegido de esta compañía es el de Othello. Fue muy interesante todo el proceso de investigación. Empecé pintándome la cara de color negro y estampándola en distintas posiciones en papel, surgieron muchas imágenes interesantes, pero el resultado no dejaba de ser anecdótico. Cuando terminé, observé las manos impregnadas en pintura y se me ocurrió dejar la huella en un cuello femenino. Mi pareja, se prestó, como en otras ocasiones, a ser mi modelo. Le hice una sesión de fotos hasta que la imagen, finalmente, me pareció que contenía lo que buscaba y me la aceptaron sin dudarlo.

Yo, Ubu

El diseño para Yo, Ubu es de mis favoritos. La idea surgió, como en muchas ocasiones, después de asistir a un ensayo de la obra. Le propuse al director, utilizar la corona que aparecía en la función y que diera la impresión de estar llena de mierda (en el texto aparece constantemente la palabra «mierda»). Como alternativa a la mierda, utilicé café descafeinado. Tras unos cuantos disparos, aparecío esta imagen, aunque al principio se veían los ojos, probé a esconderlos y me di cuenta de que la acción de coronarse tenía mucha más fuerza sin mostrarlos. Ramón Moreno es uno de los directores con los que más he trabajado y he tenido total libertad creativa. La confianza es muy importante y él me la dio desde el principio con la Escuela Municipal de Silla y con la Escuela Superior de Arte Dramático de Valencia. Estas dos escuelas me han dado la posibilidad de probar infinidad de cosas desde que comencé, hace 21 años. Para mi ha sido como un laboratorio: libertad absoluta, aprendizaje constante, jugar a probar sin miedo. Gracias por tanto.

Animal de séquia

La mayoría de mis trabajos han estado vinculados al teatro, pero en algunas ocasiones a la danza. Es el caso de Animal de séquia, donde por primera vez trabajé con Sol Picó. Fue una experiencia muy bonita. Tras ver el primer ensayo tuve clara la imagen y Sol me transmitió inmediatamente su confianza. Ya que tenía que fotografiar a la bailarina desnuda, traté de que se sintiera lo más cómoda posible. Es aquí donde entra uno de mis más queridos y talentosos colaboradores, Josep Escuin, quien durante estos últimos años ha cuidado como nadie de iluminar los sets y de asesorarme técnicamente. De esta forma puedo limitarme a fotografiar tranquilamente y a dirigir la sesión sin preocupación alguna. Recuerdo la impresionante e imponente presencia de Lorenza Di Calogero, la bailarina de la sesión. Al terminar, con Sol y su ayudante visionamos las fotos y rápidamente nos decantamos por la del cartel.