[su_note note_color=»#f8f4ea»]
Nombre: Myriam Moreno Martínez. Edad: 25 años. Lugar de nacimiento: Lliria (Valencia). Lugar de residencia: Valencia. ¿Cómo definirías tu actividad artística? Artista íntima.
[/su_note]
Myriam Moreno, fue mención especial Premio Ciudad de Valencia, en la última edición del certamen Valencia Crea, por el diseño de producto con la obra «Lo aprehendido». Su propuesta multidisciplinar de escultura, instalación y joyería artística posee la conexión del rojo vital. De lo íntimo a lo público, sus creaciones han abordado el concepto de la serpiente, de la piel que muda por el aprendizaje continuo. La suya lo hace adheriéndose del tacto y la técnica de los materiales que va descubriendo.
¿Eras de las que creabas joyas con plastilina cuando eras niña?
Sí. Tenía un juego que era con papel de aluminio, este se apoyaba sobre unas bases, unos patrones, se sacaba la forma y luego se montaba con plástico. Era muy curioso. No recuerdo cómo se llamaba, pero era de estos que no salen anunciados en la televisión. Me pasaba horas jugando. Eso sí, lo que hacía se destrozaba casi solo con mirarlas.
¿Qué te llevó a estudiar Bellas Artes?
Yo, de pequeña, quería ser arqueóloga y aunque no es lo mismo, creo que algo tiene que ver. También desde muy pronto me interesé por el diseño. Fui de las primeras de mi clase que tuvo ordenador y me dedicaba a hacer retoques de fotografías,… Y acabé en Bellas Artes. Realmente no sabía qué hacer, pero era una carrera que sabía que si no la hacía me iba a arrepentir. Una vez allí, me enamoré completamente del arte. Primero quise encontrarme con él y luego quise crearlo.
Empiezas Bellas Artes en el 2008 y solo dos años después realizas tu primera exposición en solitario, “La nada. El infinito”.
Tenía en la universidad a Javier Chapa como profesor y fue alguien que me subió mucho la moral, me dejaba libre en cuanto a hacer lo que yo quisiera. De repente, me di cuenta de que lo que yo estaba haciendo podría ir hacia algún sitio. Trabajaba entonces la encáustica casi con colores monocromos, blancos, negros, experimentaba bastante, quemaba, … y me lo pasé tan bien que tenía ganas de enseñarlo. Me fui al Bar Carajillo, muy cerca de la facultad, que sabía que programaba exposiciones, lo propuse y me dijeron que sí.
A esta exposiciones le siguieron otras dos muestras individuales y un viaje a China que supuso un giro en tu carrera. ¿Qué te cautivó de la estética oriental?
Me preparé para ir allí. Quería ir a Asia porque de trabajar obra más matérica e interesarme mucho Tàpies, tenía muy presente la filosofía oriental. Investigando los convenios entre el Politécnico y universidades de allí, estaba CAFA (Central Academy of Fine Arts), en China, que es una de las más prestigiosas de Asia. De hecho, luego pude comprobar que allí estudiaban muchos coreanos, japoneses, tailandeses…Cuando llegué, lo que me sorprendió es que lo que estaban haciendo no tenía mucho que ver con su arte tradicional, sino que están trabajando mucho el hiperrealismo y tomando como modelo los clásicos europeos. Pero sí que tuve un profesor, Xiao Lee, que daba clases de talla de madera y era budista. Él sí me aportó muchísimo. Hablaba de sacar el espíritu de la madera. Aunque no nos podíamos comunicar de manera fluida, tuve mucha conexión con él.
De todas formas, lo que más me aportó la estancia en China fue encontrarme con la joyería artística allí. En el 798, una antigua zona industrial reconvertida en galerías, descubrí algunas obras. Y la propia escuela, cuando termina el curso, hace una exposición de todos los alumnos y también había algunas piezas de joyería artística. Yo sabía que en Valencia estaba la EASD, y que trabajaban cosas muy parecidas, pero nunca me había atrevido a dar el paso.
Inicias tus estudios de diseño de joyas en la EASD influida por la experiencia china. ¿Qué descubres en ella que complementa tu arte?
El primer ejercicio que hice aquí fue de reciclaje. Tenía que diseñar algo con los materiales que me encontrara por casa, sin pegamento, … Tuve la sensación de que aquello era Bellas Artes, con un mismo proceso de investigación, iguales criterios,… no sé, entendí que simplemente estaba escogiendo otra disciplina artística.
Son muchas las disciplinas que practicas: instalación, escultura, joyería artística,… ¿Cuál es el nexo de unión de todas ellas?
El concepto. Trabajo la serpiente como arquetipo y, sobre todo, lo enlazo con el tema femenino y, por tanto, experiencias personales. A veces tengo miedo por si la gente no le encuentra la coherencia a todo lo que muestro. De momento, parece que sí, porque no tengo que dar muchas explicaciones (risas). También como nexo de unión está la experimentación de los materiales. Lo que acaba uniendo todas mis obras es un lenguaje que, intento, que sea propio.
¿Qué cultura te interesa?
Soy un poco devoradora. Llega tanta información a través de las redes sociales, que sería un auténtico desperdicio elegir unas cosas y otras no. Me interesa todo. También es cierto que tengo una vida algo frenética, hago muchas cosas al mismo tiempo, y me queda muy poco tiempo de ocio. Por ello, soy consumidora de cultura rápida. Mucha película, mucha historia corta, no me entretengo con grandes novelas, … estoy muy concentrada en mi trabajo, que para mí también tiene su parte de ocio.
Tu joyería artística se separa de tu propia marca comercial, Naine. ¿Qué tiempo y energía dedicas a cada una?
Es algo totalmente al margen de mi obra artística. La creé para tener cierta libertad. Me está permitiendo investigar nuevas técnicas, trabajar de manera más libre y rápida. Es algo muy económico, muy accesible para la gente, pero se trata de un trabajo más comercial.
Piezas que no nacen para ser llevadas y sí admiradas, ¿sería esta la esencia de la joyería artística?
Aunque hay un antijoyería que no se puede llevar, sí que tiene que permanecer una joyería artística que sí se pueda llevar, porque parte de lo individual, de lo íntimo a lo público. Eso es lo que la hace tan potente. No significa solo algo para ti, como creadora, sino también para los demás, y rompe con la galería. Porque lo que veo que ocurre con la joyería artística es que está imitando al arte. Se hacen piezas que son para exponer, incluso son pensadas para ser expuestas, no para ser llevadas, y ahí se pierde la oportunidad de sacarlo a la calle. De llevar el concepto de la obra a la calle. En la calle hay esculturas, o murales, pero todo eso queda demasiado anclado a la arquitectura, a un ámbito más urbano,…mientras que la joyería no, porque se lleva directamente en el cuerpo. Yo la veo a mitad camino entre la performance y la escultura.
Además de tus exposiciones individuales, te asocias con otras joyeras, como el colectivo Las Chicas del Tabliz. ¿En qué consiste esa actividad común?
Nos juntamos para participar en Melting Point. No sé si ya existían antes de que entrara yo. A mí me invitó María Alandes, que trabaja con virutas de lápices, además de tener una vertiente más experimental. Lo interesante del grupo es que trabajamos por conceptos. La última exposición que hicimos fue en Intramurs, se llamaba “Calles”, en la que cada una hacía su interpretación de ese concepto. La primera vez que me junté con ellas, como he dicho antes, fue para Melting Point, la feria de joyería contemporánea que se celebra en Valencia. Y también nos juntamos para participar en mercados o hacer otro tipo de actividades.
¿Cómo os alimentáis artísticamente entre vosotras?
Siempre nos estamos ayudando o preguntando cosas concretas sobre alguna técnica de trabajo. Aunque no sigas el mismo camino de elaboración, sí te sirve como pistas para seguir trabajando. Preguntar, ver lo que está realizando,… todo eso acaba influyendo en tu propio trabajo, puede que no de manera directa en el resultado o el concepto, pero sí está presente.
Háblanos de tu lugar de trabajo…
Soy bastante dispersa. Hago muchas cosas al mismo tiempo. Empiezo muchas cosas que no termino al instante, sino más tarde. Creo que es bueno, porque las cosas evolucionan y si dejas pasar un tiempo no las acabas como lo hubieras hecho. por eso, necesito tener los espacios divididos. Tengo mi espacio de arte textil, mi espacio de pintura y mi taller de joyería. Soy muy ordenada, todo en cajitas, aunque cuando trabajo es justo lo contrario porque necesito tenerlo todo a mano. Mi proceso es una lucha constante conmigo misma. Necesito el orden, pero soy caótica.
¿Y cómo es tu proceso creativo?
Escribo muchas ideas. No suelo hacer bocetos. A veces me hago un pequeño esquema de cómo lo quiero, los materiales que voy a utilizar, pero no llega a ser un boceto, más bien un croquis con más texto que imágenes. Y después paso a la experimentación con materiales. Soy muy impulsiva, prefiero luego descartar piezas que no me convenzan, pero ir directamente a trabajar con el material.
La joyería se funde cada vez más con el textil, con el tejido que llevamos más allá de ser un simple añadido o complemento. ¿Cómo entiendes esa evolución?
En mi caso, para nada la joyería es un complemento de la moda. Empecé a trabajar con el textil porque quería transmitir sensaciones. Hice una obra que quería transmitir la sensación de suavidad y a partir de ahí nació la serie “Suave”. He querido seguir trabajando con el concepto de la serpiente y el textil me permitía mostrarlo de una manera más sutil. Jugar con el rojo, con formas orgánicas y a la vez geométricas, … es un material que transmite calidez, infancia, que te lleva hacia adentro y eso es lo que yo buscaba. El reencuentro con el origen. Y muchas señoras, más mayores, lo reconocen. Y mi descubrimiento del textil fue sin querer. Buscaba materiales de uso cotidiano y se me rompió una media e hice “click”, me vino ese pensamiento tan poético de que mudaba de piel y así surgió. No está relacionada, como digo, con la moda.