El sótano de un aeropuerto. La cinta en la que las maletas dan vueltas y vueltas a la espera de que alguien las recoja. Cinco historias en torno a la inmigración. Ese es el andamiaje de «Un trozo invisible de este mundo», obra escrita (y también interpretada) por Juan Diego Botto, dirigida por Sergio Peris-Mencheta y con la participación actoral de Astrid Jones. Auténtica revelación de la temporada pasada, acumuladora de parabienes de la crítica y halagos entre compañeros de profesión, es la gran favorita a los Premios Max de este año gracias a las 6 categorías en que ha resultado finalista. Un montaje que huye del tono panfletario para denunciar la triste realidad que viven algunos seres humanos cuya vida es un exilio continuo, y en el que cabe el humor y la ironía, porque en el fondo no hay nada más serio que ambas cosas. «Un trozo invisible de este mundo» se representa los días 3 y 4 de mayo (a las 20’30h y 19’30h respectivamente) en Espai Rambleta y por si aun tienes dudas sobre la obra, allá van 5 razones por las que no debes perdértela.
Foto: Javier Naval.
1.- ARGUMENTO.
«Arquímedes», «Locutorio», «Carta al hijo», «Turquito» y «El privilegio de ser perro» son las cinco piezas que componen «Un trozo invisible de este mundo». Un agente de policía que cree que en este país no cabe nadie más, un inmigrante que llama desde un locutorio a su mujer y, entre divertidos desencuentros y confusiones, explica cómo le van las cosas y la dureza de la distancia; una mujer subsahariana que cuenta a su hijo cómo viajó a Europa y los obstáculos que encontró en el «primer mundo»; un joven que relata su experiencia frente a la tortura en la Argentina de la dictadura de la Junta militar de los 70; y un hombre que, cargado de sarcasmo, filosofa sobre lo que supone estar lejos de casa y perderlo todo por un exilio político. Cinco monólogos que acaban configurando una visión poliédrica de uno de los dramas que llenan páginas y minutos en los medios de comunicación y al que parece nadie quiere poner una solución.
Foto: Javier Naval.
2.- BASADO EN HECHOS REALES.
Si «Estrenos TV» (y años después los telefilms de Antena 3 del mediodía) legaron algo a la posteridad, fue la pena de ver a algunos actores hacer añicos sus carreras y, sobre todo, prevenirnos ante la frase «Basado en hechos reales». En estos casos era la única baza que tenían para justificar un guión insostenible y predecible. Como ese otro gran hit que era «Anunciado en TV», el efecto boomerang acababa jugando en su contra. Por suerte, el tiempo acaba borrando aquellos pequeños traumas y hoy, al menos la primera de ellas, ya no tiene significado peyorativo como antaño. «Un trozo invisible de este mundo» es el mejor ejemplo de ello, pues como indica la nota de prensa «los textos están basados e inspirados en personas y experiencias reales conocidas gracias a la colaboración de diversas organizaciones y ONG´s». Lo que provoca que esta obra de no ficción (que ha tenido proyección fuera de los escenarios con el libro «Invisibles» (Espasa) del propio Diego Botto) la carga emocional sea todavía mayor si cabe.
Foto: Javier Naval.
3.- JUAN DIEGO BOTTO.
La carrera de Juan Diego Botto está marcada por sus progenitores. Por un lado, la desaparición de su padre a manos de los militares argentinos cuando él era sólo un niño inculcó en su adn el compromiso con las libertades y los más desfavorecidos. Por el otro, su madre, Cristina Rota, le inyectó la pasión de una profesión que se le queda pequeña sólo actuando. Afortunadamente, Botto sobrevivió a ser un actor guaperas y a su personaje de «Historias del Kronen». Tal vez fuera «Martín (Hache)» (Adolfo Aristarain, 1997) la que marcó una nueva etapa en su carrera. El cortometraje «El balancín de Ivan» (Darío Stegmayer, 2002) sirvió para cicatrizar (que no cerrar) heridas, como si se tratara de un balón de oxígeno (para él, para María Botto y para los hermanos Alterio) necesario para poder seguir haciendo otros papeles. Más películas, alguna presencia televisiva y cada vez más teatro le han convertido en uno de los actores más interesantes del panorama actual. Un valor seguro encima de un escenario y detrás.
Foto: Javier Naval.
4.- ASTRID JONES.
Que la música fluye por las venas de Astrid Jones no es ninguna exageración, ni ningún ejercicio de escritura redicho. Forma parte del coro Gospel Factory, lidera con todo el groove imaginable a Astrid Jones & The Blue Flaps y tiene un proyecto (en barbecho) con el gran Carlos Coupé (que bien nos hicieron sus discos llenos de frescura retro que le publicó Subterfuge hace unas décadas) llamado Wondetronix. Además, de otros grupos y alianzas que se quedaron por el camino. Sus primeros pasos interpretativos también estuvieron ligados a la música («El Musical de Broadway», «Canciones de Disney»,…) e incluso, ahora, en «Un trozo invisible de este mundo» se puede disfrutar de su voz prodigiosa. Además de su interpretación al más puro estilo de las grandes damas de la canción negra: con precisión, fuerza, emoción y entrega.
Foto: Javier Naval.
5.- SERGIO PERIS-MENCHETA.
Fue el propio Diego Botto el que le pidió que dirigiera «Un trozo invisible de este mundo» después de presenciar su trabajo en la obra «Tempestad». No era la primera vez que Peris-Mencheta se ponía al otro lado de la escena y dirigía a sus colegas de profesión. Ya lo había hecho en «Incrementum» de Georges Pérec. Si al hablar de Botto aplaudíamos que no se hubiera quedado en un rostro agraciado que aceptara papeles facilones, en el caso que ahora nos ocupa, habría que regalarle una ovación de esas que duran varios minutos porque a base de trabajo y trabajo ha podido quitarse el estigma que acompaña(ba) a todos los que formaron parte del elenco (joven) de «Al salir de clase». Comprobar que lo ha conseguido puede ser otro estupendo motivo para ver la obra.
