Son la cuatro de la madrugada y Molly Bloom no puede conciliar el sueño. Su marido duerme junto a ella en la cama. El insomio da paso a un extenso monólogo en el que deja fluir libremente sus pensamientos más íntimos. Este es el argumento de La nit de la Molly Bloom (Teatre Micalet, 25-27 de enero), obra que adapta el capítulo final del Ulises de James Joyce.

Àngels Bassas es Molly Bloom en este montaje dirigido por Artur Trias, quien también se encarga de la traducción al catalán a partir de la versión de Sanchis Sinisterra. Junto a Bassas, en el escenario, Jep Barceló da vida a su esposo. Con la actriz catalana hablamos de su carrera, de este papel o de lo que supone interpretar monólogos, entre otras cosas.

Hace unos días, en tus redes sociales contabas que para tu nueva web estabas rescatando fotos de tus trabajos escénicos. Aprovechando ese recuerdo reciente, ¿qué balance harías de tu carrera teatral?

Fue muy curioso, porque vuelves a ver imágenes que hacía años que no veías y que te recuerdan incluso a compañeros que ya no están, y momentos preciosos. Sobre todo la década en la que estuve muy vinculada a la compañía del Teatro Romea, en la que hacíamos giras por toda Europa y por todos los teatros de España. Estoy muy orgullosa de la carrera tan prolífica que he tenido la suerte de tener en estos casi treinta años en este oficio, tanto con personajes con mucho peso como con secundarios que he intentado hacer grandes. Y por la variedad de registros también. Creo que un actor debe de luchar sobre todo para eso, para no encasillarse, debe ponerse retos, crecer.

¿Qué papel ocupará tu Molly Bloom en un balance futuro? ¿Qué crees que aporta a tu carrera?

Molly Bloom es uno de los retos más importantes para una actriz. Sanchis Sinisterra hizo la versión teatral para Magüi Mira hace 30 años, luego lo hizo hace 20 Rosa Novell, y ahora lo hago yo por primera vez en catalán. Siempre se ha dicho que es uno de esos monólogos hits para cualquier actriz, un reto interpretativo.

Hace tres años interpreté el monólogo Ciara, de David Harrower, que era un personaje como muy fuerte. Y ahora con Molly Boom se me permitía trabajar otro registro, dijéramos, más dulce, más tierno. Una mujer que desde la madurez habla de sus inquietudes, de sus fantasías sexuales, de sus deseos, de su relación con su marido, de la maternidad, con un sentido del humor muy fino. Algo muy vigente, incluso muy feminista. Se tocan, también, temas como los altibajos o el deseo que va y viene en una pareja o en un matrimonio y muchos espectadores se ven reflejados.

Esa diferencia que apuntas entre el monólogo de Ciara y el de La nit de la Molly Bloom, ¿tuvo su peso a la hora de que aceptaras un segundo monólogo en tan poco tiempo, teniendo en cuenta la dureza y el desgaste que supone este género?



Son muy duros los monólogos sí. Y se me pasó por la cabeza “oh, no, otro monólogo no” (risas). Pero Artur me lió, me convenció, me dijo que solo lo podía hacer yo. Me dio tanta confianza en mí misma que al final me autoconvenció. Porque realmente el monólogo es un género que precisa de muchísima concentración, cualquier ruidito, un móvil, un papelito, … te puede sacar, hacer que el texto se vaya. La dificultad principal de este monólogo, además, radica en que le van surgiendo los pensamientos como si fuera una botella de champán que se abre. No siempre tienen un orden lógico lo que dificulta su memorización porque pasas de una cosa a otra, es esa corriente de conciencia que se hizo famosa en Joyce, de asistir a la corriente psicológica de alguien, a lo que están pensando. Y eso a nivel interpretativo no es fácil.

¿Cómo llegas a la obra?



Fue un proyecto que me lo puso en las manos Artur Trias. Un caramelito. Un personaje que me permitía como actriz probar un registro que nunca había hecho. Siempre me han tocado mujeres muy fuertes y en este caso era un registro desde la suavidad, retratando esa mujer de principios del siglo XX que ha renunciado a cosas como mujer, incluso a su carrera como cantante al casarse y tener que criar a su hija, pero que dice cosas de una vigencia muy bestia. Se pregunta qué harían los hombres sin las mujeres, qué pasa con las mujeres cuando envejecen y no las desean siendo aún mujeres deseables,… llega a decir que le gustaría ser un hombre para probar a una mujer. Son cosas muy revolucionarias para cuando fueron escritas.

Te acompaña en escena Jep Barceló como tu marido. ¿Qué importancia tiene su presencia para tu trabajo teniendo en cuenta que apenas interactúa contigo?

Cuando apareció Jep después de ensayar sola durante quince días fue como ¡guau! Cambiaba mucho tener al marido al lado, que está respirando, que está vivo, aunque esté dormido. Encontramos cierta gestualidad en sus cambios de posición que nos venían muy bien para el monólogo. Esa no reacción al estar dormido, el hecho de que esté roncando, de que no le escuche,… modifica a Molly Bloom. Jep ha sido muy generoso buscando y encontrando gestos, movimientos, … además estando al revés en la cama, tal y como lo escribió Joyce, los pies donde la cabeza (risas). Y no voy a hacer spoiler, pero hay algún movimiento suyo, incluso hacia el final, que cambia el monólogo. Vamos, que no es una momia quieta, para nada, está respirando y le pasan cosas aunque esté dormido.

Antes has mencionado a Magüi Mira y Rosa Novell porque ambas fueron Molly Bloom en el teatro. ¿Tuviste presente sus trabajos u otras versiones anteriores de tu personaje?



Vi en youtube la versión que se hizo para TVE con Magüi Mira, con la calidad de imagen de hace treinta años, y me encantó. La nuestra es distinta. La de Rosa Novell no la pude ver. Y, también, por internet he visto versiones que se han hecho en Inglaterra. Además hay varias películas. Yo lo veo como referencia, pero luego intento olvidarme, porque lo cuenta de verdad son los ensayos, el trabajo con el director y el otro actor y la investigación que hice, que afortunadamente tuve un año para ello, y me leí la novela y me pude trabajar el personaje muy bien.

¿Qué importancia tiene el humor en la obra?



Lo tiene, lo tiene.La verdad es que te ríes mucho porque todo está contado con mucha naturalidad. Por ejemplo, a ella le baja la regla y se pone a orinar en escena en un orinal. Joyce lo puso de una forma descarnada supongo que a propósito para que el lector, en este caso el espectador, asistiera a esa intimidad de una mujer. Molly Bloom se caga en todo con tener la regla y ese es un fragmento en el que las mujeres se ríen mucho.

Además de actriz eres escritora, ¿supone por ello un plus participar en una obra que es todo un clásico de la literatura?



Tengo la ventaja de que estoy familiarizada y amo las palabras más allá de por mi condición de actriz, porque escribo libros y me muevo afortunadamente, desde hace unos años, en el mundo de la literatura. Es una doble ventaja realmente porque a medida que iba ensayando también iba redescubriendo frases del original de Joyce y las propuse para añadir o para rehacer algún fragmento. Cuando recoges un texto clásico le vuelves a dar la vuelta. Trabajábamos a partir de la versión de Sanchis Sinisterra que tradujo al catalán Artur Trias y hubo algunas frases que Artur y yo disfrutamos mucho redescubriéndolas y reescribiéndolas, haciendo una revisión del original de Joyce.

 Joyce, por cierto, la escribió sin puntuación y he tenido que decidir los puntos y las comas que le pongo. Y esas decisiones las tomé con mucho criterio detrás porque escribo y por lo tanto tengo un bagaje a la hora de intepretar el texto.

Tú que has participado en series desde siempre (Sitges, El cor de la ciutat, Cuéntame cómo pasó, Kubala, Moreno i Manchón,…), series muy buenas aunque nadie hablara entonces de edad de oro de las mismas ni estuvieran de moda, ¿cómo vives este boom actual de este tipo de ficciones?

Está ocurriendo algo paralelo a lo que nos está ocurriendo a nivel tecnológico y es que la irrupción de las nuevas plataformas digitales en casa ha provocado que la gente vaya menos al cine, lo ha revolucionado todo, ahora la gente tiene el cine en casa. Y todos los profesionales de la industria del cine se han dado cuenta e invierten ahí. Me acuerdo que yo escogía como verdaderas perlas las series en las que participaba. Tienes toda la razón, hubo una época preciosa en la que hacíamos muy buenas series y no tienen que desmerecerse respecto a las que se hacen ahora, aunque ahora parece que sean mejores porque estamos haciendo series que están saliendo al extranjero. Con la universalización de esas plataformas, producciones españolas están viajando a Latinoamérica y a otros paises y eso antes no nos pasaba.

 Por otro lado, creo que es bueno este boom porque genera mucho trabajo. Como actriz amo mi trabajo. Me gusta hacer cine, teatro, televisión, escribir, me gusta hacer bien mi trabajo en todos esos ámbitos y me gusta que podamos hacer arte, esté en una serie, en una película, en una obra o en un buen libro. Lo que hay que hacer es buenos productos siempre. El espectador, o el lector, se lo merecen.