Carmen Maura descubrió que quería ser actriz encima de un escenario. En el del Bellas Artes de Madrid pasó de meritoria sin frase a protagonista porque Amparo Pamplona enfermó. Era el año 1969, estaba embarazada, la obra era Hay una luz sobre la cama y su compañero de tablas fue Manuel Galiana. Pasó una noche en vela para memorizar el papel, pero el esfuerzo y el cansancio se esfumaron con los aplausos finales.
Y de un papel salió otro y se fue de gira con Ninette y un señor de Murcia pocos meses después de haber dado a luz. «Quería muchísimo a mis hijos, pero necesitaba más el teatro, así que me fui cargando con la maleta, de gira por los pueblos (…) Fue mi primera experiencia verdaderamente de actriz (…)», le confesó Maura a la periodista Paula Ponga en el pequeño y magnífico libro de memorias sinceras que la editorial Icario publicó en 1993.
Llegaron la televisión y el cine, mientras el teatro se iba espaciando bastante en el tiempo. Hace cuatro años, precisamente con otro Mihura, Carlota, regresó a los escenarios después de muchos años sin pisarlos. Ahora lo vuelve a hacer con La golondrina (Teatro Olympia, del 31 de octubre al 4 de noviembre), junto al actor Félix Gómez, bajo la dirección de Josep Maria Mestres y con un texto original de Guillem Clua, inspirado en la matanza ocurrida en 2016, en el bar Pulse de Orlando, de clientela mayoritariamente homosexual, en el que fueron asesinadas casi cincuenta personas.
Maura ha reconocido que no ha sido fácil ni cómodo preparar las funciones, acostumbrada a las dinámicas del cine y a que ha levantado el pie del acelerador y se toma con más calma su trabajo. En La golondrina da vida a Amelia, una exigente profesora de canto que recibe a un alumno que «desea mejorar su técnica vocal para cantar en el memorial de su madre fallecida recientemente». El duelo y el perdón sobrevuelan la función como ejes argumentales. Han pasado casi cincuenta años de la primera vez de Carmen Maura en un teatro. Seguramente, el final será el mismo: aplausos y aplausos.