Entre València y Azerbaijan hay 5.282,8 kms. Una distancia tan importante como la que suele recorrer un texto teatral desde que es escrito hasta que se representa en un escenario. Ese viaje lo hemos querido hacer con Mertxe Aguilar, autora precisamente de la obra Azerbaijan.
El trayecto del texto tiene paradas en cada uno de los colaboradores del montaje. ¿Qué aporta cada miembro del equipo? ¿Supervisa la autora cada paso? ¿Cómo se ha ido transformando el original? Empecemos, como no puede ser de otra forma, por el principio.
¿En qué momento tuviste la sensación de que el texto dejaba de pertenecerte?
Desde el momento en que se lo pasé a Eva Zapico, a Pau Gregori y al resto del equipo. Para mí fue un alivio el momento en el que lo compartí con ellos, la verdad. Fue un alivio porque es un texto que empecé en 2013 y terminé en 2016. Así que ya era hora de deshacerse de él.
¿Escribiste pensando en Pau Gregori (actor de la obra junto a la propia Mertxe Aguilar) para su personaje?
Parece que sí, porque Pau mola, pero no lo escribí pensando en él. No suelo pensar en personajes cuando escribo, sino en situaciones, urgencias, conflictos, estados de ánimo… No entiendo el concepto de “personaje” como un ente o perfil único que los actores y actrices tengan que repetir y repetir. Para mí los personajes no existen hasta que alguien los lee, con su cuerpo, con su voz y sus cositas. Pau y yo somos los personajes ahora, pero también lo serían otros actores y actrices dado el caso.
Eva Zapico se encarga de la dirección, ¿cómo ha transformado tu texto a la hora de poner en pie la obra?
Eva tenía total libertad para hacer con él lo que quisiera. Lo primero que le dije fue que si hacía falta añadir o quitar texto o hacer cualquier tipo de cambio no había problema, pero en ningún momento ocurrió. Respetó todo el texto y el orden de las escenas original, que no tiene un orden cronológico lineal de principio a fin, y todo fue muy a favor del texto con mucha inteligencia y mucha sensibilidad.
Creo que el texto dirigido por ella es mejor de lo que es, sin tocar una coma. No lo ha transformado, lo ha perfeccionado.
El espacio sonoro ha sido cosa de Néstor Mir. ¿Trabajasteis juntos? ¿Le diste indicaciones? ¿Ves reflejado en el mismo tu historia?
El espacio sonoro lo trabajaron Eva y Néstor junto con las proyecciones de Carlos Molina. Por la estructura del texto, un tanto desordenada, Eva usó el material de Néstor y las proyecciones de Carlos para el tránsito entre las escenas, narrando la historial desde el plano del anhelo de estos personajes. Yo no di ninguna indicación a Néstor. Yo estaba de actriz ahí ya. Puse en Eva toda la confianza. Además ya habían colaborado juntos y hubo bastantes acuerdos desde el principio.
Carlos Molina es el responsable de la iluminación y las proyecciones. ¿En qué potencian tu texto?
Antes de tener el texto sabía que era Carlos. Nos conocemos muchos años y su forma de trabajar con la luz, dentro y fuera del teatro (porque se pasa medio año por Europa trabajando en residencias artísticas, instalaciones, etc.) hace que se convierta en un personaje más. Aunque es muy difícil hablar del trabajo de cada uno por separado. Todos hemos trabajado en libertad pero en conjunto, las proyecciones de Carlos con el espacio sonoro de Néstor y la instalación lumínica, también de Carlos han potenciado y a la vez suavizado, lo que se pretendía provocar con el texto y a la vez su extrañeza formal. Y Eva fue la que puso cada cosa en su sitio.
Eres coproductora de la obra junto a Ultramar, sala de la que formas parte de su gestión. ¿En qué medida te condicionó eso la escritura?
En nada.
¿Qué papel ha desempeñado Xavier Puchades en el montaje y especialmente con tu texto?
Xavi estuvo presente en la fase de escritura. La primera página de texto la escribí como punto de partida para un taller con él, en 2013. Se suponía que la intención era terminar ese texto en el taller, pero no lo hice, hice otro, Aquí no va salir el sol. Azerbaijan se quedó a medias y lo aparqué durante más dos años, pero en 2016 lo rescatamos y lo pude terminar. Este fue mi primer texto largo y es difícil, es muy difícil, verlo todo desde fuera sin haberte enamorado o haber odiado lo que has hecho y para esto la mirada de Xavi siempre es reveladora y llega como un salvavidas. Creo que él sabe más de mi texto que yo, puede que por esa distancia que no tengo como autora, y siempre te ofrece mil maneras diferentes de mejorar lo que haces para que elijas, con tu estilo, llegar a otra cosa aún mejor.
Citas como colaboradoras necesarias a Patrícia Pardo, Guadalupe Sáez y Ana Fuentes. ¿En qué han consistido esas colaboraciones?
Esto es personal…(risas).
Desde el estreno, ¿cómo ha ido cambiando el texto original?
El texto no ha cambiado nada, lo que han cambiado son los silencios.
Un trabajo sobre los abismos de la pareja, la falta de amor y los bucles en los que nos instalamos cuando querer romper con algo que lleva demasiado tiempo fallando.