Miguel Rellán no necesita presentación. Su extenso y valioso curriculum habla por él. En cine, teatro y televisión. El trabajo de actor elevado a su máxima potencia. Aunque como comenta, divertido, «todo el mundo me recuerda por la frase Pues yo creo… que me voy a sacar la chorra«. Es de la película Amanece, que no es poco (José Luis Cuerda, 1988), en la que daba vida a Carmelo, un borracho cornudo que se desdoblaba y aparecía en dos sitios a la vez.

Con Cuerda, Rellán vivió una de las historias más intensas y descacharrantes de la Historia del Cine. Fue en Total (1985), junto a Enriqueta Carballeira. En un solo plano, un travelling, se declaran, se casan, conviven y se separan. Nada que ver, más pausada es Cartas de amor, la obra que le trae al Teatro Olympia, del 18 al 22 de enero.

El intercambio epistolar, a lo largo de sus vidas, entre Andrew Makepeace Ladd III y Melissa Gardner, nacidos ambos en el seno de una familia rica y de buena posición, es el argumento en torno al que gira la obra. «Un clásico del siglo XX», apunta Rellán, «que lo han hecho numerosísimos y grandes actores como Liz Taylor, Angelica Huston, Charlton Heston o Mia Farrow. Depardieu la está representando ahora en Francia» y que ya contó con una versión en España en 1992 con Alberto Closas y Analía Gadé.


David Serrano, con quien Miguel Rellán ya coincidió en la película Días de cine, es el director del montaje. «Teníamos ganas de trabajar juntos en teatro, pero nunca encontrábamos la obra que nos gustara a los dos. Cuando él me proponía una, a mí no me convencía. Y cuando era yo el que le decía algún título era él quien no lo veía. David descubrió, casualmente, que Ali MacGraw y Ryan O’Neal, la pareja de Love story, estaba haciendo en Nueva York una obra titulada Cartas de amor, buscamos por internet el texto y nos entusiasmó».

El texto no ha sido adaptado a la realidad española «más allá de eliminar alguna referencia a fiestas muy norteamericanas como el Día de Acción de Gracias que no se celebra aquí, al menos por ahora (risas), o algún chiste sobre judíos que en Estados Unidos sí tienen razón de ser por su población».  Y es que un tema tan universal como el amor no conoce de épocas o lugares. «No hacía falta convertir a los protagonistas en españoles porque daba igual, habla de cualquier ser humano, en el mundo occidental obviamente porque la realidad por ejemplo de la gente que viene en pateras no tiene nada que ver ni con la tuya ni con la mía, y no importa que sea de Estados Unidos, de Valencia, o de Villabofete del Conejillo, porque de lo que está hablando es de amor».


Rellán es, evidentemente, Andrew Makepeace Ladd III. Para elegir a la actriz que diera vida a Melissa Gardner «nos reunimos e hicimos una especie de tormenta de ideas. Pensamos en Ana Belén, pero no podía porque tenía una gira con Serrat. También en Geraldine Chaplin, que hubiera estado magnífica con ese acento suyo, pero tenía varias películas en Hollywood. No sé si fui yo quien acabó proponiendo a Julia Gutiérrez Caba. Me dijeron que no querría porque estaba mayor y no hacía teatro. Le llamé y me dijo que no (risas). Le insistí en que viniera a cenar con David y conmigo y le contaríamos el proyecto. Accedió. Le explicamos que era una obra con ciertas comodidades, estaría sentada, el papel era leído, y aceptó. Pero dejando claro que sin ensayos muy largos (risas)«.

Se trata de una obra sencilla, que no simple, en la que los dos actores no se miran en toda la función ni intercambian ninguna réplica directamente. «Puede parecer fácil porque se puede tener la sensación de que nos limitamos a leer. Pero si eso es lo que se transmite es porque está muy trabajada, al milímetro, porque cualquier texto que entrara fuera de tiempo, provocaría un desbarajuste».

En Cartas de amor la palabra lo es casi todo, «el teatro es palabra» apuntilla Rellán, y puesto que lo que cuentan los protagonistas está escrito en cartas es el espectador el que tiene que ir vistiendo y completando lo que se le cuenta con su imaginación. «En muchas funciones, nos han contado, que a los dos minutos siempre hay gente que se le queja a su pareja sobre si toda la obra va ser así, dos personas leyéndose cartas. Al final se pasan todo el rato con la boca abierta, enganchados, y acaban emocionados, algunos hasta llorando».

Miguel Rellán no ha parado de trabajar en teatro, cine y televisión (no os perdáis el espacio Mi amigo Miguel en el programa Late Motiv de Andreu Buenafuente). Incluso, en 1998 publicó un magnífico libro, Seguro que el músico resucita (Valdemar), «con el que conseguí colas larguísimas cuando fui a firmar a la Feria del Libro en Madrid, claro que por razones extraliterarias». Por entonces, daba vida al profesor Félix Torán, «el Bacterio», en la serie Compañeros y eso fue lo que provocó aquel boom de gente que contrastaba con los pocos seguidores que acudían a ver a su compañero de caseta, Juan Manuel de Prada. Sigue escribiendo, «pero sin ningún afán por publicar. De hecho, el libro que editó Valdemar fue porque unos amigos mandaron el manuscrito».

Echando la vista atrás, después de tanto y tantos trabajo, con una carrera tan extensa como atractiva, ¿tienes la sensación de tener algo pendiente como actor? «Todo. La mejor representación, el mejor trabajo siempre es el siguiente».