Foto: Juan Terol.

Con El perfume del tiempo (Sala Russafa, hasta el 12 de marzo), Chema Cardeña cierra su Trilogía de la memoria (Shakespeare en Berlín y La invasión de los bárbaros fueron las obras anteriores) cuyo objetivo es reflejar los efectos de los fascismos y movimientos de ultraderecha.

En esta ocasión, el montaje nos traslada a la Argentina de 2010 al seno de una familia acomodada y a los efectos que tendrá para ella enfrentarse al pasado, a la represión ideológica llevada a cabo por la dictadura militar que gobernó el país desde 1976 a 1983.

Cardeña vuelve a firmar el texto y la dirección. Juan Carlos Garés, Iria Márquez, Manu Valls y Marisa Lahoz, con la colaboración de Lucía Poveda y Carla Valls, conforman el reparto de una obra en la que lo escénico cuenta con el apoyo narrativo de audiovisuales.

El argentino Federico Caraduje es el responsable de ellos y con él recorremos todo su proceso creativo, dividido en tres actos: la creación, la preparación y la obra resultante. Suya es la palabra:

Creación

Mi participación en este proyecto surge de una charla informal con Chema Cardeña a las puertas de un teatro allá por el año 21. Me hizo saber, con mucho entusiasmo y un profundo conocimiento de los hechos, que estaba escribiendo sobre los bebés robados en la dictadura del 76 en Argentina. Me dijo que la obra se apoyaría mucho en las proyecciones audiovisuales y que quería contar conmigo para ello. Mi alegría fue máxima por dos cosas, principalmente: el placer de compartir otro proceso creativo con Chema y la temática, que me toca de cerca por ser argentino nacido en el año 76. En cuanto tuve un momento, llamé a mi familia, no podía aguantarme y quería hacerlos partícipes de la ilusión que me hacía colaborar en un trabajo tan significativo para mí.

Ya con el libreto en mano, me di cuenta del peso que tienen las audiovisuales dentro de la obra y del desafío que tenía por delante. Entendí que, con las imágenes y la música, el director pretende por momentos ubicar al espectador en una realidad social, política, histórica y cultural, así como ilustrar hechos de un pasado apenas conocido en este país. A su vez, crear atmósferas, materializar recuerdos y mostrar a los personajes en otros momentos de su vida pasada. La magnitud del proyecto y la sensibilidad del tema que íbamos a abordar se hacían evidentes.

A partir de aquí, me reúno con Chema, café con leche y pincho de tortilla por medio, para proponerle algunas ideas que creía que podían aportar a la obra desde la parte audiovisual. Le hablo sobre hechos históricos que consideraba importante resaltar, testimonios gráficos que me vinieron a la mente leyendo el guión, así como la estética que me parecía adecuada para cada uno de los elementos visuales. Quiero destacar en este punto que Chema tenía muy claro lo que quería y que conocía la historia a la perfección, cosa que me facilitó mucho la tarea. Una vez puestos de acuerdo, tocaba ponerse manos a la obra.

Foto: Juan Terol.

Preparación

Ya en casa, sentado en mi puesto de trabajo, lo primero que hago es una búsqueda rápida de los recursos que creía que más me iba a costar encontrar. Recorrí archivos de dominio público, visité páginas de entidades memorialistas, canales en Youtube de divulgadores de la historia, bibliotecas y un largo etcétera. De esta manera, me hice una idea del material con el que podía contar. Aún así, quería ir un poco más allá y tener amigos y familiares que desde allí me asesoraron, fue clave para la obtención de imágenes inéditas, tanto para mí como para la mayoría de los que han podido ver la obra. Documentos donde se pueden ver a niños adoctrinados por militares, filmaciones de centros clandestinos de detención con bebés en incubadoras, así como la manipulación de documentos y cédulas de identidad.

Una vez que tuve el material documental, y tras un período de selección, me puse con el montaje de cada pieza audiovisual. Aquí, el ritmo de la edición, la duración de los planos y la música juegan un papel fundamental para poder trasmitir lo que el director pretende en cada momento. Con una primera versión de cada elemento, me volví a reunir con Chema y tras el visionado ajustamos duraciones, cortes de audio, repasamos planos que sobraban y definimos aquello que podía faltar.

Además del trabajo de archivo, en la obra se exhiben dos piezas en las que se ven por un lado a la protagonista de niña bailando con su padre y por otro a su madre embarazada. Para esto organizamos un día de rodaje con los actores caracterizados. Estas imágenes fueron tratadas en postproducción para darles una estética de cámara antigua, tipo Super 8, como si de un vídeo casero se tratara.

Ahora sí, ya tenía todo y nos juntamos con los actores para hacer una primera prueba de proyección sobre la escenografía. Las imágenes son fuertes y tuvieron un impacto importante sobre la compañía, el recibimiento de las mismas fue cálido, amable y emotivo. Me tranquilizaba el hecho de saber que estaba bien encaminado, aún así, era necesario seguir retocando. Recibí una primera devolución donde todos aportamos nuestro granito de arena, escuché consejos y volví a la mesa de edición. Comenzaron los ensayos con luces, vestuario, maquillaje, seguimos ajustando, hilando fino y buscando el mejor resultado posible. El momento del parto, si cabe la comparación, estaba cada vez más cerca.

La obra

Los últimos ensayos antes del estreno me sirvieron para pulir algún detalle y terminar de ajustar pequeñas cosas. Sin embargo, podemos decir que el trabajo estaba hecho. Ahora viene lo importante, el fin de todo esto, la revelación final. Siempre he creído que una obra de arte no está completa hasta que alguien la observa y en este caso, ese momento ha llegado. Hicimos un primer pase con público y salió todo bien, desde lo técnico no hubo grandes fallos y los actores se lucieron con sus interpretaciones. Un estreno que, si bien sirvió para corregir alguna pequeña cosa más, nos dejó un buen sabor de boca y la satisfacción del deber cumplido. Todos respiramos profundamente y sentimos el alivio de haber dado el primer paso.

Creo que las audiovisuales cumplen su función. Puedo decir que la interacción entre el espacio escénico y las proyecciones es elegante y armónico. La dramaturgia se ve enriquecida con las piezas proyectadas y ayudan al espectador a sumergirse en la historia más profundamente, si cabe. Los actores y sus personajes también se ven influenciados con algunas de las piezas. Por ejemplo, el momento en el que la actriz principal ve un vídeo de quien fuera su madre embarazada, es clave en las decisiones que tomará y por ende, en el desarrollo de la obra.

Como co-creador de estas piezas (junto a Chema Cardeña) siento la satisfacción del deber cumplido, de haber estado a la altura de semejante desafío y confirma que amo mi profesión. Durante el proceso he reído, he sufrido, he llorado solo en casa viendo las primeras ediciones. He disfrutado observando las reacciones de la gente al mostrar mi trabajo. Pero sobre todo, he aprendido mucho. El hecho de que un proyecto te haga crecer, tanto a nivel profesional como personal, es una gran motivación y pone en valor el camino recorrido.