Guille Zavala y Toni Misó. Dos actores dando vida a dos actores en El viaje del salmón (Sala Ultramar, del 10 al 13 y del 24 al 27 de marzo). «Un actor joven y uno viejo trabajan, discuten, filosofan y se transforman durante el tiempo en el que coinciden en los escenarios y en sus vidas», dice la sinopsis de la obra. No hace falta añadir nada más.
Es el último lunes de febrero, queda semana y media para el estreno, se les nota más inquietos que nerviosos. Empezamos tomando dos cortados y un té, acabamos con tres cervezas. Hay química entre ellos. Hay ganas de ver lo que han creado.
¿Cómo se produjo vuestro encuentro creativo?
Guille: Conocía a Toni de verlo en el teatro, sabía quién era, después ya de ir trabajando y de hacer amigos comunes. Fuimos hablando y nos caímos bien, este tiene muy mala leche (ríe), pero creo que le pillé el sentido del humor y su acidez. Siempre nos hemos llevado bien. Y un día, en la entrada de un teatro, me dijo que si me apetecía hacer algo con él. Claro que me apetecía.
Toni: Suelo ir al teatro a verlo todo. Es la única manera de conocer a la gran cantidad de actores jóvenes que salen de todas las escuelas. Poco a poco los vas conociendo y hay gente que te llama la atención, Guille fue uno de esos. Hay mucha gente muy buena. Y me apetecía trabajar con alguien joven.
Guille: Él dice que quiere trabajar con gente joven, y los jóvenes queremos trabajar con los veteranos porque tenemos la esperanza de aprender algo, de que se nos pegue algo de sus tablas, de crecer con ellos. Hicimos un matrimonio…
Toni: … artístico.
Guille: Artístico y de conveniencia, nos conviene a los dos.
Toni: Sí, quisimos hacer una obra que uniera estos dos pensamientos, lo que piensa un actor viejo y lo que piensa un actor joven y a partir de ahí establecer una conversación entre ambos.
Guille: Es que echamos en falta esa comunicación. Parece que los jóvenes viven en un mundo aparte. Toni y yo estamos de acuerdo en que hay ciertos prejuicios hacia la manera de hacer de los actores de antes, de los veteranos. Ahora todo se lleva al naturalismo, lo que es ser muy verdadero. Pero hay algo, una técnica, o un oficio, que parece que no está llegando de los veteranos a los jóvenes.
El viaje del salmón se inspira en una obra de David Mamet.
Toni: Así es, yo tenía como referencia Una vida en el teatro, de Mamet, un texto antiguo, de sus primeros, que además creo que nunca llegó a tener como demasiado punch. Nos sirvió como excusa para llevarlo hacia nosotros. Y a partir de ahí empezamos a tocar el texto, lo que era una referencia para Mamet para nosotros ha cambiado directamente. ¿Cuál es la costumbre de un actor joven y cuál la de un actor viejo? Es complicado. A veces parece que seamos dos mundos muy diferentes y no sé si irreconciliables. Tantos años de dificultad nos han llevado a un terreno difícil de reflexionar sobre quiénes somos, qué queremos hacer, si lo tenemos claro todavía… abrimos una serie de incógnitas y a partir de ahí intentamos reflexionar. Todo esto estaba en la obra de Mamet, lo que pasa es que, claro, entre América y València hay muchas diferencias.
Guille: Se supone que esa obra se desarrolla en Broadway, donde hay dos actores, con una continuidad, con un sueldo, con una seguridad. Seguro que también es muy precario y muy difícil, pero desde luego la industria que hay allí no es la que hay aquí. Aquí hay un vacío y un desamparo del actor y nosotros tratamos de llevarlo a esa realidad, de transportarnos a esa realidad que no es la de Broadway.
Toni: El viaje del salmón es la cotidianidad, hoy, aquí en València, entre dos actores. Habla de una amistad y habla de un desapego, de alguna manera, de dos generaciones, porque yo le llevo treinta años ya a Guille.
Guille: Pero tiene que ver más con los prejuicios, porque al final si rascas estamos todos en el mismo barco. Es una cosa más imaginaria que real que estemos en lugares diferentes. Pero hay esa sensación, hay una injusticia por culpa del prejuicio. Y con la obra queremos reivindicar la relación, porque si nos ponemos a hablar, en realidad no estamos tan alejados, queremos lo mismo. Queremos trabajar, queremos trabajar con actores de diferentes edades, queremos trabajar en el cine, en el teatro… queremos trabajar en general (ríe).
Toni: En la obra hay un tema que sería la pérdida. ¿La pérdida de qué? La pérdida, a veces, de lo artístico, del poder trabajar en condiciones, saber donde estamos hoy en día, qué tipo de teatro nos gusta o nos gustaría hacer. Hay como demasiada confusión como para que tengamos claro exactamente cuál es nuestro lugar. Los actores estamos un poco perdidos, seas joven o seas viejo, las circunstancias son las que son. Y a partir de ahí hemos armado esos dos mundos de la obra.
Guille: Recuperamos la estructura de Mamet. La estructura es de varias escenas, diferentes lugares, en camerinos, en el ensayo, en la obra, después de la función, lo que dicen, lo que se habla… distintos escenarios en los que se desarrolla la vida del actor. Hemos cogido esa estructura, pero haciendo un poco de autoficción, un poco de documental falso. Toni y yo hablamos mucho sobre lo que queríamos decir en cada escena. Si poníamos más miseria, qué nivel de risa, cuanta autocrítica, qué responsabilidad tenemos nosotros de estar donde estábamos… No solo que lloremos y nos compadezcamos de nosotros mismos. También hay algo patético de querer hacerlo mejor, pero tampoco sabemos.
Toni: Hemos querido hacer una broma con lo de la autoficción.
Guille: Sin dejar claro hasta qué punto estamos hablando de nosotros, jugar con hasta dónde llega la realidad.
Toni: A los personajes, además, les hemos puesto nuestros nombres.
Guille: A lo mejor es lo único que es real, ahí queda, cada uno que interprete lo que quiera.
Toni, ¿cómo era, cuando eras joven, vuestra relación con los actores más veteranos?
Toni: Creo que no ha cambiado tanto. Lo que pasa es que ahora hay mucha gente, hay muchas compañías, hay mucha producción, hay una producción excesiva de espectáculos que nos empujan a tener que trabajar más de riñón que de corazón. Pienso que es confusión lo que hay ahora (sonríe). No es más precario que antes, pero sí es cierto que había un poco más de posibilidades entonces en el trabajo. No sé muy bien qué decirte, es delicado. Yo he trabajado en la Compañía Nacional, en el Centro Dramático Nacional, me tuve que ir allí, tuve que volver, he tenido que trabajar en compañías muy pobres de València, he hecho producciones precarias…Todo eso lo tienes en la cabeza y al final te queda un gran futuro en las espaldas, como decía el título de la biografía de Vittorio Gassman.
¿Por qué la metáfora del salmón en el título?
Toni: Pusimos la metáfora del salmón porque tenemos que ir siempre como trabajando a contracorriente y acabamos un poco tocados de la cabeza entre el personaje, yo, mi realidad, lo que dice el personaje, cómo trabajas, cuando trabajas, ahora estoy parado, ahora no, ahora viene la inseguridad… y a partir de ahí establecimos eso, dos personas, dos actores, que aunque se estén peleando, se habla de una amistad.
¿Cómo fue escribir el texto a cuatro manos?
Guille: El texto surge de muchas conversaciones y Toni coge la delantera porque era el que más claro tenía lo que quería contar y redacta muchas de las escenas. Yo hice más una revisión, diciendo en lo que estaba de acuerdo y en lo que no. Incluso a día de hoy, aún en los ensayos, cambiamos frases. Es un texto que ha ido variando mucho a lo largo del proceso según nos parecía a nosotros. Se ha ido configurando a medida que íbamos hablando.
La obra cuenta con la dramaturgia y dirección de Kika Garcelán. ¿Necesitabáis una visión externa?
Toni: Kika siempre ha estado con nosotros desde casi el principio, desde eso que te hemos contado de la génesis del proyecto. Kika nos dijo que no corriéramos, que teníamos muchos textos, muchas ideas. Trabajamos la dramaturgia poco a poco.
Guille: Necesitábamos que nos confrontarán, porque podía darse el caso de que nosotros lo tuviéramos demasiado claro y creyéramos estar contando algo concreto, pero desde fuera se vieran otras cosas. Kika nos reconduce, nos pone en el sitio… hay otro diálogo necesario.
Toni: Tiene que haber una visión externa de todo. Son demasiadas cosas sobre nuestra chepa para tirar adelante. Sí, necesitábamos esa mirada. Y también una mirada femenina, porque evidentemente somos dos tiarrones y teníamos muy claro que esa mirada femenina nos interesaba y la queríamos. Además, Kika trabaja muy bien el texto, la dramaturgia es de ella. Ha ordenado un poco ese lío de escenas que teníamos, nos ha dado un poquito de tranquilidad y ha frenado el caos que tanto Guille como yo llevamos encima (ríen).
Estrenáis en Ultramar y gracias a esa apuesta de la sala por mantener dos semanas las obras, El viaje del salmón no se reducirá a las tres fechas a las que se ven condenados muchos montajes.
Toni: Lo decimos en la obra.
Guille: Es parte de esta realidad de la que hablamos. ¿Todo el esfuerzo para que? Para seguir en la brecha, porque después hay que iniciar otra cosa cuando has hecho todo ese esfuerzo para una obra, y luego otra. Sin olvidar, también, los palos que te dan después si no lo haces bien. Pero da igual. Lo haces otra vez, porque es una rueda.
Toni: Teníamos muy claro que lo queríamos hacer para Ultramar. ¿Por qué? Por esas circunstancias de las que estamos hablando, del actor perdido, del actor que no llega. Y con lo que ha pasado últimamente en la sala creemos que era el sitio ideal para hablar de eso, para hablar de la interpretación en un nivel precario y duro. Hacer un espectáculo que quieres hacer prácticamente sin ningún dinero, pero porque quieres contarlo, porque quieres hablar de esa realidad que es la tuya y que es la de mucha gente, la generación de Guille y de todos sus compañeros, pero también la mía y la de mis compañeros. En este caso, Ultramar está haciendo un esfuerzo muy grande. Es el lugar apropiado, aunque luego lo podemos hacer también en otros lugares, pero este era el idóneo para estrenar. Aparte del esfuerzo y de la buena voluntad de todos los compañeros del equipo, no queríamos hacer esta función con ninguna ayuda, con ninguna subvención, porque es una función que habla de nosotros, que nos subvencionen si quieren la próxima obra que hagamos, pero no esta en la que voy a hablar de mi equipo y de nuestras cosas.
Una obra de teatro sobre teatro.
Toni: Yo he visto mucho metateatro, pero normalmente el metateatro no habla solamente del actor, habla del mundo del teatro, de quien dirige, de quien escribe…. Películas de referencia hay un montón sobre el mundo del teatro, obras de teatro también, sobre personajes en busca de autor, hay mil temas, pero en este caso son dos actores solos, es más becketiana en ese aspecto, y no hablamos de autorías, ni de direcciones, ni de nada. Solo es el actor que ya bastante tenemos. Hablamos de manías de los viejos, hablamos de ilusiones de los jóvenes…
Guille: No sé si nuestros compañeros se verán reflejados, pero tampoco tenemos esa ambición. Creo que la precariedad es muy común a cualquiera que se esté dedicando a esto, pero habrá quien no se vea reflejado o diga que tampoco es para tanto o que somos unos llorones, o que sí que tenemos razón, que, joder, menos mal que alguien cuenta mi historia también. Procuramos no pensar mucho en eso, la verdad, no sé cómo se lo van a tomar.
Ya que hablamos de actores, da la sensación de que no se valora lo suficiente la capacidad que tenéis no solo para memorizar vuestros papeles, sino para recuperarlos del disco duro de vuestra cabeza cuando surge una nueva función alternándolos con otros proyectos.
Toni: Yo lo he pasado mal, y cualquier actor mayor lo pasa mal, cuando tiene mucho texto. Y recuperarlo no siempre es fácil y no siempre encuentras hueco. Hay veces que la memoria te gasta malas pasadas. No somos máquinas.
Guille: Tienes como anclajes. Tenemos pistas que nos llevan a tener una necesidad de decir lo que tenemos que decir. Por ejemplo, puede ser que sea algo físico, me apoyo aquí y sé que tengo que decir esto. O veo una acción de mi compañero y eso me lleva a decir el texto. No siempre es así claro está. Pero hay mucho de recorrido y sabemos en cada momento de qué estamos hablando. Aunque te pierdas, sabes lo que le tienes que decir, puede que en ese momento no digas exactamente el texto, la mayoría del tiempo sí, pero si se te va, puedes responder porque sabes de qué se está hablando.
Toni: Bueno, eso depende de la función,
Guille: Sí, claro.
En un texto clásico no existe esa posibilidad, ¿no?
Guille: No, ahí no hay margen.
Toni: Evidentemente, en un clásico no tienes ningún margen. Si se te olvida, tienes un blanco nuclear.
Guille: Pero es cierto que una vez te pones a hacerlo y tienes las claves para memorizar y para decir un texto no es para tanto.
Toni: Es de lo que más llama la atención a la gente que no es de la profesión. Cuando te ven hablando y les explicas que estás repasando el texto, siempre preguntan si nos metemos todo eso en la cabeza y sí, sí, claro. Es un sufrimiento, no solo porque lo vas a decir, sino porque no sabes si lo vas a poder decir entero todo.
Guille: Y no es solo eso. La memoria es la base, puedes saberte el texto, pero otra cosa es que interpretes bien. Normalmente si sabes lo que estás diciendo y estás implicado, no tienes problemas de memoria. Si no sabes ni lo que estás diciendo o estás diciendo por decirlo o te lo has aprendido pero no tienes el motor de por qué dices eso, es más fácil que se te vaya.
Toni: En mi época hacíamos una producción cuarenta y cinco días, he llegado a hacer de dos meses y medio. Así tienes tiempo para aprender, para interiorizar todo ese nivel de páginas de texto, puedes hacerlo. Pero hoy en día cada vez es más difícil, tenemos diez, quince, veinte días como mucho. Y muchas veces no es ya meterlo en la cabeza, es decirlo, conjuntarlo, verlo con los los otros, decírselo al otro…
Guille: …es interpretar bien. Pero creo que también es parte del encanto, de que el tipo que está ahí en el escenario se la juega. Hay una tensión dramática que es la de la obra y otra que es la de que el actor no se equivoque, no se pierda.
Toni: Parece que somos máquinas y no, somos humanos.
¿Cómo podría cambiar la situación de precariedad del teatro?
Guille: Jugamos a no saber, a intuir que podría ir mejor, que podría ser de otra manera. Olemos quien puede tener la culpa, pero no tenemos…
Toni: ¿Cómo que no? Los políticos.
Guille: Obviamente hay una cuestión política, de estructura, de sistema.
Toni: Horror.
Guille: Pero creo que jugamos a que estamos perdidos y no sabemos ni por qué. La estructura está, pero tampoco decimos y señalamos al culpable, está ahí. También nos pasa a los actores y a las actrices que estamos un poco perdidos en este sistema y a veces culpamos al compañero. Esto pasa mucho, el enemigo es el director, el actor, el otro, los veteranos que hacen tapón… No, es una cuestión estructural, pero no lo podemos ver, porque ante la precariedad estamos tan perdidos que nos olvidamos de quién es el enemigo de verdad. Y los actores de El viaje del salmón también están así.
Toni: Creo que hay un caos. Creo que hay un caos artístico, de ideas y de otras cosas. Y hay una burocracia que todavía la llevamos encima. Tampoco sé exactamente bien qué es lo que quiere el público. Tenemos muchas asociaciones que nos dan consejos, pero realmente es muy difícil ver qué es lo que podemos hacer ahora. No lo sé. Yo estando dentro no lo sé muy bien.
Guille: Estamos desamparados, el enemigo está difuso, es invisible. Lo olemos, sabemos que algo pasa, pero no sabemos cómo solucionarlo. No tenemos herramientas y aún así seguimos en la brecha, tratando de mantenernos. Nos falta un poco de conciencia, y no sólo de conciencia, para cambiar las cosas y mejorarlo. Habrá quien diga que no tenemos voluntad, pero es que si cada uno está salvando el culo, cómo lo vamos a hacer. No tenemos respuesta, desde luego. Lo que sí que planteamos en la obra es la pregunta y la posibilidad de reflexionar sobre nuestra situación.
A pesar de esta delicada situación, en la obra la comedia, el humor, tienen su importancia.
Guille: Hay que reivindicar la comedia y el sentido del humor y reírse de nosotros mismos, debemos de tener esa capacidad. A Toni y a mí nos gusta mucho Fernando Fernán Gómez, hablamos bastante de él, era alguien con un sentido del humor muy ácido. O Pepe Rubianes. Todos aquellos que se sentían muy libres de decir lo que le daba la gana, cosas serias, pero con sentido del humor.
Toni: Los tiempos cambian. Si ahora viniera un Pepe Rubianes igual no podría encajar en ningún sitio. Le dirían que no es políticamente correcto.
Guille: Es verdad que hemos perdido ese sentido del humor y habría que reivindicarlo como un lugar para poder hablar de todo y reírse de todos y de todo, empezando por nosotros mismos. Y no tener tanto miedo. Porque es verdad que hay autocensura, no sea que ofendas a este u otro colectivo. El espacio del teatro no debe ser el de la corrección política.
Toni: El viaje del salmón lo hemos hecho también con mucha pregunta, no con mucha certeza, sí con mucha pregunta, con mucha duda sobre el mundo del viejo, ¿qué tienes, qué quieres? Y sobre el mundo del joven, ¿qué tipo de trabajo quieres hacer? Todo ese tipo de preguntas, que son las pregunta del actor, pero también las del pintor, la de cualquier oficio artístico, ¿qué hago yo con mi oficio? La obra es una comedia amarga. Tiene un punto amargo, pero no deja de ser una comedia porque los actores estamos muy locos. Nuestro humor es un poco beckettiano, un poco nihilista.
Guille: A veces nos preguntamos si nos habremos quedado cortos.
Toni: Jugamos con la comedia, con el caos, con lo heroico y lo patético. Lo heroico porque es una heroicidad llegar a vivir currando de esto. Y lo patético es cómo llegamos a ello.
Guille: Lo patético es que nos tomamos muy en serio a veces. Tenemos un complejo de que nadie nos ha pedido que hagamos esto, no somos necesarios pero creemos que es fundamental la cultura, el teatro y la reflexión. Y de eso nos reímos en la obra, igual somos prescindibles, nadie nos ha llamado, nadie quiere que estemos aquí y nosotros nos empeñamos en hacer algo que nadie nos ha pedido y más ahora que está todo lleno de series y de ficción.
Y en este mundo vuestro, ¿qué papel desempeñan los premios?
Toni: Hay una barbaridad de premios, es excesivo. Premios Goya, del audiovisual, premios del nosequé, premios del actor, premios de la compañía….
Guille: Tenemos tantos premios por ese complejo de inferioridad que decía. Si no nos premiamos entre nosotros, nadie nos va a premiar.
Toni: El mejor premio es el trabajo. Eso lo llevamos diciendo los viejos toda la vida.