«La escopeta nacional» (Luis García Berlanga, 1978).

Enric Albero (Cocentaina, Alicante, 1980) es un sumiller del cine y las series. Lo del término vinícola no es un mero recurso literario, se entiende mejor visitando sus redes donde comparte algunos de los caldos que más le gustan. Periodista, crítico, le podéis leer en Caimán CDC, El Cultural o Serielizados, también es profesor en la ECAM, programador en la Mostra de València y gestor de contenidos del Berlanga Film Museum durante el año del centenario. Y este es su Berlanga favorito:

El Berlanga de Enric Albero

Siempre ubiqué al mejor Berlanga en el primer trienio de los años sesenta, cuando firma esas tres obras indiscutibles que son Plácido, La muerte y el leñador y El verdugo que, a su vez, suponen sus primeros trabajos con Rafael Azcona junto con a la no menos interesante Se vende un tranvía de la que ambos escribieron el argumento y dirigió Juan Estelrich. Sin embargo, si he de elegir desde la tripa, me quedó con La escopeta nacional principalmente por dos motivos. El primero, porque se entrega a la sátira política descarnada, un subgénero apenas abordado por nuestra cinematografía y que, incluso después de la esclarecedora trilogía del director valenciano, apenas ha tenido continuidad (y no, precisamente, por falta de material). La segunda razón tiene un punto reivindicativo: La escopeta nacional fue el mayor éxito de taquilla de Berlanga, un ejemplo claro de que la comedia popular no está reñida ni con la autoría más intransferible ni con una puesta en escena refinada como prueba ese clímax binguero en el que se resuelve la sucesión ministerial -del falangismo a la tecnocracia opusina- dentro del gobierno de Franco. Quizá, vistas las derivas que va tomando el teatrillo político nacional, convendría reabrir de nuevo esta veta que el cine español prácticamente ha dejado de explotar.