«¿Qué expulsamos cuando menstruamos? ¿Qué es la endometriosis? ¿Cuántos tipos de orgasmos femeninos existen? ¿Las pérdidas de orina son normales? Estas son algunas de las cuestiones lanzadas a la concursante de un extraño programa de televisión con vocación transformadora. Ella, al igual que muchas mujeres hoy en día, es desconocedora de muchos aspectos relativos a su cuerpo y a su sexualidad. También padece una enfermedad común, que se llama patriarcado».
Así presenta la compañía valenciana Unaovarias su primer montaje escénico, Parla, cony, parla, que se podrá ver en el Teatre Micalet, del 15 al 18 de octubre, en su versión en valenciano. Una obra de creación y dirección colectiva, interpretada por Laura Bellés, María Martí, María Sorribes, Samuel Vilu y Arantxa Lecumberri, que es quien contesta a nuestras preguntas.
¿Cómo nace Parla, cony, parla?
La idea inicial surge de la necesidad de hablar sobre el tabú de la menstruación y el desconocimiento sobre la biología femenina por parte de María Sorribes. Tras presentar una composición breve como fin de proyecto en la formación de EBCD (Formación en Composición y Coreografía de Danza Contemporánea) contactó con las actuales integrantes del grupo, María Martí, Laura Bellés y yo (Arantxa Lecumberri), para ampliar la pieza y seguir investigando sobre el universo de la mujer.
Tras su estreno como working progress en Russafa Escènica en 2018, gracias al apoyo del Instituto Valenciano de Cultura y tras muchas horas de ensayos y debates, fuimos dando forma al espectáculo que es hoy Parla, cony, parla.
¿Cómo definirías el montaje?
Es un montaje con un punto atrevido en el que prima un lenguaje multidisciplinar directo e irónico para tratar con humor asuntos que consideramos muy importantes en la sociedad contemporánea.
Parla, cony, parla es una obra muy dinámica en la que la música (creada por Samuel Vilu e interpretada en directo por él mismo) está siempre presente. Es una pieza apelativa, que mantiene al público activo y participativo en cada una de las escenas. Es provocadora, innovadora en cuanto al código, minimalista en cuanto a la forma y llena de humor e ironía.
¿Cómo fue el proceso creativo?
Colectivo y muy enriquecedor. La obra nace a partir de muchísimas horas de debate y discusiones entre nosotras. Intentamos hablar de lo que nos preocupa, en ese sentido fue un proceso muy libre. Nos permitimos experimentar y probar muchas escenas y temas. Buscamos inspiración y documentación en libros y artículos relacionados con el feminismo, la biología de la mujer y noticias de actualidad sobre la situación de la mujer hoy en día en el mundo. Casi un año de ensayos para hablar de lo que queríamos y de la forma en que queríamos hacerlo.
Al ser una dirección colectiva, ¿cómo ha sido ese trabajo conjunto? ¿Os repartíais tareas?
Partimos de que todas aportamos ideas y respetamos las ideas de las demás, así que hay que probar mucho y llegar a un consenso para estar todas conforme. Siempre hay alguna que sale de la escena y hace de ojo externo. Generalmente nos grabamos en las partes más colectivas, cuando ninguna de nosotras pueda estar dirigiendo, para vernos después y quedarnos con lo que nos funciona. Aun así, puesto que somos dos actrices y dos bailarinas, las partes coreográficas han sido más dirigidas por Martía Martí y Arantxa Lecumberri y las partes más textuales por María Sorribes y Laura Bellés. En definitiva, tratamos de dirigirnos las unas a las otras. Es cierto también que, siempre que se ha podido, hemos tenido ayuda de amigos y profesionales que nos han echado una mano estando afuera.
La obra tiene una estética minimalista en la que el rojo y el blanco son los colores protagonistas. ¿Por qué estos colores?
Tenemos la suerte de contar en el equipo con Riccardo Totto que, junto con María Sorribes, cuidan de la estética de la pieza, dando coherencia junto con el vestuario y la escenografía. Nos gusta el estilo pulcro y minimalista y los colores utilizados son simbólicos. El blanco hace referencia a la pureza que siempre nos venden de la mujer y de su higiene menstrual, y así lo utilizamos como un tabú a romper. Poco a poco el rojo toma protagonismo en la iluminación diseñada por José Pérez y en el vestuario, representando la sangre menstrual y finalmente nuestra piel, como liberación, el desnudo que nos hace ser sólo personas, y no un producto de consumo.
¿Qué papel han tenido Mertxe Aguilar y María Cárdenas en la elaboración de la obra?
Mertxe Aguilar, vinculada con la sala Ultramar, espacio amigo de la compañía, nos ayudó cuando empezamos a trabajar juntas. Nos animó a hablar mucho, a escribir sobre ello y a poner sobre la mesa todos nuestros deseos, sin restringirnos. Estuvo de ojo externo tratando de definir algunas escenas.
Y María Cárdenas nos asesoró en la dramaturgia una vez que trabajamos en dar la forma definitiva a la pieza, gracias al apoyo del Instituto Valenciano de Cultura. Contribuyó mucho a dar unidad y coherencia a las transiciones y la dramaturgia de la pieza, así como perfilando algunos de los textos, siempre respetando nuestra autoría y decisiones.
Ambas son mujeres muy profesionales que respetamos y admiramos. Les estamos muy agradecidas. Ha sido un proceso muy enriquecedor en el que han participado muchísimas mujeres: desde dos grandes dramaturgas como ellas, hasta nuestras propias madres, amigas, etc.
¿Qué queda de aquel working progress que presentastéis en Russafa Escènica el año pasado? ¿Ha variado en algo la obra desde su estreno en el Teatro Círculo?
Del working progress, la esencia de nuestro lenguaje pluridisciplinar y la apuesta por el humor. Todas las escenas se han mantenido, desarrollándose y definiéndose. Fundamentalmente, se han ampliado los temas tratados, incluyéndose dos escenas completamente nuevas y se ha involucrado más en la pieza a nuestro compañero, Samuel Vilu, tanto como músico como intérprete. Sobretodo hemos limpiado ciertos matices y detalles que, a nuestro juicio, son importantes para que la obra siga creciendo y vaya a más.