Meritxell Barberá e Inma García son las directoras del festival 10 Sentidos. Además son las fundadoras de la compañía Taiat Dansa. Han tenido que pasar diez ediciones del certamen para que ellas bailen dentro de su programación. Lo harán estrenando El amor (11 y 12 de mayo, La Rambleta), un proyecto residente de Graners de Creació 2021- 2022.
Una pieza creada, coreografiada y, como ya hemos dicho, bailada por Barberá y García, en la que comparten su historia juntas durante más de veinte años. Meritxell nos atiende por teléfono en la vorágine de un lunes en pleno festival.
¿Cómo surge El amor?
Nosotras, cada año, en cada edición del festival, con cada lema, seleccionamos a algún creador o creadora escénico para que haga una pieza exprofeso para el certamen, es la producción del 10 Sentidos en relación al tema. Cuando este año buscábamos a alguien a quien invitar para trabajar sobre el amor, siempre acabábamos pensando en cómo molaría que lo hiciéramos Taiat. La conversación siempre acababa así. Hasta que al final Marta Fernández nos dijo que después de diez ediciones del festival las cosas ya estaban claras, que una cosa era 10 Sentidos y otra Taiat, y si teníamos esa necesidad y nos hacía ilusión como coreógrafas, ya lo podíamos hacer. Y nosotras con el no, no, no, no…, hasta que un día, al final, dijimos que sí.
Con esta pieza, Inma y tú volvéis a bailar.
Llevamos mucho tiempo fuera de los escenarios, creando y dirigiendo de una manera natural. Pero en ningún momento tomamos la decisión de ya no bailar más. Como coreógrafas nos empezaron a hacer encargos y nos dimos cuenta de que tener el control de la coreografía y de la obra desde fuera es muy apasionante y tienes, también, tanta perspectiva que cada vez nos costaba más entrar y estar como bailarinas, porque al final es mucho esfuerzo controlar desde fuera y a la vez estar dentro. Ha sido un cúmulo de casualidades. Es verdad que luego los embarazos, los postpartos… también han influido en que estemos dirigiendo. Pero en esta ocasión, cuando empezamos a pensar en los bailarines, de qué queríamos hablar, qué parte del amor queríamos tratar a nivel de movimiento con la danza…, siempre acabábamos pensando en nuestra historia, la de Inma y yo, que es una historia de amor. Y ya que era la primera vez que íbamos a bailar en 10 Sentidos igual era interesante y bonito en nuestra vuelta a los escenarios, hablar de nosotras, de cómo al fin y al cabo mantener una compañía de danza y mantener un festival como el nuestro requiere de una dosis de amor tremenda, porque hay momentos de mucha flaqueza. Es una profesión que a la vez que es apasionante, tiene muchos instantes en los que es muy dificultoso tirar hacia adelante. Una historia de amor como la nuestra posibilita que todo el trabajo pueda ser más viable. Y lo bonito, muchas veces, si no se comparte también deja de ser tan bonito.
¿Cómo se refleja vuestro amor en El amor?
Nuestra idea, al final, fue pensar en que llevamos más de veinte años trabajando juntas y que, al fin y al cabo, de lo que hablamos es del paso del tiempo. Por eso, la obra se divide en las cuatro estaciones, lo que no deja de ser como metáforas de muchas primaveras, muchos veranos, muchos otoños y muchos inviernos que ya hemos pasado juntas. Cuando una relación realmente está fuerte y se prolonga en el tiempo es capaz de resistir a todas las inclemencias del tiempo que conllevan todas las estaciones del ciclo de la vida. Una relación que está fuerte es capaz de resistirlo todo, las tormentas, las nevadas, las altas temperaturas, la astenia primaveral…
Basándose El amor en vuestra propia historia, ¿hay guiños a algunas de las piezas que habéis hecho durante todos estos años?
Sí que hay un guiño en el final. Es a uno de los primeros trabajos que hicimos cuando éramos súper jovencitas, Deriva. Era la primera vez que hacíamos un dúo solas en escena. El final de El amor tiene algunas reminiscencias del final de aquella coreografía que para nosotras significó muchísimo. Fue el paso para dejar de ser una compañía tan joven y tan emergente, se nos empezó a programar fuera de la Comunidad Valenciana, incluso fuera del territorio nacional, en Montpellier. Es una pieza a la que le guardamos mucho cariño, fue un poco como nuestro despegue y hablaba, precisamente, de una historia de desamor. Ha sido muy chulo recuperar para el final de esta obra un poco de aquel material, completamente reformado y renovado, pero que sí que tiene que ver con lo que trabajamos allí.
Es habitual que en las piezas de Taiat (y esto de alguna manera está extrapolado a la filosofía del festival 10 Sentidos) establezcáis conexiones entre la danza y otras disciplinas artísticas, o que incorporéis a vuestros montajes formatos o herramientas de otros ámbitos. ¿Ocurre en El amor?
Nosotras entendemos la escena de esa manera, es nuestra manera. Pero eso no significa que creamos que la danza siempre tiene que funcionar así. Yo voy a ver espectáculos donde solo hay movimiento y no hay nada más que luz y cuerpos, y me encanta si está bien hecho, si hay una dramaturgia interesante y si detrás hay un contenido importante que hace que los cuerpos se muevan de una manera u otra. Pero es verdad que nuestra manera de trabajar siempre es contando con otros artistas que van también componiendo la escena con nosotras.
En este caso ha sido con Juanma Carrillo. Con él trabajamos en el videoclip de El Día Internacional de los Amantes, de La Habitación Roja, que tiene mucho que ver, fue como un punto de inflexión. Ya habíamos empezado a trabajar con la idea de crear una pieza sobre el amor para 10 Sentidos cuando nos llamó La Habitación Roja para hacer la coreografía de su último vídeo. Es muy curioso porque al fin y al cabo era una canción que hablaba de amor y querían que hubiera una pareja que estuviera bailando todo el rato. Era como una casualidad muy grande. Nos encantó la manera de trabajar de Juanma y pensamos que sería interesante contar con él en esta ocasión, la verdad es que estamos súper contentas. Ha hecho un trabajo precioso. En realidad toda la pieza es un vídeo. En ningún momento, en escena, deja de estar presente el vídeo, ha sido un reto para nosotras porque era la primera vez que hacíamos algo así. Era un reto porque el vídeo siempre cautiva más la mirada del espectador que lo que se está viviendo en directo, pero creo que hemos hecho un buen empaste. Lo que le pedimos a Juanma es que retratara, con imágenes, el paso del tiempo, que se vieran la primavera, el verano, el otoño y el invierno como una ventana al mundo.
Como has dicho antes, es la primera vez que bailáis en 10 Sentidos. ¿Eso conlleva un grado mayor de responsabilidad por ser las directoras del festival, justo lo contrario por olvidaros del certamen durante un instante y disfrutar de bailar en el escenario o una mezcla de ambas cosas?
Una mezcla de ambas cosas, porque es imposible olvidarte de la responsabilidad del festival durante estos días. Hay momentos en que desconectamos el teléfono porque si no, no podemos ensayar y bailar. Pero es verdad que cuando conseguimos concentrarnos en bailar, la danza requiere una concentración tan máxima, que durante las tres horas de ensayo estamos ajenas a todos los problemas de gestión y producción que significa el festival. Y al final eso también hace que luego cojas la gestión del festival con mucha más fluidez.
Reivindicar el amor en estos tiempos tiene algo de contracorriente, irreverente, casi punk.
Estoy completamente de acuerdo contigo. Así de punk es y así de necesario en estos tiempos tan convulsos de pandemia, de crisis sanitaria, de guerra… aunque el lema estaba ideado obviamente mucho antes de que estallara la guerra en Ucrania, pero ha sido como que si ya era importante antes, ahora todavía es más necesario si cabe focalizarnos en el amor. Ha sido un tiempo también en el que las emociones y los afectos han estado confinados. Unos años en los que nos hemos dado cuenta de lo importante que es el amor. Es esencial reflexionar sobre qué nos distingue como humanidad, la capacidad de amarnos, de protegernos, de cuidarnos y eso hay que reivindicarlo en estos tiempos de, también, crispación política. Hablar del amor en toda su extensión. Del amor a la naturaleza, al medio ambiente, la crisis climática… Es que hay tanto de lo que hablar en relación al amor, incluso el amor entre los desconocidos para que no ocurran desastres bélicos como el que estamos viendo. O el amor a uno mismo, es esencial quererte a ti para querer a los demás.
En el texto de Roberto Frattini (que firma la dramaturgia) de presentación la obra hay una frase, «El amor es no tener ya nada que decirse», que parece definir la historia de amor entre Inma y tú, entendida la frase no como la muerte de la relación, sino todo lo contrario. Teniendo en cuenta que en El amor repiten muchas de las personas habituales en vuestros trabajos (Frattini, David Orrico, Caldo, Estudio Savage, David Novella, Pilar Estrada, Marta Fernández…), la frase sería también extensible a ellas.
Para nosotras fue fundamental esa clave que nos dio Roberto. Él se refiere con esa frase a cuando una historia de amor ya está consolidada. Y así lo vivimos entre nosotras, pero también, por ejemplo, yo con mi pareja. Cuando una relación está consolidada es cuando ya no necesitas estar hablando, contando, puedes estar aburrida y estar de puta madre. Eso es a lo que se refiere. No tener ya nada que decirse, porque ya te has dicho tanto que muchas veces necesitas no hablar, pero estás muy a gusto con la persona con la que quieres estar. En este caso, claro, habla de Inma y de mí. Es decir, todas nuestras giras, todos nuestros viajes, todas las horas que pasamos juntas. Pero qué guay es, al mismo tiempo, esa incomodidad de no tener conversación. Solo puede ser cómodo con alguien con quien la confianza es máxima y con quien te apetece estar sin hablar. Y eso es muy chulo. Para mí eso fue muy clave en la construcción dramatúrgica de Roberto para esta pieza. Es que es verdad, piénsalo, con qué pocas personas en esta vida puedes estar sin hablar y estar fenomenal. Pues eso es el amor.