Si William Shakespeare estuviera vivo tendría un abono anual de la Sala Russafa. Pocas salas han mostrado más su devoción por el dramaturgo inglés. Versiones más clásicas y otras más innovadoras. Su universo creativo parece inagotable.
Ahora vuelve Julio César (del 8 al 10 de marzo), obra de Trece Teatro, que ya estuvo hace dos temporadas en la misma sala y que recuperan dentro del Cicle de la Dona que han programado esta semana y que se completa con Mari, Palante! (7 de marzo) y la charla Mujeres que cuentan. Personajes femeninos en las series de ficción, con la participación de Luci Romero y de Áurea Ortiz (6 de marzo).
Chema Cardeña dirige a Marian Villaescusa, Irene González, Iria Márquez, Rocío Domènech, María Pérez, Patricia Sánchez, Mónica Zamora, Ruth Palones, María Asensi, Alejandra Beltrán, Sara Bonell, Juanki Sánchez y José Torres, en una subversiva versión de Julio César. Sobre las particularidades de la obra y, sobre todo, de lo que significa Shakespeare para él, hablamos antes de que se alce el telón.
¿Qué tiene de especial este Julio César?
Tiene una particularidad importante y es que todos los personajes masculinos están interpretados por mujeres y los dos únicos personajes femeninos están interpretados por hombres. No es un capricho. Surgió de una necesidad, de encontrarme con un elenco de casi todo mujeres y darme cuenta de que no podía hacer una obra de Shakespeare porque normalmente sus personajes femeninos son pocos porque en su época las mujeres no eran actrices, y decidimos hacer un guiño y hacerlo al revés. Tiene pues de especial que es un espectáculo en el que las mujeres toman la voz, deciden en una obra política, que habla de política, que normalmente en las obras clásicas las mujeres no tienen tanta intervención en el gobierno ni en el mando. Y además están constantemente en escena. Ellas son la propia escenografía, ellas son la propia ambientación y ellas son las que construyen, poco a poco, este Julio César.
¿Cuándo nace tu interés por Shakespeare?
Mi interés por Shakespeare nace porque yo estuve estudiando en la Fundación Instituto Shakespeare y tuve la oportunidad de irme a Londres, hacer allí un Macbeth en castellano y conocer a directores como Edward Wilson, Michael McCallion, Brian Lee o al propio director de la Fundación, Manuel Ángel Conejero, que fueron los que me inculcaron este amor a Shakespeare que me ha acompañado toda mi carrera.
¿Qué es lo que te atrae de su obra desde el punto de vista de la creación teatral?
Al ser obras en las que se están tratando temas humanos, es decir donde se está buceando en el alma humana, son muy abiertas y te permite verlo desde todos los puntos de vista posibles, sin importar el sexo, el cargo, el rango,…permite ver cómo evoluciona el ser humano. Y tiene una universalidad y una atemporalidad tan grandes que permite que hoy en día sus obras, pero sobre todo sus palabras, tengan vigencia.
A pesar de haber participado en varios montajes de obras de Shakespeare, ¿sigues descubriendo, cada vez, nuevos detalles sobre su obra?
Siempre, siempre. Por mucho que haya hecho una obra, yo Hamlet la he montado seis veces, cada vez descubro algo nuevo, algo que se me había escapado o que desconocía. Insisto en que esa es la gran virtud de Shakespeare, al construir los personajes desde un punto de vista interior, humano, no estereotipados, no de cartón piedra, sino seres humanos, según también tu estado anímico, tu experiencia o tu estado vital vas descubriendo esas experiencias o momentos vitales en sus personajes. Con Shakesperae nunca acabas de aprender.
¿Alguna asignatura pendiente con Shakespeare?
Creo que necesitaría muchas vidas como director para poder hacer todas sus obras y bucear en ellas. Y para mí hay una gran gran obra que aún no he podido hacer, que es El rey Lear y que espero tener la oportunidad de poder hacerla.