Pía Sommer.

Pía Sommer, Miriam Reyes y Josep Pedrals protagonizan la segunda entrega de Rimbomba, Cicle de Poesía Viva de València (Teatre El Musical, 23 de abril, 20h), organizado por el gran Jesús Ge y que acerca a la ciudad algunas de las propuestas poéticas más interesantes del panorama actual. La triple presencia es un excusa perfecta para preguntarles por lo sagrada que es la rima en sus creaciones. Como un sola pregunta nos sabía a poco, hemos aprovechado la oportunidad para indagar más sobre su relación con la poesía.

¿Cómo llegaste a la poesía y por qué te quedaste?


Pía Sommer:
Nos «allegamos» con la poesía, seguramente cuando era niña y escribía cartas a mi abuela. No tengo la idea ni la sensación de haberme quedado después con algo, con alguien o en alguna parte, pienso que una se hace -te haces- con esa matemática fatal -y sin esperanza alguna- como decía Vicente Huidobro. Rara vez llegamos a la poesía o muy escasamente, creo que estamos siempre más cerca del poema, que es el que nos ofrece algunas imágenes provenientes de esa dimensión; estando allí prefiero retirarme un poco, observar, que no sea que estemos delante de un buen simulacro. La poesía es muy exigente, y agradezco que tengamos que ser rigurosas/os, sea cual sea el formato, porque se trata de un estado donde las cosas confluyen maravillosamente para pasar de un mundo a otro.

Miriam Reyes: Es un poco como el amor. Un día empecé a escribir poemas como si fuera lo más natural del mundo, y sentí que llegaba a algo a lo que no podía llegar de otra manera: ese decir que se rebela y nos revela. De pronto empiezas a escribir poesía porque sí, como una necesidad, y te quedas porque sigues necesitándola.

Josep Pedrals: Yo llegué a la poesía de pequeño. En mi casa, mi padre era un gran lector y yo un gran hurgador de la biblioteca, de manera que, con toda naturalidad, me metí en los libros y le encontré el gusto. Por otro lado, sentí la necesidad de una poesía práctica, de forma que reversionaba las cancioncillas de jugar, me inventaba himnos para jugar en el patio o versificaba los mensajes del contestador automático. Con los años y la curiosidad, el mimetismo se fue complicando y la necesidad expresiva fue tomando mil carices distintos. Ahora, el mundo de la poesía me parece todavía más ancho y misterioso que al empezar, y esto es fascinante.

¿Qué importancia tiene para la poesía que salga del soporte papel (recitales, festivales…)?


Pía Sommer:
Es que no es la poesía la que sale, es una la que la expone -con su permiso-. La poesía está más bien quietecita -o no-, y tal vez no le aportamos a ella nada en absoluto; sin embargo podemos ofrecer una experiencia distinta del poema cuando la transferimos de una forma a otra haciéndola llegar a la gente. Ampliar el formato no se corresponde con dañar la práctica si existe un sentido y una responsabilidad, una reflexión a priori e incluso una filosofía antes del escenario. La poesía a mi parecer nunca ha necesitado nada de nosotras/os, la poesía es un lugar impalpable que no participa de una invasión a menos que la llamen, es un estado constante de lejanía. Si la exponemos, la leemos en voz alta, la instalamos, la proyectamos, etc., que sea porque realmente entendemos su lugar en el arte. Sin esto, estamos abandonándola absolutamente en un campo de batalla invadido por la barbarie y el sinsentido. Si ha de salir de la página es porque entendemos esa transducción de señal de un lugar a otro.

Miriam Reyes: La poesía, tal como yo la entiendo, no tiene un único soporte ni un único lenguaje. Pienso, por ejemplo, en la poesía sonora, para la que el papel es un pésimo hábitat. O en la poesía performativa o la poesía digital. Hay muchas formas de hacer poesía que no caben en un libro y no por ello son nuevas ni rompedoras, beben de una larga tradición. Me gustaría que tuvieran más espacios y que dejaran de considerarse «raras». En recitales y festivales pueden caber más variedades de poesía que en un libro impreso. De hecho, una poesía escrita para ser leída en papel puede perder profundidad y alcance en un recital, sobre todo si la persona que la lee no sabe modular su voz a ella, respetar sus silencios, etc. Cuando asistimos como público a una lectura estamos ejerciendo un papel de espectadores, no de lectores. Todo lo que sucede en ese momento es el poema. Y debería sucedernos a nosotros, sus espectadores. En el caso de mi poesía escrita, considero que el poema impreso en el libro y el que llevo a escena son diferentes. No es que mis poemas escritos necesiten de esta experiencia porque estén incompletos, ellos se podrían quedar felices en sus libros, soy yo quien tiene la necesidad de convertirlos en otra cosa. Soy yo quien de alguna manera se completa siendo el vehículo, la voz, el cuerpo que comunica o transmite el poema. 

Josep Pedrals: Yo vengo de entender la poesía desde los soportes naturales de la lengua, que son la voz, el pensamiento y el cuerpo. Si escribimos es para conservar más allá de la memoria y para poder analizar y trabajar la palabra, pero es una acción secundaria. En esta comprensión del hecho poético, la relación directa de contacto entre el recitador y el público (como entre el actor y el público, el músico y el público, etc.) me parece esencial. ¡Hay que verse, escucharse y tocarse mucho más!

¿Qué te interesa de la poesía, creativamente hablando, que no encuentras en otras opciones artísticas?


Pía Sommer:
Para mí tanto el trabajo que habita en la escritura como el proceso creativo o la investigación artística, mantienen la misma variable, y es la acción poética. Y la acción no puede ser una opción, sería contraria a su (a mí) naturaleza. La poesía no «se opta», me parece que es una condición humana que habita en mayor o menor cantidad en unas/os y en otras/os; que se desarrolla tal vez en unas/os como un canto y a lo mejor en otras/os como un cántaro, podría ser. Tal vez la diferencia sea leve, mínima, pero en el proceso de cada agente o creadora/or habitan los detalles: lugar íntimo donde cada persona sabe por qué se dedica a lo que se dedica.

Miriam Reyes: La poesía está potencialmente en todas las artes (y en todo lo que nos rodea, si me apuras). Se puede ser poeta siendo cineasta, artista visual o compositora. En mi caso, la forma en la que mejor puedo indagar, captar, entender y construir algo es a través de las palabras, por eso escribo y leo poesía (y no la pinto o la toco).

Josep Pedrals: La poesía tiene la abstracción de la musicalidad, una presentación de la imagen complejísima, una capacidad de discurso de una efectividad y rareza pasmantes y, al mismo tiempo, puede ser una cosa simplísima, se puede crear sin necesidad de ningún instrumental, tiene algo que cala y a la vez vuela.

¿La rima es sagrada?


Pía Sommer:
La rima es sangrada. Hoy en día parece que le hubiéramos metido un bisturí en medio a la estructura. Pero bueno, tampoco ha sido algo premeditado, fíjate no más en la velocidad con que va cambiando todo, y con eso las prácticas que habilitan ciertas cosas en el mundo; es que -a ratos- es la misma velocidad que se le imprime al ejercicio poético, y a otros, es muy probable que hayamos perdido la rima de vista. No obstante, que sea sagrada o no, la hace una estructura imprescindible para según qué tipo de composiciones, como también las son las de un haiku, un soneto, una sixtina o unas décimas. Quizás es que la rima o el poema se desangran por la ironía -como diría Octavio Paz-, lo que sería fundamental si lo pensamos como una condición de la poesía, que estando cercana a la muerte trasciende cualquier estado o arquetipo, y eso, sí que me parece que podría estar dentro de una experiencia de lo sagrado.

Miriam Reyes: No para mí. Lo que necesito es ritmo. El ritmo de un poema es como su sabor, te puede dejar relamiéndote cada vez que lo recuerdas. Decir un poema en voz alta es un placer.

Josep Pedrals: No hay nada, entre las herramientas poéticas, que haya que respetar o venerar. Yo siento un gusto especial por los recursos sonoros, de forma que utilitzo la rima en casi todas sus posibilidades (¡y sigo descubriéndole matices!), pero no creo que haya que rendirle culto.