El próximo sábado 11 de noviembre se celebra en el Teatre Principal la VII Nit del Circ Valencià, que tiene como objetivo, en palabras de sus organizadores, «dar visibilidad a artistas circenses valencianas, contribuyendo a la divulgación del circo, un arte que conjuga muchas disciplinas y que emociona de una manera especial al público».
Organizada por la Associació de Professionals de Circ de la Comunitat Valenciana (APCCV), contará sobre el escenario con David Consuegra, Dayné Álvarez, Elena Ayala, Gabbie Cook, Hugo Nesca, Manu Rodas y Martina Scarano. Aprovechando la cita hemos querido tomarle el pulso a la profesión y para ello hemos hablado con Melina Melamina, directora artística de la VII Nit del Circ València, y con Maria Colomer, vicepresidenta de la APCCV.
¿Cómo valorarías la situación actual del circo valenciano?
Melina Melamina: Creo que el circo valenciano está en auge. Se está hablando cada vez más en el exterior del ámbito valenciano, en parte gracias a escuelas como Creat en la que se están formando profesionales del circo. Cada vez hay más espacios destinados al circo en cuanto a formación y entrenamiento profesional, que además está siendo destino para artistas de fuera. Esto está haciendo que se creen cada vez más compañías que se mueven por todo el territorio, y que están dando a conocer el gran nivel de artistas de circo que hay en la Comunidad Valenciana.
Maria Colomer: Desde hace una década, aproximadamente, el circo en la Comunidad Valenciana ha experimentado un crecimiento exponencial. El número de compañías ha aumentado, mostrando la diversidad característica que habita al circo. A ello también ha contribuido el soporte institucional a través de ayudas públicas de concurrencia competitiva a la producción y a las giras, que en los últimos años se ha incrementado notablemente.
Esa imagen tradicional y antigua de la carpa montada exclusivamente en las fiestas navideñas, o de malabaristas haciendo su número en la calle, ha quedado ya en la memoria. Actualmente podemos disfrutar de muchas maneras diferentes de afrontar los procesos de creación: propuestas individuales, compañías de pequeño, medio y gran formato, que se pueden programar en la calle, la sala, en espacios alternativos, con el foco puesto en la excelencia técnica, en la dramaturgia, en el compromiso personal y social…La diversidad es grande, también la calidad, y las fronteras no existen, ya que unas cuantas compañías son programadas en muchos festivales y encuentros internacionales. Hay una apuesta clara por un trabajo riguroso y por ofrecer propuestas cuidadas hasta el último detalle.
¿Cuáles serían los principales problemas que afectan a la profesión o qué aspectos se deberían mejorar?
Melina Melamina: A pesar de que en los últimos años ha habido un poco más de apoyo por parte de las instituciones, todavía queda un gran camino por recorrer. Falta más reconocimiento al sector y darle el valor que se merece. Que se mantengan y se apoyen los festivales de circo de la Comunidad Valenciana, los cuáles permiten que el circo llegue al público, no solo ofreciendo cultura o diversión, sino además generando conciencia y empatía, ya que cada vez, vemos más espectáculos que utilizan el circo como lenguaje para hablar de algo o simplemente el circo queda a merced de una dramaturgia, demostrando que es posible hacer algo diferente.
Nos falta un espacio destinado a la creación de espectáculos de circo específicamente, con las necesidades que esto conlleva. Un espacio amplio, altura, anclajes para aéreos, cable, mástil etc….
Y sería fundamental que todos los teatros y salas, pudiesen acoger todo tipo de espectáculos de circo, que estén preparados en cuanto a necesidades técnicas. Es un sector que a pesar de todo lo que da y se disfruta, sigue siendo precario, no solo a nivel comunitario sino a nivel nacional, porque no se le valora como merece.
Nosotros desde donde estamos, ¡luchamos por esto!.
Maria Colomer: Que la situación del circo valenciano haya mejorado en los últimos años no quiere decir que todo está bien, muy al contrario, hay problemas que se arrastran desde hace muchos años, algunos propios, otros compartidos con otros sectores de las artes escénicas.
La pandemia sirvió, entre otras cosas, para visibilizar la situación que atravesaba el sector y que se vio agravada con la covid: la precariedad y la fragilidad, ligadas a la temporalidad, la falta de circuitos estables de exhibición, la necesidad de apoyos institucionales importantes para visibilizar el circo como hecho cultural de primera magnitud. Se daba la paradoja de un imaginario colectivo en torno al circo de un marcado cariz romántico que poco tenía que ver con la realidad concreta: esa carpa que aunaba artistas, disciplinas y países en un proyecto común, también implicaba la dureza del trabajo diario, de la carga y la descarga, el montaje y el estar continuamente en tránsito; y por otra parte, una gran cantidad de autónomos trabajando por sobrevivir y llevar adelante su compañía.
Estos años han sido muy duros, sobre todo el 2020 y el 2021, hemos convivido con el abandono de algunos compañeros y compañeras que han tenido que dejar su trabajo artístico y vender sus instrumentos de trabajo para poder subsistir. El trabajo desarrollado por el sector de la cultura en torno al estatuto del artista está suponiendo poder afrontar esa temporalidad con condiciones laborales más estables, y en abordar la precariedad y las dificultades de los autónomos que trabajan en la cultura. No todo son producciones públicas ni grandes empresas.
Otro de los asuntos que parecen ya casi eternos es la falta de regulación de la formación circense, algo demandado por el sector desde hace ya más de treinta años. Se ha vuelto a hacer patente en los últimos meses con el proyecto de ley de enseñanzas artísticas, en el que seguía sin aparecer el circo como tal. Nuestras artistas vienen de formarse fuera, sin un reconocimiento de los títulos cursados en el extranjero. La investigación académica en circo es casi inexistente, y la poca que se lleva a cabo, se hace con grandes dificultades.
En cuanto a los espacios de creación absolutamente necesarios para poder trabajar diariamente en el training y los procesos creativos, nos encontramos que han tenido que ser las propias compañías las que han tenido que generar en los últimos años esos lugares específicos necesarios para poder llevar a cabo sus procesos de creación y producción, ya que desde las instituciones públicas, también las privadas, no se ofrecen espacios con los mínimos imprescindibles.
También los festivales, lugares de exhibición de las más novedosas producciones del circo valenciano, están vinculados mayoritariamente a compañías, equipos o profesionales vinculados al sector. Muchos de ellos son pequeños, sin embargo algunos han crecido con los años y son de reconocido prestigio más allá de nuestro territorio. Necesitan de un mayor apoyo institucional. El circo también es cultura, bien de primera necesidad.
En cuanto a la presencia en las programaciones en teatros públicos y privados aún hay mucho que andar. Poco a poco vamos viendo que algunos espacios se atreven a programar circo, sin demasiada continuidad y que las administraciones públicas apuestan por producciones de circo excepcionalmente. Desde el sector se constata la necesidad de un mayor conocimiento por parte de gestores y gerentes culturales del circo y sus peculiaridades. Algunas empresas de distribución empiezan a mirar al sector y a llevar algunos espectáculos de circo en su cartera. En la medida en que haya un mayor conocimiento y aprecio, se incrementará el índice de espectáculos programados en nuestra comunidad.
El circo no para, está en continua transformación, atento a los latidos de una sociedad que día a día va cambiando. Sigue siendo un lugar mágico, metáfora planetaria, como diría Ramón Gómez de la Serna.