Olga Pericet es la espina que quiso ser flor y la flor que soñó con ser bailaora. Y mucho más. Es un intenso huracán encima del escenario. Una artista que se come, sin pestañear, el flamenco. Energía e intensidad. Sin dobles caras, lo que se ve es lo que hay.
¿Cómo llegas a la danza?
Por intuición y de manera natural cuando tenía 7 u 8 años.
¿Cuándo fuiste consciente de que te ibas a ganar la vida con ella?
Desde siempre porque era mi sueño.
Es espectacular la nómina de profesionales con los que te has formado, has colaborado o trabajado. Si tuvieras que reconocer a los más influyentes en tu carrera, ¿quiénes serían?
Marco Flores, Daniel Doña, Manuel Liñán. Somos compañeros y familia artística. Hemos colaborado mucho tiempo juntos, han sido años de compartir sueños. Creo que marcamos una diferencia en cuanto a creación y puedo decir que son los que más me han influido, ya que incluso hemos tenido compañía juntos al principio de nuestras carreras individuales. Fueron unos años maravillosos.
En la bio de tu web se te define como gran renovadora del flamenco. ¿Estás cómoda 100% con esa definición? ¿Crees que es una etiqueta en constante evolcuión, que el siguiente paso es renovar la renovación?
No me gusta mucho tener que etiquetarme por lo cual si fuera por mí no me definiría. Se me dice renovadora del flamenco o que voy más allá de los límites supongo que porque mi trabajo y mis formas invitan, también, a otros tipos de danza para el diálogo, y por el mensaje de mi creación y por mi forma de bailar, ¡no sé! Pienso que el siguiente paso es el que uno quiera dar y necesite sin tener que forzar ni provocar, son acciones que no me aportan nada. Me encanta la tradición y pienso que uno tiene que ser sincero y consecuente con lo que siente y hacerlo, comunicarlo, desarrollarlo a su manera con identidad propia.
Presentas en València La espina que quiso ser flor o la flor que soñó con ser bailaora. No es la primera vez que bautizas un montaje tuyo con un título estupendo (Pisadas, fin y principio de mujer, Rosa Metal Ceniza, Bailes alegres para personas tristes,…) ¿los eliges tú? ¿Qué importancia crees que tiene un buen título?
Para mí tiene mucha importancia, aunque a veces se la quite para no quedarme atrancada en las decisiones. Los títulos evidentemente se hacen y surgen en el proceso creativos. Siempre voy apuntando lo que va saliendo, vamos soltando ideas entre todos hasta que se elige uno y como directora siempre doy el «sí» final. Con este ultimo espectáculo, no me decidía y a Carlota Ferrer le encantó y propuso poner las dos opciones juntas , me pareció brutal y aquí lo tenemos, La espina que quiso ser flor o la flor que soñó con ser bailaora.
La espina que quiso ser flor o la flor que soñó con ser bailaora se presenta como «un viaje personal donde la fuerza de su baile nos arrastra por los recovecos de una memoria lleno de besos y cicatrices». ¿Ha sido dura su creación? ¿Ha tenido algo de exorcismo o terapia? ¿Ha servido para conocerte mejor?
Ha sido un sueño maravilloso y un viaje que volvería hacer. Me he reído muchísimo, me los paso muy bien. Por supuesto, tiene horas de trabajo, pero volvería a pasar por ellas porque están realizadas desde la verdad y desde años de trabajo donde todos los pasos no han sido tan gratificante, pero me han servido para que la espina florezca. Está bien recordarlos y transformarlos.
¿Por qué tenías esa necesidad de buscar dentro de ti el germen creativo?
Porque siempre empieza ahí, desde dentro, luego las saco para germinar nuevas ideas.
Dirección artística, coreografía, baile, producción y codirección musical. ¿Cuál es el motivo de que asumas tantas responsabilidades? ¿Creativo, económico, que sabes perfectamente lo que quieres? ¿Con cuál de esos trabajos disfrutas más?
Con el económico ya te digo que no (risas). Creo que es el mayor problema que tenemos los creadoras y creadores, es algo que parece que nos toco en esta época . Toda mi inversión es para la Danza en mi vida, no tengo mas remedio si quiero seguir creando y llevando mi propia compañía. Puedo decir que el trabajo no se hace sola y delego mucho en otros colaboradores para mis espectáculos, pero necesito estar en todo lo que pasa, me sale así, asumo responsabilidades porque me salen, veo las cosas, sé cómo las quiero, cómo las siento para interpretarlas, pero las comparto y cogen forma después de pasar por un equipo maravilloso que siempre elijo según la necesidad de la producción. Asumo que llevo mucha responsabilidad pero no hay otra.
¿Cómo ha sido el trabajo con Carlota Ferrer (encargada de la dirección escénica y la dramaturgia)? ¿Qué crees que aporta al resultado final?
Ella es una fenómena y me encantó trabajar con ella. Claro que aporta al resultado final. Ella ha dirigido la escena, trabajaba conmigo cada paso a seguir, ha sido un trabajo lleno de confianza y, por supuesto, he sabido delegar en ella sabiendo cual era su espacio y lugar. Me entrego un mundo maravilloso que ha complementado de una manera bestial con el flamenco y mis propuestas.
Viéndote bailar da la sensación de que entras en trance.
Veo de otra manera, respiro de otra manera, percibes las energía, realmente el escenario en sí es un trance, otro mundo.
Para ti, ¿el flamenco es un punto de partida, el de llegada, el camino o un compañero más de viaje?
Está conmigo desde el principio al final.