Todo en el Llavoreta Viva resulta acogedor. El nombre del certamen; la oferta (seis piezas de teatro que no superan los 15 minutos); el lugar donde se representa (una casa de dos plantas con muchas habitaciones); el guía que irá acompañando a los espectadores por las diversas estancias…Es como una de esas visitas en las que los anfitriones hacen lo imposible para conseguir que uno se sienta a gusto. Con la salvedad que los canapés y la bebida son sustituidos por microteatro. «El espectador va a vivir un pequeño viaje. Un recorrido a través del tiempo y del espacio, en el que irá encontrando singulares personajes con historias sedientas de ser contadas. Y ya avisamos desde aquí, según nos ha contado Simón, la mujer de la casa, que en Llavoreta Viva hay mucho más que teatro», avisa Jessica Martínez, organizadora del evento junto a Laura Sanchís y Althea Nadal, y que comparte, con la primera, la autoría de uno de los textos (Simón) que se podrán disfrutar.
Más de 30 propuestas respondieron a la convocatoria de esta primera edición. El proceso para escoger las 6 definitivas fue, a la vez, intenso y muy placentero, según palabras de las organizadoras. «El principal criterio ha sido que cada pieza se adaptara dramatúrgicamente al tema común: el paso del tiempo. Hemos seleccionado las obras con el objetivo de crear un conjunto compacto, un todo en el que cada texto fuera un pilar de apoyo del viaje general. Evidentemente, también hemos utilizado unos criterios de calidad y de adaptabilidad al espacio; siempre con la idea de ofrecer lo mejor al espectador», apunta Jessica.
Corren malos tiempos para los escenarios (y para todo en general, para qué engañarnos) y puede que el microteatro sea un estupenda oportunidad para ir sorteando la situación a la espera de mejores momentos. El optimismo y propuestas como el Llavoreta Viva pueden ser dos pilares para hacer más llevadera la situación, porque como observa Laura «la gente del teatro somos unos privilegiados y no hacemos más que llorar. Llorar y quejarnos. Porque pese a todo, tenemos miedo y nos hemos acostumbrado a quejarnos y eso le viene de perlas a unos cuantos. Iniciativas como este festival son fáciles de hacer. Tan sólo se han de tener ganas. Ganas y personas generosas al lado, como la gente de MaQuinant Teatre y los actores y directores con los que hemos contado«.
Uno de esos profesionales es Javier Sahuquillo, que participa por partida doble en esta edición, como autor de uno de los textos (Sonata de los desconocidos) y como director de otra de las piezas (Lo mejor del sol sin el sol). Para Sahuquillo la propuesta es muy edificante, se trate tanto de creadores noveles como experimentados. «Sin duda el microteatro es una buena fórmula para los dramaturgos incipientes pero también lo es para los veteranos. Desarrollar un mundo y mostrar unos personajes complejos no es nada fácil en apenas 15 minutos. En comedia, si usas tipos, o estereotipos (algo que un buen autor jamás hará) puede ser más sencillo porque el espectador enseguida reconoce a los personajes. Pero en el drama representa un reto precioso al que invito a enfrentarse ya que resulta infinitamente difícil soslayar el melodrama zafio».
Y es que desde el punto de vista creativo, el microteatro supone un desafío, pues como bien indica Xavier Puchades (autor y director de El escondite) les obliga «a ser mucho más eficaces a la hora de atrapar la atención y generar expectativas (del tipo que sean) en el espectador; y por otro lado, fuerza a los actores a interpretaciones más contenidas y a un tipo de concentración especial, tener al espectador a dos palmos no es nada fácil. Como director, en el miniteatro trabajas lo microscópico, diriges con un microscopio, cualquier cosa puede significar, cualquier desliz en el ritmo puede hacer que se caiga la pieza. Todo eso, al aplicarlo después a la construcción de escenas de obras más extensas, te ayuda a estar más atento, a descubrir más cosas, a fijarte en detalles que, quizás, antes habrían pasado desapercibidos».
Uno de los principales atractivos con los que se encontrará el espectador del Llavoreta Viva es la libertad espacial que supone no estar sujeto a una butaca e ir entrando y saliendo de las distintas habitaciones donde se irá representando cada historia. Una libertad que, también, se convierte en un plus para los propios dramaturgos, como reconoce Guadalupe Saéz (responsable del texto de la ya mencionada Lo mejor del sol sin el sol): «Es cierto que mi sensación general es que lo que puedes hacer en teatro no lo puedes hacer en ningún sitio y esa libertad es maravillosa y algo paralizadora. Por otro lado es un formato que me parece dificilísimo, contar tantas cosas en tan poco tiempo, que veas una pieza y se te quede grabada y te la lleves a casa y te enamore. A mí eso me ha pasado con montajes como Recordis, Üiqü’is, Un home molt lleig, La novia del pianista y otras muchas propuestas que se han pasado en el Cabanyal Íntim o en el Miniteatro, piezas que no han hecho más que reafirmarme en que se puede hacer cualquier cosa y que hay que tratar de hacerlo bien porque el nivel es muy alto».
Y es que esa relación tan directa con un público situado a escasos centímetros de los actores redunda en el beneficio de todos pues permite «que se rompa la distancia, que la experiencia sea vivida con el espectador sin que exista cualquier tipo de imposición y que él mismo sienta que ha contribuido y que se lleva algo de aquí. Ya no estaremos delante un público, en el sentido pasivo y voyeurista del término, sino acompañados de individuos que seguramente tendrán tantas inquietudes como nosotros y que encontrarán un espacio para planteárselas» explica Telmo Branco, autor (y codirector) de Esa pregunta ya ni tiene sonido.
Las seis piezas de teatro giran alrededor de un mismo tema: el tiempo. Sin embargo esa, en principio, homogeneidad temática se convierte en pura heterogeneidad argumental haciendo más interesante, si cabe, la propuesta. «Me gustó del Llavoreta Viva que eligieran un material tan variable: desde Lope de Vega hasta la actualidad. Es muy interesante y les da más volumen en el sentido artístico y estilístico. Y como he visto en el último ensayo todos los «fragmentos» están muy bien combinados, de manera muy natural y «simpática» confiesa Victoria Savelieva, directora de La Dama Boba.