Foto: Josep Escuin.

El tío de la actriz y cantante Lara Salvador desapareció en diciembre de 1984. Nunca más se supo de él. Ella no lo conoció. Nacería, de hecho, aproximadamente año y medio después. Lo que sí vivió fue el dolor que aquella ausencia provocó en su familia. Concretamente, en las mujeres. Su abuela, sus tías, su madre, su prima. Sobre esa espera desesperante construyó Qué sabe nadie o les cançons de Penèlope (Teatre Micalet, del 18 al 29 de mayo). En el escenario, le acompaña su padre, el reputado músico y compositor Jesús Salvador ‘Chapi’.

¿Cómo surge la idea?

Es un proyecto que he ido gestando muy poco a poco, desde hace mucho tiempo. Quería hablar de estos temas y fui creando un material, muy espaciado en el tiempo, de manera muy tranquila, sin el objetivo de generar una pieza en aquel momento. Pero llegó el confinamiento y me encontré con todo el tiempo del mundo, ya no tenía excusas para no hacerlo (ríe). Así que me dediqué más a fondo e hice la versión corta, de media hora.

Presentada y premiada en Russafa Escènica en 2020, con el Premio de Dramaturgia convocado por el propio festival y la Fundación SGAE.

Así es. A partir de ahí desarrollé el texto de la versión larga. La presentamos en la SGAE y estrenamos la versión en castellano en la Sala Russafa en abril del año pasado. Luego me llamaron del Micalet para proponerme hacerlo en valenciano y me pareció genial porque la obra era en castellano, pero a medida que avanzaba, e iba entrando en un terreno más personal, el idioma también giraba hacia el valenciano, que es mi lengua materna.

¿Siempre tuviste la idea de que fuera una pieza larga?

Sí. De hecho cuando lo presenté a Russafa Escènica esa era mi idea, pero me propusieron hacerla corta y me lo tomé como si fuera un work in progress. La obra tiene una estructura de escenas independientes, pero relacionadas y unidas por un hilo conductor, son como compartimentos estancos que luego toman un significado al estar juntas en la pieza. Entonces, cuando hice la versión corta hubo material que descarté y me guardé para la larga sabiendo que sería fácil incluirlos en esa estructura

La obra parte de la desaparición de tu tío, pero ese no es su argumento central.

La obra no trata de la desaparición en sí, sino más bien de las consecuencias que genera la desaparición de una persona en una familia, en este caso la mía, y sobre todo en las mujeres de la misma. Yo he visto cómo han vivido esta pérdida, una pérdida que no se cierra nunca porque es una desaparición. Habla de la espera y de la espera extrapolada un poco a todo. A veces basamos nuestra vida en la espera. No solo por una cosa tan fuerte como puede ser la espera de un familiar que no vuelve nunca de no se sabe dónde porque no se sabe dónde está. A pequeña escala, en otra dimensión, esperamos todo el tiempo, esperamos un trabajo mejor, esperamos que llegue el fin de semana para estar mejor, esperamos tener la pareja perfecta para estar mejor, esperamos ganar más dinero, esperamos ascender, siempre esperamos tener una situación mejor. Pensamos que cuando eso suceda, entonces seremos felices. Este caso, el de mi tío, es un caso grave, pero de alguna manera creo que tiene relación con todo esto que digo que ocurre en la vida.

Además, hay una reflexión sobre la esperanza. Está el personaje de Penélope, Penélope es el arquetipo de la espera, sobre todo de la espera femenina. De alguna manera, los mitos creo que también se construían para instruir y ahí está Penélope, que es la esposa fiel que está esperando toda su vida a que llegue su marido de la guerra. En el caso de Penélope, finalmente, llega este señor y se puede resolver todo, pero aquí de alguna manera veía como que este arquetipo estaba imperando un poco en las mujeres de mi familia, porque toda la vida han estado esperando a que apareciese mi tío que sigue sin aparecer a día de hoy.

Si una persona viene y no ha pasado por esto, pero ha perdido un familiar en otras circunstancias, le emocionará igual, porque, al final, es una pérdida y da igual las circunstancias concretas, no está ahí el interés de la obra.

Tú no conociste a tu tío.

No, no lo conocí. Él desapareció y mi madre poco tiempo después se quedó embarazada. Es como que él se fue de la familia y la siguiente incorporación fui yo. Cuando era pequeña, soñaba con él. De hecho, hay una escena en la obra que es un sueño recurrente que yo he tenido. De alguna manera, sin haberlo vivido en primera persona el dolor, porque como digo no lo conocí, sí que he podido ver en ellas el dolor de perder a un hijo o a un hermano, he vivido ese dolor a través de ellas.

¿Cómo te documentaste para la obra?

Hablé bastante con las mujeres de mi familia que están vivas. Mi abuela falleció. Pero tengo el recuerdo de lo que hablaba con ella. No era, para nada, un tema tabú, delque no se pudiera hablar, ni nada oculto, en la obra lo digo. Si mi abuela estuviera aquí os lo hubiese contado todo, porque mi abuela no se escondía. Pero eso no quiere decir que el dolor estuviera sanado, que estuvieran bien. Las mujeres, en ese sentido, siempre han expresado mucho más que los hombres. Yo no sé realmente mi abuelo o mi tío qué sentían porque estamos educados así, sería un sufrimiento más interno, que no se expresaba.

Como digo, he hablado mucho con mi madre, con mis tías, con mi prima. Les hice entrevistas antes de empezar a escribir y luego de ese material he usado, al final, muy poco. Pero fue chulo hablarlo, preguntarles cosas, incluso cosas que ya sabía pero que quería ratificar. Además, en este proceso de documentación he ido descubriendo algunas cosas que tenían que ver con la historia y otras que me parecieron muy curiosas. Por ejemplo, mi tía Rosa era periodista y escribía poesía. Cuando sucedió todo aquello, escribió unos poemas, uno de ellos lo utilizo en la obra. Es un poema que habla de la soledad, es muy bonito, muy crudo, muy duro, pero precioso.

Es tu debut como dramaturga y directora y lo haces con una obra sobre tu familia en la que te acompaña tu padre en el escenario. ¿Buscabas cierta protección rodeándote de tu gente?

La verdad es que ha sido algo bastante natural. Ya había trabajado con mi padre, sobre todo con Amores Grup de Percussió, y en otros aspectos a nivel musical. Ahora quería cantar unas canciones y al primero que se lo dije, porque tengo más confianza y porque también confío plenamente en su criterio musical, fue a él. A partir de ahí me di cuenta que tenía mucho sentido que fuera mi padre. Primero porque es una obra familiar intergeneracional. Somos padre e hija en escena, no hacemos otros personajes y eso es muy chulo y muy tierno. Y también está bien porque es familiar, pero no hablo de su familia directa, eso igual sería demasiado. Le toca porque es la familia de su mujer, evidentemente, pero hay cierto alejamiento, no era su hermano. De alguna manera los dos tenemos cierta distancia con la historia que nos permite estar ahí enteros. No podría hacerlo con nadie más, ahora ya no lo puedo sustituir (ríe), de repente otro señor ahí no pinta nada (ríe).

Foto: Josep Escuin.

¿Cómo remite la escenografía a la historia que se nos cuenta?

Es una escenografía muy sencilla, muy bonita. Hay unos muebles que eran de mi abuela y los hemos forrado de blanco. Y luego hay muchas flores. Hay rosas por muchas razones. Una de ellas es que mi abuela se llamaba Rosa y su madre y mi tía también. Hay como un linaje de rosas desde generaciones y generaciones que se llaman Rosa. Además, las flores tienen ese poder de convertir el dolor, de trascender lo y convertirlo un poco en belleza. Que creo que es lo que hacen el arte y las canciones. La música, a través del dolor, crea belleza.

En la música de la obra hay piezas que ha compuesto tu padre exprofeso y luego hay canciones populares, como la que da título al montaje, «Qué sabe nadie», de Manuel Alejandro, que popularizó Raphael.

Las que ha compuesto mi padre para la obra surgieron para la versión larga de la misma. El trabajo fue muy sencillo. Le daba alguna indicación sobre dónde quería que aparecieran, de qué tenían que tratar, proponía alguna melodía muy simple con letra… Entonces, luego, mi padre me proponía la armonía, cómo vestirla, cómo rellenarla, ordenaba mejor la estructura, mejoraba también la melodía… Las hemos ido trabajando muy poco a poco. Yo tengo como intuiciones, pero no tengo la formación musical necesaria. Él es músico contemporáneo, pero yo le traía estos boleros y también le interesaban, no se ciñe solo a un tipo de música. Está abierto a trabajar esto y a darle siempre su punto.

Y respecto a las otras canciones, son temas súper populares que tenían que ver con las canciones que le gustaban a mi abuela. Digo que son las canciones que mi abuela no se atrevió a cantar, porque hablan de una perdida, de una espera, de un anhelo, aunque están enfocadas en un sentido romántico, de pareja, pero realmente las oyes y podrían estar hablando de un novio, de un hijo, de un hermano o de un padre. En definitiva, de un ser que no está. Mi abuela no cantaba estas canciones, aunque le gustaban mucho. De alguna manera, me imagino que cantándolas yo es como que le pongo voz a mi abuela.