Foto: Carlos Molina.

«Es la historia de una familia. La historia de un salmón. Es una vuelta a casa. Y la necesidad de entendernos, pese a los cambios, de aprender a navegar en la tormenta y saber llegar a casa cuando todo vuelve a la calma». Así define José Zamit la obra Salmon Fiction (Sala Ultramar, hasta el 4 de octubre), que dirige e interpreta junto a Javier Alfonso, Inés Gómez y Julia Suay, esta última autora, también del texto. El montaje es la cuarta producción de la compañía valenciana Elperroverde.

¿Qué es lo que te interesó de la obra como director y actor de la misma?

Recuerdo cuando Julia (Suay) me pasó las primeras páginas. En aquel momento estábamos planteándonos cuál sería nuestro siguiente proyecto. Yo había empezado a escribir algo y Julia también. Cuando leí el embrión de Salmon Fiction tuve claro que este era nuestro siguiente proyecto. Tenía mucha más fuerza, más vida, más posibilidades, en definitiva. Empecé a imaginar el espacio, los personajes… Sentía la necesidad de saber más, saber cómo continuaba la historia. Al final presentamos Salmon Fiction a Cabanyal Íntim y fue seleccionada. Lo que yo había empezado a escribir sigue en un cajón. Como actor era algo que no había hecho nunca, un personaje con bastante más edad de la que yo tengo y con unas particularidades que nunca había explorado. Además, mi personaje está inspirado en una persona real y que está viva, eso ha hecho que hubiera también más responsabilidad y respeto, si cabe, a la hora de encarnarlo. Ha sido un trabajo muy intenso y a la vez muy gratificante.

En la Sala Ultramar se puede ver una versión extendida de la que se estrenó en Cabanyal Íntim. ¿En qué ha cambiado (y beneficiado a) la obra esta ampliación?

La obra es, en esencia, la misma. Pero cuando estrenamos en el Íntim, hace año y pico, ya teníamos la sensación de que la historia tal vez se quedaba corta, que había muchas cosas que se podían contar, que los personajes daban para mucho más. Después de una de las funciones, Paco Zarzoso se nos acercó y nos animó a ampliarla, porque a su juicio, la historia tenía más vuelo, podía y debía ampliarse. Esto acabó de convencernos. El cambio más evidente, además de la duración, es el cambio de idioma. La pieza corta era en castellano y la larga es en valenciano. También ha cambiado el espacio, pasamos de una casa a una sala de teatro, con una escenografía maravillosa de Luis Crespo y una iluminación íntima que hemos diseñado José R. Pérez y yo. Además hemos incorporado un actor más al elenco, Javi Alfonso, si bien el personaje que interpreta ya estaba presente en la pieza corta… Y hasta aquí puedo leer.

¿Cómo vives el hecho de ser director y al mismo tiempo uno de los intérpretes de la obra?

Pues la verdad es que para mí este proceso está siendo complicado. También te digo que vengo de pasar 12 horas en la sala, montando escenografía y luces y ahora mismo estoy bastante cansado. Como director me gusta tenerlo todo controlado, soy detallista, disfruto mucho dirigiendo actores, actrices en este caso, me gusta crear el espacio escénico, las luces, el espacio sonoro… En un principio planteé la distribución espacial, los movimientos, intenciones. Me dediqué a dirigir a Inés y a Julia. Con el dibujo ya hecho me metí yo en escena y ahí tuve que delegar. Al estar en escena, con un personaje que requiere el 100% de mi atención, he tenido que desconectar el modo director porque si no era imposible. He tenido la ayuda de Sonia Mañes en la ayudantía de dirección, y mis propias compañeras también me han echado ese ojo necesario desde fuera. También los apuntes externos de Xavi Puchades y Luis Meliá han ayudado a apuntalar ese trabajo de dirección estando yo dentro del espacio. Al final todo el equipo ha sumado para hacer que mi doble faceta actor/director fuera más llevadera.

El argumento de la obra incide en la importancia de las relaciones humanas. Un aspecto que si cabe cobra mayor importancia por la situación que vivimos por el covid.

La obra habla también sobre los cambios y la necesidad de adaptarse a ellos. Hay gente que lo afronta de una manera y gente que lo afronta de otra. Es lo que está pasando también en la calle, con esta crisis que nos ha tocado vivir. A mí lo de la nueva normalidad me da un poco de risa, porque de normalidad no tiene nada. Pero bueno, eso es otro tema. La cuestión es que hemos tenido que adaptarnos y en ello estamos.

Foto: Carlos Molina.

La obra, como comentabas antes, es un texto de Julia Suay. Teniendo en cuenta que también has dirigido textos propios, ¿cómo lo encaras cuando no es tuyo? ¿Alguna manera especial de hacerlo tuyo?

Esta es la primera vez que Elperroverde estrena un texto que no he escrito yo, y lo cierto es que he sentido mucha responsabilidad. Yo siempre hago míos todos los textos que trabajo. La gente que me conoce y que ha visto varios de mis montajes siempre me dice que se nota que es un montaje mío. Yo no soy tan consciente, porque sigo en fase de aprendizaje y trato de probar cosas distintas en cada pieza, aunque supongo que con los años y casi sin quererlo ya vas creando un estilo propio, por así decirlo.

Que Julia sea una de las actrices, ¿qué aporta al resultado final? ¿Hablaste mucho con ella o preferiste que fuera tu mirada sobre el mismo lo que se viera en el escenario?

En este caso, al estar Julia como actriz, yo me he apoyado mucho en ella. En los ensayos le preguntaba continuamente, en ocasiones puede que demasiado, ya que desde el primer día ella me dio libertad total e insistió en que mi visión del texto era la que debía plasmarse en escena. Pero yo sentía esa responsabilidad que te comentaba al principio. Al final mi visión del texto está muy presente en el resultado final, pero porque Julia también quiso que así fuera. En cuanto a la Julia actriz, hay que decir que en el Íntim ella no estaba en escena, hacía las labores de ayudante de dirección. Julia sustituye a Claudia Monleón, que se bajó del proyecto hará cosa de un año. La elección de Julia para sustituirla fue algo natural: es actriz, forma parte de la compañía, conocía el texto, el montaje y el personaje. Nadie mejor que ella para encarnar a Blanca.

Durante los ensayos, ¿has hecho algún tipo de hincapié a los actores por la situación que se van (que os vais) a encontrar con el público con mascarillas en una sala en la que los espectadores están tan próximos al escenario? Como actor, ¿crees que eso puede afectar en algo la interpretación?

La verdad es que no. Es cierto que en la Ultramar el público se ve mucho, porque está muy cerca del espacio escénico, pero en este caso no nos afecta. La atención del público es algo que se percibe más allá de las mascarillas. Lo que sí hemos tenido en cuenta a la hora de montar es el no acercarnos mucho al público y mantener esos dos metros de distancia de seguridad con la primera fila.

Foto: José Marín Rodríguez (mementoNET).

 

Hace 15 años participaste en El baile de los lenguados, ahora diriges Salmon Fiction. Más allá de las similitudes pescateras y de la presencia del amor como temática, la coincidencia es una excusa para que nos cuentes en qué ha cambiado (escénicamente hablando) el Zamit de entonces al de ahora y cómo recuerdas aquella experiencia.

Pues lo cierto es que me parece que fue en otra vida. Por aquel entonces yo estaba empezando y es un montaje que recuerdo con muchísimo cariño. Rafa Cruz, que fue mi profesor, me reclutó para el proyecto y yo estaba encantado. El espacio escénico era también de Luis Crespo, curiosamente, que por aquel entonces también estaba empezando. Si no recuerdo mal fue la primera vez que coincidí en escena con Leo de Bari, con el que luego he hecho muchos montajes. En definitiva, un equipazo. Ahora, sigo teniendo un equipazo, pero el encargado de reclutarlo y de que todo funcione soy yo. Antes yo era una pieza dentro del engranaje y ahora soy el que decide el tipo de engranaje y las piezas necesarias. Tengo una visión más global del teatro y soy mucho más consciente de cosas en las que antes no reparaba.

Hablando de mirar hacia atrás. En tu cuenta de twitter tu último mensaje es de junio de 2012, «Camino de RTVV para una entrevista en el programa «En connexió» a las 18 h.». Más allá de saber cómo fue aquella charla, ¿qué opinión te merece À Punt?

Jajajajajaja… ¡No me acordaba de que tenía Twitter! Lo cierto es que no soy muy de redes sociales y si has buceado un poco te habrás dado cuenta. Aquello fue una entrevista para promocionar la nueva temporada de L’Alqueria Blanca. Es curioso, pero recuerdo aquella época como si fuera algo que le pasó a otra persona. Todo lo que rodeaba la serie era realmente increíble, un fenómeno social nunca visto a nivel autonómico. Fueron unos meses muy intensos y en los que aprendí mucho sobre mi profesión. En cuanto a À Punt, creo que al principio hubo una gran inversión y un arranque muy ambicioso, con proyectos muy interesantes. Pero con el tiempo el globo se ha deshinchado. Muchos programas no renovaron, empezaron con las reposiciones y los recortes de presupuesto. Es mi opinión desde fuera, porque ni estoy ni he estado en ninguna producción de la nueva televisión autonómica. Me gustaría, como espectador, que hubiera un contenido de más calidad, en general. Como actor me gustaría que hubiera trabajo para todos.

El hecho de que formes parte del equipo de la Sala Ultramar, te convierte en una voz autorizada (por estar a ambos lados del asunto escénico) para analizar la actual situación por la que atraviesa el sector teatral y el cultural en general.

Esto nos daría para unas cuantas páginas, así que intentaré ser breve. La cultura en este país está siempre en el alambre, vive una crisis continua. Con la que está cayendo ahora mismo se necesita un apoyo institucional convincente y contundente. No creo que la cultura sea más importante que la educación, la economía, la sanidad o las infraestrucuras, pero tampoco es menos. Necesitamos una base fuerte, una red espesa que pueda recogernos si caemos del alambre. No por nosotros, la gente que trabajamos y vivimos de ello, si no por esta sociedad en la que vivimos, que necesita de la cultura para enriquecer su vida. Y no hablo únicamente de entretenimiento, hablo de conocimiento, de educación, de emociones, de construir un legado para las generaciones venideras, de hacer de este mundo un lugar mejor para nuestros hijos.