La compañía Proyecto 43-2, cuyo nombre se toma de las coordenadas geográficas del Árbol de Guernika, nace con una propuesta interesante: intentar documentar la realidad para plantear preguntas y descubrir si son más cosas las que nos unen con los otros o las que nos separan.
La obra que presentan en Espai Inestable (17-19 de noviembre), “La mirada del otro”, es la segunda parte de una trilogía sobre Euskadi centrada en los encuentros entre víctimas de ETA y ex miembros de la banda. La cuestión de todo un país sobre el escenario para poder mirar hacia delante sin olvidar nuestro pasado. Como dice María San Miguel, creadora y productora del proyecto: enfrentarse a la memoria para aprender de ella y no repetir errores. El teatro para hacernos mejores personas. Ella nos lo explica.
¿Qué os une a los miembros de la compañía?
Es un equipo formado por un grupo de diez/doce personas implicadas en el proyecto que sale hacia delante gracias a su compromiso desinteresado tanto con los temas que trabajamos como con la forma de llevarlos a cabo. También me gustaría destacar la implicación de algunas organizaciones, como la Fundación Cultura de Paz presidida por D. Federico Mayor Zaragoza, y profesionales relacionados con el mundo de la educación, el periodismo y los Derechos Humanos que nos ayudan y brindan tanto su apoyo como su capacidad de difusión y a los que tenemos que agradecer el calor y el ánimo que nos dan para seguir trabajando.
La idea de crear la compañía surge del momento en el que comenzaba a realizar la investigación de mi tesina, El teatro como herramienta pedagógica y de memoria. Un caso práctico: el conflicto vasco. Siempre he creído en la potencia del teatro para generar reflexión y conocimiento sobre lo que nos rodea y sobre el Otro. Y de ahí el convencimiento de que a nuestros procesos artísticos le acompañe un programa pedagógico basado en la reflexión y el diálogo.
¿Por qué nacer para hablar de Euskadi?
¿Por qué no? Anne Bogart, directora de la SITI Company, dice que los artistas y los científicos somos activistas. Que tenemos el deber de generar una sociedad mejor desde el escenario. Y creo profundamente en ello. Yo no quiero que ocurra en mi país lo mismo que ha pasado con la Guerra Civil, que ochenta años después aún tengamos a muertos en las cunetas, que no exista un relato que contenga varias voces. Me interesa Euskadi porque afecta a mi identidad, porque forma parte de la historia de la sociedad en la que vivo. Y porque hay que enfrentarse a nuestra memoria para aprender de ella y hacer que los errores del pasado no se vuelvan a repetir.
El hecho de que tú seas licenciada en Periodismo, ¿influye en que abráis repertorio sobre una cuestión de nuestra realidad mediatizada?
Cuando me preguntan por qué decidí hablar de esto en el teatro siempre respondo que todavía no termino de saber de dónde me viene esta necesidad, pero que sin duda, la educación que me han dado mis padres (en mi casa siempre se ha hablado de política, de libertades, de derechos…) y las personas importantes en mi vida que he ido conociendo durante mis años en la Universidad y en la Escuela de Mar Navarro y Andrés Hernández, hicieron que me interesase profundamente por este tema. Que me enganchara. Pero también tiene que ver lo que te comentaba antes, forma parte de mí, de todos nosotros.
“Proyecto 43-2”, “La mirada del otro” son las dos primeras partes de la trilogía sobre Euskadi, ¿qué diferencias hay entre ellas?
En «Proyecto 43-2» llevábamos a escena una situación inventada que podía ser real y que ponía de manifiesto el dolor y las rupturas que ha generado la violencia de ETA en la sociedad vasca, en las relaciones familiares. Hablábamos también de ese esfuerzo por parte de la sociedad vasca de reconstrucción de la convivencia en ese “hoy” y “ahora”. De la construcción de identidad a partir de las relaciones sociales. Con «La mirada del otro» llevamos a escena un hecho real, lo que fueron los encuentros entre disidentes y víctimas de ETA en la cárcel de Nanclares de la Oca (Álava), gracias al programa de mediación impulsado por la Dirección de Atención a Víctimas del Terrorismo del Gobierno Vasco. Hablamos del enfrentamiento (positivo) con el Otro, de la construcción de identidad a partir del encuentro con el Otro. Ambos montajes tienen en común el proceso de investigación y documental. Siempre que vamos a plantear algo en escena, entrevistamos a los protagonistas de la historia, de la realidad que vamos a contar. Y eso ha sido una gran suerte porque hemos aprendido cosas que no sabíamos y nos ha abierto la mente mucho más.
Como dices, “La mirada del otro” (la segunda parte de la trilogía) se apoya en los encuentros pioneros en España en la cárcel de Nanclares de Oca (Álava) de 2011 al 2012 entre víctimas y terroristas. ¿Cómo surge el germen de la obra?
Tengo la suerte de mantener una relación de amistad muy estrecha con uno de los impulsores de los encuentros, Txema Urkijo, para mí uno de esos héroes anónimos de la paz. Yo había hablado con Txema sobre los encuentros y sobre la posibilidad de llevarlos un día a escena. Sabía que contaríamos con su ayuda y que él nos ayudaría a ponernos en contacto con los verdaderos protagonistas. Después de un año de parón con la compañía, decidí que teníamos que volver (septiembre del 2014), se lo comenté a Txema, hablé con el resto del equipo y nos pusimos con el proceso.
En esa intensa labor de documentación que emprendéis a través de las entrevistas entre ex miembros de ETA y víctimas directas o indirectas, ¿cómo accedéis a dichos documentos audiovisuales?
Somos nosotros quienes realizamos las entrevistas. Los documentos audiovisuales de los que hablas son material de la compañía elaborados por Alba Muñoz, encargada del departamento audiovisual de «Proyecto 43-2», que nos acompañó a todos los viajes y grabó las entrevistas que, en esta ocasión, el elenco al completo realizábamos.
Para mí es imprescindible realizar este trabajo previo documental propio porque dota de una solidez necesaria a la propuesta artística. Y porque quiero saber qué más hay en la realidad que vamos a llevar a escena. Todo lo relacionado con el tema vasco ha estado siempre muy manipulado tanto por los medios de comunicación como por los intereses de los partidos políticos. Y nuestra obligación como artistas es ir más allá. Por eso además de leer y ver toda la documentación que se haya publicado sobre el tema, quiero hacer una investigación propia. Porque sé que nos va a dar claves que no obtendríamos de otro modo. Tenemos la suerte de poder escuchar testimonios de personas únicas, generosas y valientes. Y eso merece la pena más allá del propio hecho escénico. Todos estamos de acuerdo en que este proceso nos ha cambiado y siempre digo que los procesos de investigación nos han hecho mejores personas y mejores artistas, porque trabajamos en escena con una honestidad que viene de la experiencia vivida en la investigación previa.
¿Cómo llega Chani Martín a la dirección de la obra?
Chani conoce el trabajo que desempeñamos desde «Proyecto 43-2» desde casi el inicio. Siempre ha estado cerca porque además varios miembros mantenemos una buena relación personal con él. En el momento de llevar a cabo «La mirada del otro» él me comentó que le gustaría dirigir el montaje, que se veía capacitado y que tenía muchas ganas. Varias coincidencias facilitaron que así fuera. Y al igual que todos los miembros del equipo tanto artístico como técnico, su implicación es total.
En la obra hay tres protagonistas: la mediadora, la víctima y el victimario. ¿Cómo representarlos sin caer en estereotipos?
¿Cuáles son los estereotipos? ¿Lo que estamos acostumbrados a que nos cuenten desde los intereses generados en determinados medios de comunicación? Esos no me interesan. Por eso realizamos un trabajo de investigación. Cuando tienes la suerte de conocer a las víctimas que han participado en los encuentros, así como a los disidentes y al equipo de mediación liderado por Esther Pascual y a los grandes impulsores del programa, Txema Urkijo, Txus Loza, Mercedes Gallizo y Xabier Etxebarria, no caes en estereotipos. Si hacemos un estereotipo al menos es el relacionado con ellos, que son todos un ejemplo de que otra sociedad es posible.
Habláis del dolor, de la memoria a través del teatro, ¿hay que traer el dolor de nuevo al presente para que podamos avanzar? ¿Qué peculiaridades tiene el dolor en cada uno de los tres protagonistas?
No es una cuestión de traer el dolor al presente o no traerlo. El dolor forma parte de nuestras vidas y por tanto de nuestra identidad. Creo que hay que contar lo que nos ha pasado para que podamos reflexionar sobre ello y para que no vuelva a ocurrir. Solo la reflexión a través de la memoria logrará la no repetición.
Son dolores diferentes. En la mediadora no creo que haya dolor, hay una creencia en el ser humano y en su capacidad de evolución que es esperanzadora. Una apuesta por la segunda oportunidad de la que tenemos que aprender. Y claro, el dolor de la víctima no tiene nada que ver con el dolor del victimario porque parte de dos lugares diferentes, lo que no quiere decir que un dolor pese más que otro si lo ponemos en una balanza. Son diferentes. Me parece heroico realizar el viaje que han vivido las víctimas que han participado en estos encuentros. Heroico, valiente y generoso. Y también creo que es así el viaje y la reflexión que han desarrollado los disidentes de ETA que participaron en los encuentros.
Las entrevistas entre víctimas y ex miembros de la banda que llevamos viendo en los medios de comunicación ¿nos preparan para también ponernos en la piel del otro? ¿Estamos en esa etapa de asunción o creéis que para la inmensa mayoría de gente va a ser imposible ponerse en la piel del asesino?
Sin duda es importantísimo que los medios de comunicación lleven en su agenda el diálogo y la reflexión sobre este tema. Creo que no nos educan para ponernos en la piel del otro. Vivimos en una sociedad en la que se trabaja el individualismo y no la empatía. Pero no hay que perder la esperanza, hay mucha gente, políticos, periodistas, artistas, mediadores, profesores…, trabajando para cambiar la sociedad.
La realidad no puede ser objetiva porque siempre tomamos partido ¿cómo construir una obra como esta sin ser moralizante, presentando los hechos sin tomar partido?
Nosotros tomamos partido. Apostamos por el diálogo. Eso no quiere decir que nuestro trabajo vaya hacia un lado u otro. Cuidamos concienzudamente que lo que hacemos sea una muestra de lo que hemos investigado: esto es lo que hemos descubierto con nuestro trabajo, ahora tú, espectador, haz lo que creas conveniente con ello. O no hagas nada. Jamás diría al espectador lo que tiene que pensar, no me parece que eso me corresponda. Como te comentaba antes, el hecho de que realizamos una profunda y sólida investigación previa a la escritura de la dramaturgia hace que no tomemos partido.
El fin del terrorismo marcó la necesidad de reflexionar sobre el conflicto. ¿Ya tenemos la distancia suficiente, o aún es pronto para entender lo que pasó y por qué pasó?
Creo que hay que empezar a reflexionar desde ya. Sin duda con el paso de los años se hablará más, aparecerán diferentes relatos, diferentes muestras artísticas que nos ayuden a reflexionar. Pero para que no vuelva a ocurrir, tenemos que empezar a hablar ahora. Hoy.
Y la tercera parte de la trilogía ¿dónde pondrá el foco?¿Quizás en la otra Euskadi, esa que se vió obligada a vivir a muchos kilómetros de su origen…?
Después de casi cinco años de investigación he llegado a una idea y es que, entre otras cosas, el uso de la violencia comenzó como una forma de defensa del arraigo y lo que ha generado en todas las partes ha sido un profundo desarraigo. Vamos a investigar en cómo ha afectado el uso de la violencia en la construcción de identidad, qué es eso del arraigo, del desprecio del arraigo del otro, el desarraigo… Siempre en la línea que llevamos trabajando todos estos años, el diálogo. Si miramos con perspectiva, en «Proyecto 43-2» hablábamos de la construcción de identidad a partir del yo social, en «La mirada del otro», reflexionamos sobre la construcción de identidad a partir del encuentro con el Otro, y en la próxima pensaremos sobre esa construcción de identidad a partir del monólogo interior. Supongo que vuelve a ser un viaje lógico pero inconsciente, porque todo nuestro camino ha sido un poco así, ir paso a paso construyendo un camino que queríamos hacer sin saber que lo estábamos haciendo.