Un hombre. Tres historias. Tres momentos de su vida. Una obra donde hay risas y hay dolor. Enfrente, el público que es algo más que público. Este es el andamiaje de Tom Pain (basado en nada), una obra original de Will Eno, que llega a Valencia, a la Sala Russafa (sábado, 17 de febrero) dentro de la iniciativa Trasatlántico. Un evento internacional que establece sinergias escénicas entre los dos lados del charco (el viernes, 16, también en Sala Russafa, De tiburones y otras rémoras). Encima del escenario, solo el uruguayo Rogelio Gracia, que es quien responde a las preguntas.
Tom Pain llega a Valencia dentro del proyecto Trasatlántico, que pretende unir culturalmente el Mediterráneo y Río de la Plata. ¿Qué similitudes y diferencias crees que existen entre el teatro de aquí y el de allí?
Tenemos muchas cosas en común el Río de la Plata y España. Hablamos el mismo idioma, para empezar. La mayoría de nosotros tiene en su familia españoles e italianos, ya que somos hijos y nietos de ellos – en mi caso hijo de español- y además, en las recientes crisis de ambos países hemos tenido mucho intercambio migratorio. Hay algo cultural fuerte que nos une, nos vuelve familiares, y eso se pasa también al teatro. La escuela de arte dramático de Uruguay (EMAD), lleva el nombre Margarita Xirgu, que fue quien la fundó. En el repertorio del teatro uruguayo se representan desde clásicos como Tirso de Molina, Lope de Vega, García Lorca,… hasta los contemporáneos como Josep María Miró, Mayorga, Sanchís Sinisterra, Jordi Galcerán, entre otros. Luego, pensando en las diferencias, a pesar de hablar el mismo idioma, se podría decir que son diferentes lenguajes, simbólicamente hablando. Nos distancia un océano, tenemos diferentes realidades socioeconómicas, y una tradición teatral que no tiene la misma edad que la española, que es mucho más añeja. Pero si tuviera que poner en la balanza, creo que son más las similitudes. Hace casi 20 años estuve estudiando un par de meses en la RESAD, y el profesor de verso español era un uruguayo que les hacía escuchar a Estela Medina (actriz símbolo uruguaya), que a su vez trabajaba con Pepe Struch, otro español viviendo en Uruguay. Muchos lazos, que crecen año a año.
¿Cómo llegas a Tom Pain? ¿Qué fue lo que te resultó interesante de la obra?
Una persona me enseñó el texto hará unos 10 años, una sola página que había traducido, y me inquietó mucho la dramaturgia, su calidad, extrañeza, originalidad, profundidad, humor. Me remitió por momentos a Beckett, a Albee, autores que me gustan. Es una obra en la que se tratan temas tales como la existencia, el dolor que atraviesa la infancia, y su reflejo en la vida adulta, y todo eso se trata sin dramatismo, con tanta profundidad como humor. Es una escritura moderna, y con la simpleza del teatro más puro: un actor enfrente del público y nada más. Pero no fue hasta que sentí que era el momento adecuado que me decidí a hacerla.
¿Cómo fue el trabajo con el director Lucio Hernández? ¿Hablasteis mucho sobre algún aspecto concreto de la obra?
La obra cuenta tres historias. Muy fragmentadas, muy interrumpidas, con idas y vueltas constantes. Lucio y yo somos amigos, además de colegas. Al principio, jugábamos a contarnos historias que tuvieran un atractivo especial. Uno contaba y el otro escuchaba. En eso, descubríamos qué era lo que nos resultaba atractivo de la forma de contar para trabajar ese código, y que no se vieran un recurso actoral, sino una persona que cuenta una historia. Trabajamos para hacer las historias propias y vivirlas. Nos enfocamos en entender el centro del personaje y sus vivencias. Por otra parte entrenábamos boxeo una hora y media antes de ensayar para tener muy despierto el cuerpo y no caer simplemente en la palabra. Siempre intentamos que el cuerpo estuviera expresivo en el momento de ensayar. También fuimos muy cuidadosos al hacer la versión final en español del texto, respetando al máximo la escritura original.
¿Tuvisteis algún contacto con Will Eno? ¿Era necesaria su aprobación para poder representarse?
Si, de hecho nos pidieron muchas cosas previas a autorizar los derechos. Hasta que él (Will Eno) directamente nos escribió una hermosa carta, ofreciéndose a hacer un equipo creativo, una colaboración, para la representación en Uruguay. Unos meses más tarde nos encontramos en Nueva York, él es de Brooklyn, y compartimos una gran charla sobre la obra y nuestras vidas. Él fue muy generoso conmigo, se puso a mi disposición, y estuvimos trabajando mucho en la versión en español, ya que con la traducción literal no se podía trabajar. Nos hemos ido maileando bastante, y se ha quedado muy contento con la repercusión tanto en Uruguay y Argentina, con el Premio Mayor de Teatro del Mundo que da la Universidad de Buenos Aires y el Centro Cultural Rojas, y con estas fechas en España.
¿Era la primera vez que te enfrentabas a un monólogo en el escenario? ¿Qué tal la experiencia?
Fue muy disfrutable, cómoda, relajada, desafiante. Digamos que ninguno de los miedos y preocupaciones que tenía previo a los ensayos se hicieron reales. Creo que valió la pena esperar el tiempo que esperé para hacerlo. Era un tiempo de maduración que se tenía que cumplir. Me cogió mucho mejor parado en el teatro que si la hubiera hecho nada más me la dieron, casi 10 años atrás. Coincidió que la obra anterior que me tocó hacer, Clase de Guillermo Calderón, es un profesor que tiene que hablar de seguido casi 50 minutos mientras su alumna lo escucha. Que si bien no es lo mismo, me entrenó en tener que memorizar e interpretar una enorme cantidad de texto seguido.
Es una obra que rompe con la cuarta pared y convierte al público en activo. ¿Cómo actor qué te aporta que eso ocurra?
Una experiencia genial, única, que nunca había tenido, pero que me gustaría repetir. Todas mis obras antes, se trabajaban con la cuarta pared, y esto de mirar al público y preguntarles, por ejemplo, ¿cuándo se les terminó la infancia? entabla una hermosa comunicación, un enriquecedor ida y vuelta que nutre fuertemente la experiencia teatral.
¿Cómo reacciona la gente durante la obra? ¿Crees que se llegan a reconocer en algo de lo que cuenta tu personaje?
La gente en su mayoría reacciona muy bien a la interacción que la obra propone, tanto en el humor como en lo serio, con sus risas, sus silencios y sus respuestas, que en alguna ocasión, obligan a la improvisación. La obra se vuelve muy personal. Todos tuvimos experiencias de dolor en la infancia, y todos sufrimos en algún momento por amor. La obra está contada de una manera abierta, y el público pasa de la historia del personaje a la propia fácilmente. Los espejos del teatro… También creo que los momentos de humor están escritos de manera inteligente y estratégica para no caer en ningún tipo de drama, sino de reflexión, y eso es siempre interesante.
¿En qué medida (solo en el escenario, escasa escenografía, necesidad de que el espectador complete con su imaginación lo que no se ve de lo que cuentas,…) es un reto interpretativo este papel?
Es un tremendo desafío, que me encantó asumir. Es vivir lo más esencial del teatro. Una luz, un vaso de agua, una silla y el público. Un encuentro mágico. Yo agradezco en cada función la celebración del teatro. La reunión entre el que cuenta y los que escuchan. Amo ese fenómeno. Por otra parte, el desafío de concentración es muy fuerte. La preparación para la función empieza bastante antes. El compromiso es del cien por cien mental y físico.
¿Cómo definirías brevemente lo que es Tom Pain?
Una invitación a imaginar, un viaje por nuestra infancia. Una bella obra de teatro que cuenta tres historias de un personaje, que perfectamente puedes ser tú. Una forma de reírnos de nuestros propios dolores, de nuestra propia existencia. Un brindis por lo genial que es estar vivos.