Durante muchos años se construyó en torno al trabajo un relato tan laudatorio como casi de sumisión. Las crisis, y el miedo a perder lo que se tiene (incluso aunque no esté en peligro), siempre han remado a favor de esas corrientes. La concepción que se sigue percibiendo del hecho laboral, desde muchos frentes, sigue siendo la misma. Por eso es de agradecer cualquier invitación a la reflexión. El lugar donde se hacen las cosas, proyecto de Taller Placer, lo hace desde el punto de vista escénico y performativo.
Cuatro visitas a distintos espacios laborales (desde una central nuclear a un polígono industrial) con encuentros posteriores para completar la experiencia (con Paco Inclán, Sabina Urraca, el sindicalista Ferran Garcia, David Barberá o el escritor Carlos Taibo, entre otros) y una performance (15 de noviembre, 19h, La Mutant) a cargo de Vicente Arlandis componen la propuesta. El propio Arlandis y Paula Miralles (ambos de Taller Placer) responden a nuestras preguntas al unísono.
¿Cómo arranca el proceso de El lugar donde se hacen las cosas? ¿Es a partir de la conexión entre una foto de una visita escolar a una fábrica de Coca-Cola y otra posterior del libro sobre el ERTE en esa misma multinacional?
Venimos desde hace años haciendo propuestas que tienen que ver con el cuestionamiento del trabajo y sobre todo de nuestro propio trabajo como artistas. El tipo de relación laboral que establecemos con la gente con la que hacemos cosas y sobre todo cómo ese trabajo se convierte en vida y viceversa. Marcaríamos dos momentos que han dado pie a este proyecto. Por un lado la propuesta Qué pasa cuando no pasa nada donde invitamos a un grupo de personas a ocupar el espacio de una institucion en su horario de cierre. Mientras trabajábamos en esta pieza, Vicente pensó mucho en cómo transcurre el tiempo en el lugar de trabajo y, sobre todo, cómo funciona el tiempo dependiéndo del tipo de trabajo que tengas, y me acordaba mucho de una huelga que hicieron los trabajadores de la fábrica de juguetes donde trabajaba mi padre. Se encerraron durante varios días para exigir mejoras en las condiciones y pararon la producción. Cuando ibamos a visitarles la fábrica se había convertido en una espacio de vida lleno de colchones, una cocina improvisada, mesas donde los trabajadores jugaban a las cartas y me pareció muy alucinante ese espacio lleno de máquinas que, por unos días y a modo de excepción, paraba y dejaba de funcionar. Otro momento fue la presentación, dentro del contexto del taller de lectura Lo que nos está pasando, del libro Coca-cola en lucha, escrito por los trabajadores de la planta de Fuenlabrada. Las historias de lucha de toda esa gente nos parecieron muy emocionantes y que un grupo de trabajadores acaben ganándole la partida a Coca-cola era una demostración de que juntos sí se puede.
En el 2018, Conde Duque invita a Vicente a una residencia de dos años para realizar los proyectos que crea oportunos y esta oferta la abre a todo el colectivo Taller Placer. Allí desarrollamos en 2019 la primera edición de El lugar donde se hacen las cosas y queríamos hacer algo que implicase pasar tiempo juntos, que abordase el conceptos de jornada y de ahí la idea de plantear excursiones y visitas un grupo de aprendizaje. La foto de las alumnas de un colegio visitando la fábrica nos parecía que contaba muy bien cuál es nuestra relación con el trabajo desde pequeños. Unas visitas que se parecían mucho a un anuncio donde la fábrica era un lugar de felicidad donde se fabricaban los objetos que luego todos deseábamos y necesitabamos. El objetivo era volver a plantear esas visitas pero con una mirada crítica y sobre todo enfocándonos en la experiencia cotidiana del trabajo de la gente que hace esos objetos.
Hay dos reflexiones en los textos previos a El lugar donde se hacen las cosas que descubren un par de situaciones frente al trabajo (incluso frente al capitalismo) no solo muy presentes en nuestros día a día, sino exentas de la reflexión que merecen en el día a día. Una esa que mencionáis en la pregunta anterior, de la visita de colegios a fábricas, una práctica que no sé cuál es su finalidad educativa, pero que lo normal es que todos lo recordemos muy gratamente (por la novedad, por los regalos, por no tener ese día clase, por ir al lugar donde se fabrica algo que consumimos…), pero que puede tener una fuerte carga política. La otra es lo de que nuestros padres tuvieron siempre un mismo trabajo y ahora no solo ocurre lo contrario, sino que lo normal es combinarlos y en muchos casos para seguir teniendo unos ingresos precarios. ¿Cómo construyendo algo creativo llegáis a esas reflexiones y cómo acaban incorporadas al relato del proyecto?
A esas reflexiones se llega mirando a tu alrededor, preguntando, escuchando, hablando con la gente que conoces y sobre todo con la que no conoces. Estas excursiones nos obligan a hacer ese trabajo todo el tiempo. Preparar unas jornadas así nos obliga por ejemplo, a visitar una fábrica de colchones en el polígono de Alfafar donde el dueño está solo haciendo simplemente pequeños encargos para particulares. Una fábrica inmensa que en sus mejores momentos tenía 20 trabajadores y después de arruinarse varias veces, el dueño ha decidido hacerse pequeño y no asumir tantos riesgos. Hablar con el coordinador de una aceleradora de empresas y ver que el trabajo de innovación en la empresa tecnológica no es tan diferente del trabajo de un artista que trata de ganarse la vida haciendo esculturas. Leer y escuchar lo que piensan numerosos investigadores sobre cómo será el trabajo en el futuro pensando en la crisis ecológica y los nuevos modelos energéticos por venir. En realidad para nosotras organizar unas jornadas así es abrir un proceso de aprendizaje: primero para pensarlas y elegir a las voces con las que queremos contarlas y luego al experimentarlas, porque ahí siempre se abren otras cuestiones que no tenías pensadas.
Las visitas a los centros de trabajo son fundamentales para entender cómo funciona el mundo porque el relato de la realidad siempre se hace desde la economía y la productividad. El problema es que en las visitas a nosotros nos interesa que la gente nos cuente qué tal hacen y cómo lo hacen allí, pero casi siempre están organizadas y contadas por las propias empresas así que te puedes encontrar que una empresa como Iberdrola que ha sido y es una de las más contaminantes del país te vende la moto de la energía verde y claro…. ahí es donde sentimos la necesidad de abrir conversaciones posteriores que amplíen las visitas. Pero respecto al tema de llevarnos de niños con el cole a ver empresas, Isaac Rosa en una charla con María Ruido habla de un parque de atracciones al que llevó a sus hijos y cuya diversión era conseguir dinero para trabajar. El parque era un minimundo donde los niños trabajaban para conseguir más dinero y comprar cosas o acceder a mejores trabajos y comenta lo perverso que le parece por un lado y lo sencillo que le resulta a las a niños entrar en la dinámica laboral competitiva del mundo adulto. La educación está pensada para eso para que seamos ciudadanos productivos, útiles en sentido productivo.
¿Qué criterio seguistéis a la hora de seleccionar los lugares de trabajo que se visitar y las personas que protagonizarán los encuentros posteriores con el público?
Esto ha sido muy complicado en estos momentos por motivos obvios. Teniamos un previo que eran las jornadas que habíamos montado en Madrid. Al principio seguimos un plan muy parecido. Queríamos visitar una gran empresa tipo la Ford, en Almussafes, para ver cómo es el trabajo fabril y la fabricación de objetos concretos. Luego visitar una planta de reciclaje para pensar la crisis ecológica y necesidad de otro tipo de producción más racional y por lo tanto otro tipo de planteamiento vital, incluido por supuesto el laboral. Visitar un museo, dejando de lado completamente la cuestión artística y centrándonos en el tipo de trabajo que allí se da, desde la limpieza y la seguridad hasta la administración y la coordinación y dirección. Y por último entrar en Lanzadera, una aceleradora de empresas financiada por Juan Roig para que nos contaran cómo funciona la innovación en las empresas y qué tipo de trabajo desarrollan en ese contexto. Debido a todos los problemas pandémicos el programa ha ido cambiando, habrá otros abordajes, pero yo creo que serán igual de interesantes.
En el fondo, en las jornadas, lo que queremos es dar cuenta de los diferentes paradigmas laborales que conviven en la actualidad. Por eso abordamos el universo de la fábrica y la producción de bienes, la dimensión de trabajo e innovación o emprendimiento y toda la dimensión tecnológica que se ha incorporado a la empresa y que siempre se plantea en términos de éxito, el trabajo cultural/artístico y la dimensión más cognitiva del trabajo en un sector que en realidad es casi el más precario actualmente y de los que menos capacidad de interlocución con la administracion tiene para mejorar sus condiciones materiales de trabajo y vida. Y, por último, queríamos abordar una dimensión que tuviera que ver más con pensarnos desde la condición actual y trabajar con todas esas voces que hablan de decrecimiento, de colapso y del final de un modelo productivo…para especular juntos cuáles son esas preguntas que todos nos hacemos y compartirlas y por eso la visita a una central nuclear o al vertedero cuando lo hicimos en Madrid.
Los nombres de los/as invitados/as aparecen en conversaciones mientras estamos imaginando el ciclo y muchas veces son conexiones que no son directas porque no son expertos/as en ese campo, pero de alguna manera su propio trabajo o su foco de estudio alude o nos recuerda con alguna cosa que queremos plantear en la visita.
¿Ha sido fácil la colaboración de esos lugares de trabajo? ¿Entendieron la propuesta?
En algunos casos, nosotros no explicamos la propuesta realmente. Por ejemplo, el día 13 iremos a la Central Nuclear de Cofrentes y la visita nos la va a hacer alguien allí que se dedica a recibir a grupos y contarles para qué sirve y cómo funciona. Luego nosotros tendremos a Carlos Taibo para que nos cuente algunas claves sobre la necesidad de decrecer y el inminente colapso al que estamos abocados. Hay sitios donde no vamos de cara porque si no no nos dejarían entrar.
El año pasado, en Madrid, fuimos a Danone. Nos sorprendió la manera en la que se hacía esa visita tan enfocada a promocionar sus productos. Todo en la visita era cartón piedra, un anuncio. Había muy poca gente que trabajaba ya presencialmente en la fábrica. Había muchísimos más trabajadores en el Museo Reina Sofía que en la fábrica Danone para que os hagáis una idea. Habría que hacer un trabajo muy profundo entre las empresas y el mundo de la cultura, pero eso es otro melón que no vamos a abrir ahora.
El proyecto se va a desarrollar con los condicionantes que el covid impone. En ese sentido, ¿qué creéis que se pierde y qué se gana?
Se pierde la oportunidad de entrar en empresas donde pasan cosas muy interesasntes y también se gana en intimidad y se hace posible una comunidad que se crea en un grupo pequeño. En un principio los grupos iban a ser de 50 personas. Con la situación actual seremos solo 25. Los grupos están cerrados ya desde hace días, es una lástima que seamos pocos pero a la vez, por el tipo de actividad que hacemos, las dinámicas que se crean son más interesantes y se aprende más porque todos podemos atender a lo que planteamos todos.
El lugar donde se hacen las cosas se completa con una performance en la que Vicente tratará de «de trabajar lo mínimo, lo justo y lo que yo entiendo por razonable. Os voy a contar lo que pienso de la disciplina, del trabajo del bailarín y del secuestro de nuestro tiempo. Os voy a contar cómo se siente al repetir durante ocho horas al día la misma acción en una fábrica o cómo se queda el cuerpo al bailar el mismo espectáculo durante cinco años». ¿Por qué creéis que sigue existiendo cierto culto al trabajo, llegándose a situaciones como que haya gente que use el hashtagh #Ilovemyjob (casi siempre en trabajos relacionados con la cultura o la creación) cuando apenas les es rentable económicamente? ¿Por qué está tan mal visto el no querer vivir para trabajar al que parece que estamos abocados?
Son muchas generaciones con la misma matraca y todo un sistema ideológico y religioso que lo tenemos inserto hasta el tuétano. Remedios Zafra lo explica muy bien en El entusiasmo, en el que nos habla del lugar de precariedad desde el que se sotiene el trabajo creativo y cutural. Un lugar que sólo muestra el éxito y nunca visibiliza el abuso ya normalizado que vivimos al asumir constantemente condiciones laborales y situaciones que no deaseamos y que se disfrazan de motivación y voluntarismo porque trabajamos en lo que nos gusta. Son condiciones o situaciones que no aceptaríamos en una relación de amistad o de pareja pero que aceptamos en nuestro trabajo. En el mundo de la cultura decir no a un proyecto, a un bolo, a una invitación es casi impensable y en el ámbito de la danza donde la cuestión de la disciplina se supone que es fundamental más aún. Nos lo tenemos que mirar.
Cuando emprendéis un proyecto como este en el que sobrevuelan tantas preguntas, ¿tenéis las respuestas, las vais encontrando o que sigan sin contestarse es el motor del mismo?
Exacto, las preguntas son siempre el motor de las cosas, es decir, que en la mayoría de ocasiones lo que nos motiva es tratar de formular las preguntas adecuadas. Eso es muy difícil porque estamos acostumbrados a querer encontrar la respuesta y no tanto a centrarnos en la pregunta.. Pero seguir encontrando lugares de duda para compartir con los demás es lo que nos hace aprender a todos ¿no? y no tanto tener ya las respuestas. Estamos inmersos en un paradigma que necesita buscar respuestas y soluciones; incluso las preguntas muchas veces están hechas para que nos conduzcan a una respuesta o un discurso predeterminado. Nosotras partimos de preguntas que nos hacemos nosotros, pero durante el proceso van surgiendo las de muchos otros que ya han pensado en ello antes que nosotros y también aparecen preguntas nuevas por las conexiones que vamos haciendo. Se trata, como dice Donna Haraway, de seguir con el problema y buscar los asuntos que nos afectan y que merecen ser compartidos y pensados entre todos….También está ahí la noción de problema que tiene mucha tela, porque siempre se ve como algo negativo que hay que cerrar y quizás ahí todos deberíamos hacer el ejercicio de plantearlo desde otro lugar, es decir, como un lugar de partida, una condición y un lugar que nos ocupa y nos abre preguntas.