Fotograma de Réquiem Georg. El Señor Bauer, Rinoceronte Films.

Con el documentalista, escritor y periodista Raúl Riebenbauer (València, 1969) nos tomamos, hace ya tiempo, un vermut de los nuestros cuando residía en Perú. El año pasado volvió a nuestras páginas por sus selectos bit# (cortos con poca postproducción y escasa grabación). Y ahora lo hace por su documental Réquiem Georg, que forma parte de la programación del festival DocsValència (que se celebra del 5 al 13 de mayo), dentro de su sección Fragments.

Con Réquiem Georg, Riebenbauer pretende cerrar «una larga y obsesiva investigación sobre el caso de Georg Welzel», al que ya dedicó un libro, recientemente reeditado. Pero mejor que sea el propio autor el que nos hable de su obra. Como si de un making of se tratara, le hemos pedido que nos relate su proceso creativo en tres escenas. Suya es la palabra.

Réquiem Georg se proyecta este domingo, 7 de mayo, a partir de las 21h, en el Centre Octubre, con posibilidad de un segundo pase a las 21.40h. más información aquí.

Raúl Riebenbauer. Foto: Estrella Jover.

La idea

A finales de 2020, nadando en el mar —soy nadador en aguas abiertas—, me vino una imagen: tenía que ir a la casa del pueblo de mi madre, a 80 kilómetros, y recuperar de su bodega una caja con cintas Mini DV. Lo sentí de manera muy clara: esa era la semilla de mi siguiente cortometraje de no ficción. ¿Y qué hacía aquel material tan lejos, casi sepultado? En 2005 había publicado el libro El silencio de Georg (RBA), un trabajo de no ficción que contaba mi largo proceso de investigación del caso de Georg Welzel, ejecutado a garrote vil en 1974 por la dictadura franquista. En la fase final de la búsqueda, mi amigo Samuel me prestó su cámara. Filmé catorce horas. Mi investigación había sido tan larga (1995-2005) y obsesiva que cuando publiqué el libro necesité arrancar de mi vida todo lo que tuviera que ver con aquello. Hasta finales de 2020, el año maldito, cuando esta historia volvió a mi vida mientras braceaba en el mar. Además en los meses siguientes ocurrió algo inesperado: una pequeña editorial de Santander (La Vorágine), quiso volver a publicar el libro. Creían que la historia que contaba no debía perderse en el olvido. Y ahora llega Réquiem Georg, el cierre necesario —para mí— de un largo camino que, dentro de poco, cumplirá treinta años. El tiempo vuela.

Cartel de Réquiem Georg. Obra de Alberto Bódalo.

La creación

Mis amigos Moisés y Javi, de Croma, me ayudaron a digitalizar las cintas. A partir de ahí, sin la escritura previa de un guion de montaje, me lancé a editar. Exploré. Y cuando tenía una primera versión de 30 minutos, la compartí con Nayra Sanz Fuentes. Nayra es una directora de no ficción con un talento inmenso y un lenguaje propio. Pensé que me mandaría algunas impresiones y ya —que no hubiera sido poco—. Pero no: me propuso coproducir el corto con su Rinoceronte Films (yo me sumaría con El Señor Bauer). Con Nayra he escrito y he montado el documental y, por encima de todo, he encontrado una mirada crítica y analítica con precisión de cirujana (con el apoyo de Alberto). Y por supuesto, a una compañera de viaje. Juntos decidimos que no trataríamos de maquillar la pobreza de la imagen que proporcionaba el Mini DV. Por eso el etalonaje de Helmut es muy sutil. Y juntos pensamos que la posproducción de sonido, reforzada con decenas de sonidos foley, sería clave. Los compañeros de La Bocina, Rubén y Álex, hicieron milagros.

El documental

El resultado es un corto de no ficción que dura 24 minutos. La sinopsis dice: «Un periodista le pide a su segundo padre que fabrique un objeto para un ritual funerario. Con él tratará de cerrar una larga y obsesiva investigación sobre el caso de Georg Welzel: uno de los dos últimos ejecutados a garrote vil por la dictadura de Franco en España.». El periodista soy yo, Raúl, a mis casi 54 años. Mi segundo padre era Manolo, que murió hace 11 años. A partir de ese encuentro, de ese objeto creado, he construido Réquiem Georg, de una manera muy personal e íntima. De las viejas cintas he extraído escenas familiares, cosiéndolas con el hilo que nos une a historias a veces tristes y dolorosas, incluso aunque parezcan lejanas. Es también un ejercicio de memoria, tan necesario siempre, más en nuestros días, cuando el neofascismo y el extremismo de derecha falsean la historia y nos quieren arrastrar al olvido y a la indignidad.