Foto: Abuaila.

A estas alturas, Francis Montesinos (Medalla de las Bellas Artes, 2006) es patrimonio valenciano, y el MuVIM le rinde homenaje por su medio siglo de oficio (ahí es nada) con la exposición conmemorativa, 50 aniversari: València, seda i foc. Te damos 10 razones para ir a visitarla y disfrutarla:

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Porque todo empieza por el tejido, cualquier diseñador lo sabe, y en Francis este leitmotiv no le es extraño. Sedas al más puro estilo «salvaje» de Oriente, gasas ondulantes al ponent valenciano, punto calado con mil y una torsiones que dejan poco a la imaginación, adamascados suntuosos, ligeras voiles de algodón estampadas… Ningún buen tejido le ha sido ajeno, se nota el trabajo intenso durante todos estos años dando protagonismo al sector textil y su cabezonería en conseguir la mejor hilatura.

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Para situar el origen de su genio en un mostrador, que abre la exposición. Recreación del auténtico que estaba en la antigua cordelería regentada por sus padres. Nos imaginamos al pequeño y no tan pequeño Montesinos deambular entre cabos y asirse fuertemente a ellos para no perder el camino hacia sus sueños. Sus vestidos de punto calado con pasamanerías de pompones son entramados atemporales que podrían ser la consecuencia de esa incipiente apertura a la vida, entre bobinas sin fin.

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Por el rincón santa-compañesco de las Comedias bárbaras de Valle-Inclán que adaptó el director Bigas Luna, en un montaje escénico multidisciplinar, cuyo responsable de vestuario fue el propio Francis Montesinos. Se trata de un corner negro, púrpura y de mantilla con el incógnito de los rostros velados que tan recurrentemente han poblado la historia de la moda y que habla de la decadencia de las sagas.

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Porque la buena moda resulta actual siempre, pese al desenfrenado calendario de caducas tendencias, efímeras colecciones, y volátiles temporadas… Las piezas tocadas por la longevidad de estilo pervivirán para siempre y por siempre en los armarios, generación tras generación. Y si no, hagan la prueba de ir a ver la exposición con un adolescente, o tardo-adolescente, o simplemente, un joven enamorado de la moda juvenil de los 80’s o 90’s. Inmediatamente caerán rendidos a un sinfín de prendas, las desearán, querrán tocarlas, bajo la atenta mirada de los vigilantes de la exposición.

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Por sus dibujos, porque su moda está gozosamente ilustrada, con señas de identidad muy características, se puede distinguir un tejido estampado por Montesinos entre un millar. Son motivos pintados a mano para luego llevarlos a sus prendas, all over. Temas imborrables en la memoria de cualquier valenciano con el pedigrí de la edad, las hemos visto en cuerpos en movimiento, en camisas y cazadoras con sus característicos botones métalicos. Hablamos del pattern sobre lo juegos olímpicos, la fiesta nacional, refrescantes escenas cotidianas tocadas por el halo mediterráneo, o el gallianesco estampado de portadas de periódicos locales (ojo, primero fue el valenciano, porque Montesinos lo hizo todo antes).

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Y si no fuera poco con la moda, ella que siempre va de la mano de otras disciplinas artísticas (los desfiles de Montesinos se podrían catalogar de auténticas performances en directo), se refleja también brillante en las portadas de las cartelerías que el propio Francis realizó para discotecas valencianas. O en los fotogramas de las películas de Almodóvar, en las que participó vistiendo a los personajes, desde esa casualidad que hizo que en Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón se colara un diseño suyo comprado por el equipo en una boutique de Madrid, y que identificó después como propio el diseñador. Una relación de amistad entre diseñador y director que cuenta con un hito: cuando el propio Almodóvar hace de Francis en su film Matador.

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Porque, ¿no son surreales los detalles concretos que suelen acompañar a una extensa vida profesional? En el caso de Montesinos, el ingrediente quimérico también está en su afán expansionista de su propio nombre, casi nada escapa a su rúbrica (alfombras, sillones, ropa de hogar, azulejos, duchas, trajes para perro…). Y comete la veleidad de estampar su rostro, detalle pop, en un vestido (Verano, 2016) que podemos ver al lado del apartado dedicado a Dalí (Colección «El Divino», 2009), otro gran bon vivant mediterráneo.

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En un momento dado un genio olisquea a otro fantástico y colabora con él para auparlo. Lo hizo Helmut Newton en París, fotografiándole junto a sus diseños en el Hotel Georges V, en 1982 con su colección «El negro», que presentó en otro mítico hotel, el Palace de Madrid. Una sesión con fotos en blanco y negro, como es natural si se trata de Newton, que destacan por su juegos de luces y sombras, y los propios retratos del diseñador a la vera de sus creaciones. Oro negro.

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Porque el equipo es lo que importa (y en el negociado de la moda aún más), y ya en el inicio de la exposición vemos una singular foto que acapara atención: la primera cuadrilla Montesinos en 1972 (se sucederán otras igual de significativas) en lo que fue la apertura de su primera tienda, transformando el negocio familiar, en el Barrio de El Carmen. Un retrato que recoge muchos elementos que hoy reclama la moda con urgencia y máxima actualidad, léase la fluidez de género o también el mix generacional a la hora de publicitarla. Y que Francis como el más moderno entre los modernos, practicó con naturalismo y sin pretensiones.

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¡Y qué demonios!, porque la moda es evasión, juego y diversión, y tras recorrer estos 50 años de intensa vida, se sale de la exposición con la certeza que Montesinos se lo ha pasado, y lo ha hecho pasar, bárbaro.