El IVAM es custodio de la obra de Josep Renau y eso constituye una oportunidad para que el público pueda disfrutar de su obra, de su archivo y de su biblioteca, gracias al depósito que el mismo año, 1989, de la apertura del museo hizo la Fundación homónima del artista. Su producción es prolífica y cada nueva muestra abre diferentes perspectivas, como esta en la que se pone acento a los contextos históricos: México (1939-1958) y la antigua República Democrática Alemana (1958-1982) durante los largos años de su exilio: Los Exilios de Renau (comisariada por Joan Ramón Escrivà y Josep Salvador y que se puede visitar hasta el 9 de enero de 2022).
Os damos 5 razones para visitar esta exposición, aunque podrían ser infinitas porque Renau no se acaba nunca:
1- Los murales y su contexto: la función revolucionaria de la pintura
Los murales en los que trabajó Josep Renau son apabullantes, (“La marcha de la juventud hacia el futuro, 1968-1974, “Las fuerzas de la naturaleza, 1969…). La exposición se inicia con el mexicano “Retrato de la Burguesía”, que realizó junto a un equipo internacional comandado por el muralista revolucionario David Alfaro Siqueiros. La influencia del movimiento muralista mexicano era incluso más fuerte que las vanguardias parisinas en la época prebélica y se materializó en València ya en plena guerra con el encuentro entre Renau y Siqueiros. El mural iba destinado al Sindicato Mexicano de Electricistas, y Siqueiro exigió que no se situara en el vestíbulo del edificio, sino en el hueco de la escalera que daba acceso a las aulas de formación. Imaginamos a los estudiantes admirando día a día esas imágenes brutales que retratan el fascismo como arma de exterminio con la máquina como símbolo principal del capitalismo más devorador.
2- Manuela, Manuela y Manuela
Manuela Ballester (València, 1908-Berlín,1994), más que compañera, porque fue pintora, cartelista, ilustradora, escritora, poeta… y autora de murales junto a Renau en los que su firma no aparecía. Vale la pena sentarse a conocer su historia en el documental dirigido por Giovanna Ribes, El llanto airado (2008). Casi una hora que nos ayudará a trazar el perfil de esta interesantísima artista a través del testimonio de parte de la familia. Manuela emprende a pie el camino del exilio hacia Francia, un mes antes que Renau, junto a sus primeros hijos, sus hermanas, la madre y su cuñada. Y de ahí a México donde es capaz de construir una vida de continuación para seguir con su creación artística, estableciendo una fuerte conexión con el entorno, guiada por la honradez, la verdad y la rectitud como se dice en el documental. Hasta que en Berlín “en un caserón que no se podía calentar en invierno», esos lazos familiares y hasta artísticos se pierden y Manuela emprende un nuevo rumbo.
3- Sus collages siempre estarán de actualidad
La faceta de collagista de Renau es una de las más notorias. Su serie americana de fotomontajes “The American Way of Life” (1949-1976) a la que dedicó 20 años de su vida es inmortal y la retomará viviendo en México tan lejos y tan cerca de esa Norteamérica abotargada, lo que le permitió redondearla y enriquecerla en el contexto del recrudecimiento de la Guerra Fría. En “…Just what are all these People so worried about?” (1965), aparecen junto a otros iconos del estilo de vida estadounidense: unas latas de comida Heinz, un paquete de Camel, cadillacs, neveras, herramientas, chicas de calendario, la Estatua de la Libertad, la revista Life, la Texaco, rascacielos, la Pepsi y la Coca-Cola… Y norteamericanos de clase media, esperando a cruzar arremolinados en la acera, bien vestidos, sanos pero pensativos, la preocupación flota en el ambiente. Cambiarán los símbolos, cambiarán las épocas, pero los estragos de la globalización y del modo de vida occidental seguirá siendo tema y podremos mirar a Renau una y otra vez, dando en la diana de su línea de flotación antes que nadie.
4- El diálogo con otros artistas afines
En esta exposición de contextos, la obra de Renau dialoga con la de otros artistas. Con el soviético Alexander Zhitomirsky (1907–1993) que fue ilustrador y también cartelista comparte los fotomontajes sobre la cultura de masas, una herramienta de destrucción contra el nazismo que le llevó a ser señalado como objetivo buscado. Su obra como la de Renau también apela a su interlocutor: ciudadano o soldado, vencedor o vencido, mientras realiza el banal ejercicio de ojear las páginas de una revista o mirar un cartel. Dieter Urbach (1937) es otro de los “conversadores”, el fotomontajista alemán comparte con Renau su pasión por retratar espacios públicos, en su caso edificios inmensos que concitan a la ciudadanía, gente “guapa” como parte del paisaje en una suerte de futuro perfecto, de arquitectura especulativa de un mundo mejor.
5- El sentimiento de equipo que funciona como una unidad
Esta última razón para visitar la exposición es una sensación que flota en el ambiente durante toda la visita: el equipo lo fue todo para que Renau llegara a donde llegó con su vertiente más política y personal. Lo formó en México con el talento y buen quehacer de su propia familia, con la que monta un taller para ejecutar su obra más comercial (Estudio Imagen/Publicidad Plástica (1950-1958) en el que estaban además de Manuela Ballester, sus cuñadas Rosa y Josefina Ballester, sus hijos y demás colaboradores de fuera.
Lo vemos también en la metodología de los trabajos muralistas en los que la participación es colectiva y donde incluso deja por escrito las tareas correspondientes a los días en los que se va a ausentar porque Renau no deja nada al azar y para él, el trabajo en equipo supone “la coordinación de todos en favor de la total unidad de estilo, donde los componentes del equipo sacrifican sus maneras personales en favor de una forma común de composición”. Una metamorfosis para alcanzar un bien superior: un estilo moderno de realismo dinámico y funcionalismo político, del que Josep Renau es y será su mejor exponente.