Raúl Pérez va todos los domingos al Rastro. Primero lo hizo con su padre y después solo, por costumbre y por recordarle. Quedándose hasta última hora descubrió lo que algunos llaman el Rastro del Rastro, el momento en que la gente espiga entre lo que ya ha sido abandonado por los vendedores. Ahí, con una mano rebuscando y la otra haciendo fotos nacieron las imágenes de, claro está, La espiga, que forman parte de la exposición Catástrofes de 2ª Especie (La Rambleta, hasta el 28 de abril).
Mati Martí hizo un inventario de su propia vida durante un año. Se hacía la comida, se la comía y fotografiaba los restos. O captaba con su iphone la hora en que se iba de su casa y la hora a la que volvía. O se hacía un autorretrato cuando llegaba a su piso después de la jornada laboral y los clasificaba según su estado emocional. O catalogaba con su cámara, pasajes y objetos cotidianos de su vida y los ordenaba alfabéticamente. Todo ese material es Habitar 52, el proyecto audiovisual con el que participa en Catástrofes de 2ª Especie.
Pablo Casino fotografió en 2013 los bares que abrieron inmigrantes españoles en Bruselas en los años 70 y que aún estaban activos. Con ese material publicó un libro salpicado de textos de Julián Ayesta, un escritor con una sensibilidad muy especial que nunca ha sido valorado tanto como merecía. Ahora, lás páginas de barespagnol abandonan su formato y quedan expuestas, casi como el resultado de una disección, en una de las paredes de Catástrofes de 2ª Especie.
Ellos son tres de los ocho artistas (todos miembros de la plataforma valenciana Raïm) que forman parte de una exposición comisariada por Estela Sanchis, y programada dentro de las actividades por el séptimo aniversario de La Rambleta. «En cada una de estas obras», explica la propia Sanchis, «la fotografía desencadena un entramado de relaciones, afectos, consecuencias, flujos de pensamiento, búsquedas y reacciones a la progresiva desafección con el mundo al que estamos abocados».
En el catálogo de la muestra se recoge un párrafo del libro Nocilla Dream, de Agustín Fernández Mallo, en el que se hace referencia al título de la exposición, a esas catástrofes de segunda especie que, intencionadamente o no, transforman la realidad existente, rompiendo su equilibrio, provocando el mismo efecto que cuando en una fila de fichas de dominó la primera golpea a la siguiente.
Y en torno a ese concepto de intervención se desarrollan todos los trabajos mostrados. Los tres ya mencionados y esa especie de cubo de Rubik con el que María Tinaut visibiliza la identidad de género, los poco más de diez minutos del vídeo con el que Carmen Gray reflexiona sobre nuestra relación con los espacios y lo que hay en ellos (una farola en este caso), la instalación de Sandra Ferrer con la que quiere que el espectador «se pregunte sobre el portal, sobre la sexualidad y sobre el respeto en compartir intimidad», las fotografías de Paula Prats de paisajes naturales en las que la luz y el color transforman la realidad y las sensaciones respecto a ella, y las preguntas que lanza Alberto Feijóo desde su trabajo.