La exposición se titula Miradas (Fundación Bancaja, hasta el 4 de septiembre), pero podría perfectamente haberse bautizado como Memoria. Memoria de una ciudad, València; de un fotógrafo, José Aleixandre; de una profesión, la de fotoperiodista, que cuanta más falta hace menos importancia le dan los medios generalistas.

Cincuenta y cuatro fotografías, realizadas entre 1981 y 2015, resumen de más de treinta años de trayectoria (la mayoría de ellos en el diario Levante-EMV). Las imágenes de Aleixandre son un recorrido por la historia reciente de València. De hecho, el fotógrafo reconoció que a la hora de seleccionar el material a exhibir se decantó «por aquellas que tenían una connotación histórica».

Así, comparten paredes, las dimisiones de Pérez Casado (1988) o Rita Barberá (2015), la retirada de la estatua ecuestre de Franco (1983), el entierro de las Niñas de Alcácer (1993), el asesinato de Manuel Broseta por parte de ETA (1992), un concierto de Madonna (2008), una marcha ultraderechista (1996) o Cañizares quitándose la medalla de subcampeón en la final de la Champions de 2001.

Hay más nombres propios (Concha Velasco, Bo Derek, Curro Romero, Cicciolina, Jeanne Moureau, Agustí Centelles…), pero, también, esa otra historia que escriben seres anónimos a pie de calle, sea un desalojo en Nazaret (1985), una muerte por sobredosis en El Carmen (1984), unos niños jugando en ese mismo barrio (1982) o una estampa tan típica (al menos en el siglo pasado) como la de un gitano tocando la trompeta mientras una cabra sube una escalera (1988).

Predomina la década de los ochenta («la década mágica, la edad dorada del fotoperiodismo»), el blanco y negro («tiene más fuerza que el color, como decía Renau el blanco y negro aporta un dramatismo que el color no consigue») y excepto una de las fotos mostradas, todas corresponden al instante («aquellos años no tienen nada que ver con la actualidad, teníamos más tiempo para todo. Hoy en día es un sinfín de disparos para hacer galerías, no se seleccionan las imágenes»).

Corazón, cabeza y ojo. Aleixandre cita a Cartier-Bresson. Sus fotografías responden a esa fórmula. El visitante no tarda en comprobarlo. Igual que descubre las segundas lecturas que tienen muchas de las imágenes. Detenerse y mirar unas instantáneas que no se acaban en lo capturado, que nos cuentan nuestra historia reciente (que no hay que olvidar), quiénes somos y de dónde venimos, a partir de un testimonio presencial y fidedigno.

Un archivo imprescindible, que como el de otros profesionales de la fotografía valenciana, corre el riesgo de perderse si las instituciones no reaccionan a tiempo, como el propio Aleixandre denuncia. A ver si hay suerte y no hace falta una capitalidad ni la celebración de ningún Año especial para ello. La pérdida sería irreparable.