Genovés supo que su labor como artista no podía limitarse a buscar un ideal de belleza, su arte no es decorativo sino combativo. Son palabras de María Toral sobre Joan Genovés (Valencia, 1930 – Madrid, 2020) en el catálogo de la exposición que se puede visitar en Fundación Bancaja hasta el próximo 15 de abril y que ella ha comisariado. La frase es, al mismo tiempo, acertada introducción y perfecta definición de la obra del genial pintor valenciano.
Dijo Genovés en algunas entrevistas (por ejemplo en el imprescindible Imprescindibles que le dedicaron) que pensar en los 18 escalones que le separaban de su estudio le servía de burbuja aislante ante situaciones demasiado «ruidosas», a modo de oración o mantra. Aquellos 18 escalones eran la puerta a un mundo que le hacía feliz. Un universo propio. Ese en el que se puede vivir, por unos minutos (dependiendo de cuan larga sea la visita), en la retrospectiva que le han dedicado. 18 escalones que nos sirven de excusa para hablar de ella y de él.
1- Los datos
Joan Genovés nació el 31 de mayo de 1930 en València y falleció en Madrid, en el 2020, el 15, también, del mes de mayo. Estudió en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos de su ciudad natal. Formó parte de grupos artísticos tan importantes como Parpalló, Hondo o Los Siete. Su vida y carrera estuvo marcada por la defensa de la democracia en un país en el que durante muchos años brillaba por su ausencia. Formó parte de la prestigiosa Galería Marlborough. Entre los numerosos reconocimientos recibidos destacan la Mención de Honor en XXXIII Bienal de Venecia (1966), el Premio Nacional de Artes Plásticas (1984), el Premio de las Artes Plásticas de la Generalitat Valenciana (2002) o la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, Ministerio de Cultura (2005).
2- La exposición
Copiamos, textualmente, de la hoja de sala: «La muestra, comisariada por María Toral, realiza un recorrido cronológico que revela la evolución en la producción artística de Genovés, marcada por el protagonismo de la figura humana, que ha reflejado en sus obras de distinta manera y mediante la que ha tratado temas como la vida y la muerte, la guerra, las relaciones o los comportamientos sociales».
La exposición se compone de más de setenta obras del artista valenciano, a partir de los años sesenta que fue cuando empezó a pintar de manera individual. Entre ellas, alguna inédita como el cuadro póstumo inacabado en el que estaba trabajando cuando falleció. Además, se incluyen varias fotografías del pintor, así como el documental al que hacíamos referencia en el segundo párrafo de este artículo.
3- El miedo
Si algo marcó la vida personal y artística de Joan Genovés (a pesar del carácter vitalista que emanaba) fue el miedo. El miedo que con los años iba a tener una presencia ominosa en su pintura y en su misma vida, escribe Antonio Muñoz Molina en el catálogo de la exposición. Miedo durante la guerra civil, durante el franquismo, durante la lucha clandestina, durante sus estancias en los calabozos, durante la incertidumbre de la transición. Un miedo (que el propio pintor reconoció como motor de su vida) que recorre toda su producción como bien analiza en el texto mencionado el autor de El jinete polaco. Un miedo que, sin embargo, nunca le atenazó, y que sigue vigente cuando se contemplan obras como Uno, dos (1965) o 1966 (1966).
4- El compromiso
Cuando la Galería Marlborough ficha a Genovés le animan a trasladarse a vivir a Estados Unidos. Pero él dice no. Son años convulsos en España y considera que su sitio está aquí, luchando como hasta entonces para cambiar las cosas, con sus ideas y sus obras, y no pintando en un estudio a miles de kilómetros seducido por el mercado y la fama. Es solo un ejemplo del compromiso del pintor valenciano. Como lo fue su militancia en el Partido Comunista, su participación en manifestaciones y convocatorias (como el encierro en el Prado en protesta de la detención del crítico de arte Moreno Galván) en defensa de las libertades, en sus decisiones artísticas (esas que le alejaban del grupo El Paso, a los que achacaba que su mensaje abstracto era considerado inofensivo por la dictadura) o en obras como Las víctimas (1969), El sospechoso (1973) o Retrato oficial (1975), presentes en la muestra.
5- El abrazo
Es, posiblemente, su obra más popular. También puede que la más icónica. Genovés quería plasmar en un cuadro el deseo de unión de todos los españoles después de los sangrientos años del franquismo. Una de las cosas que más le costó fue introducir la figura femenina. Finalmente, aparece en un lateral abrazando al vacío, que representa el esperanzador futuro que estaba por venir. La idea concreta del abrazo se le ocurrió al pintor un día asomado al balcón de su estudio y observar a unos niños que se abrazaban eufóricos a la salida del colegio. El abrazo (1976) fue elegido por la Junta Democrática en la clandestinidad para ilustrar el cartel en el que se solicitaba la amnistía para los presos políticos. Se hicieron 50.000 copias. Cuando estaban recogiendo la mitad de ellas en una imprenta, fueron detenidos por un chivatazo. Genovés pasó ocho días en el calabozo. Curiosamente, durante años, el cuadro sufrió, ya en democracia, un nuevo «secuestro», al estar almacenado en el sótano del Museo de Arte Reina Sofía sin ser expuesto. En 2003, el artista valenciano realizó una adaptación de su obra que se convirtió en escultura de bronce de homenaje a los abogados laboralistas asesinados por la ultraderecha en la conocida Matanza de Atocha. Uno de aquellos pósters en los que se pedía la amnistía política colgaba de una de las paredes del despacho cuando se produjo el salvaje atentado. Y sí, El abrazo forma parte de la exposición de Fundación Bancaja.
6- El público
Genovés tenía mucho respeto por la gente que contemplaba sus obras. Llegó a decir en una ocasión que son quienes hacen el cuadro de verdad, que si no existiera nadie al otro lado el artista sería una cosa vacua. Sería muy feo llevarle la contraria, así que este escalón es un motivo más por el que acercarse a la exposición y disfrutar con obras como El brazo (1969), Agresión (1976) o Propiedades (2017), por poner tres ejemplos bien diferentes, y disfrutarlos y pensar.
7- Pop político
Puede que a alguien le cueste creer que ambos términos acaben formando una expresión conjunta, pero en el caso de Genovés es así. Siempre ha reconocido la influencia que tuvo el pop art para él. Y el cariz político de su obra, a estas alturas del artículo, está más que claro. Una conjunción que, como decíamos antes (citándole), le alejaba de postulados y críticas más encriptadas como las de El Paso y le generaba más problemas con las autoridades. Como dijo su hijo (y también artista) Pablo Genovés el día que se presentó la exposición, «transformó el rojo de las latas de sopa Campbell de Andy Warhol en manchas de sangre».
8- El ser humano
La figura humana tiene un obsesivo protagonismo en la obra de Joan Genovés. Cuesta encontrar (diríamos que no hay) un cuadro en la muestra donde no esté presente. Multitudes e individuos, la masa y la persona como ente único e indivisible, protagonista incluso cuando comparte lienzo con muchas decenas más. Y siempre contando algo diferente y de manera distinta. Esa radiografía escalofriante y rotunda de la división del país que hace en Ruptura (1965), la devastadora crítica, no exenta de ironía, que lanza en Tribunal del orden público (1976), el fascinante retrato (¿esperanzador? ¿alienante?…) que traza en Paisaje urbano: El foco (1983) o la espectacular Expectantes (2015) con tantas lecturas como casi personas aparecen.
9- La violencia
Explícita como en En el suelo (1969), Los que golpean (1973) o Agresión (1976), silente como en La silla vacía (1976) o testigo mudo como en El sospechoso (1973), la violencia está muy presente en la trayectoria de Genovés. Violencia como herramienta para denunciar. Porque como indica Fernando Sánchez Castillo en el catálogo de la muestra: «En tus cuadros es difícil encontrar personajes violentos. Ellos son los que reciben una represión estructural. Desde una perspectiva superior, un control omnímodo e implacable actúa en ellos. Ante el cual, la salvación viene de la empatía con la víctima».
10- Genovés internacional
Bromeaba con que podría haberse llamado Genovesky si su madre no hubiera subido, en el último momento, al tren que se lo llevaba junto a su hermano a tierras rusas, los conocidos como niños de la guerra, para bajarlos y que se quedaran en casa. Aquel crío no podía imaginar entonces que cuando creciera su arte sería reconocido en todo el mundo. Su contrato con Marlborough; exposiciones en Londres, Nueva York, París, Turín, Buenos Aires, México DF, Toronto o en aquel Moscú que esquivó de niño; obra suya en museos o colecciones de Japón, Australia, Estados Unidos, Francia, Nicaragua, Chile, Finlandia, Inglaterra o Alemania; galardones varios; charlas con Mark Rothko; o esa fascinante amistad con Francis Bacon que Muñoz Molina esboza en el catálogo, «tenía largas conversaciones apasionadas sobre Velázquez en un idioma imposible: Bacon no hablaba español, y Genovés no hablaba inglés».
11- Una exposición inmersiva
Ahora que se han puesto de moda las exposiciones inmersivas, está sí que lo es, pero en el mejor sentido. Renunciando al espectáculo y mostrando obra original. El diseño expositivo, la iluminación, ciertos tamaños de los cuadros, lo hipnotizante de algunos trabajos, la comodidad del recorrido, el orden cronológico, la selección realizada, y muchos factores más, convierten la experiencia de la visita en una suerte de expedición por el universo de Joan Genovés. Detenerse ante Desconcertados (2019) o M-126 (1971), por ejemplo, sin que nada desvíe la atención y perturbe la conexión que se establece con ellas, permite que por momentos el público visitante (ese al que Genovés le daba tanta importancia) crea que está dentro de los lienzos.
12- De la oscuridad al color
Si se hace recorrido cronológico por la exposición una de las cosas que más llama la atención es el cambio de negro y grises por color. En una entrevista con Carlos Luján, en la revista XL Semanal, Genovés contaba que Francis Bacon le dijo un día que él quería pintar el drama con colores y que la idea le gustó y empezó a usar colores vivos para pintar el drama.
13- Artista inconformista
Esa querencia por el negro (presente en la muestra en obras como Todos juntos (1965) o La puerta (1965)) tiene en parte su origen en el inconformismo del pintor para acatar lo establecido, algo que le acompañó durante toda su carrera. Genovés recordó en varias ocasiones como algunos (malos, el adjetivo es suyo) profesores les ponían a Sorolla como ejemplo en el que inspirarse para pintar. Y que frente a esa luminosidad él se decidió (era joven, no tenía aún 30 años) por la oscuridad.
14- Artista a contracorriente
Muñoz Molina lo explica tan bien en el catálogo de la muestra que lo mejor es leerle: «El artista que se educa a contracorriente, por cuenta propia, sin la guía eficaz de verdaderos maestros, corre ciertos peligros, pero también adquiere una gran capacidad de soberana interior y resistencia. El peligro mayor es el de seguir durante demasiado tiempo caminos que no llevan a ninguna parte, o el de descubrir con mucho esfuerzo lo que ya era sabido. Pero la ventaja es que adquiere un olfato casi animal para reconocer aquello que más necesita y un recelo muy acusado contra cualquier forma de dirigismo; y quizás también una soledad que a veces puede hacerle sentirse aislado o perdido, pero otras lo protege de acatar con demasiada facilidad esas ortodoxias de cada momento que hacen pasar por necesidad histórica lo que al cabo de un cierto tiempo resulta que sólo era el capricho de la moda. Genovés nunca ha querido ser lo que tocaba».
15- Sus otros hijos
Los cuadros fueron para Joan Genovés como sus otros hijos. Cuando salían de su estudio era como si se independizaran de él, empezaban a vivir otra vida, puede que en una casa de Japón o en una empresa de Canadá. No sentía pena por ese desprendimiento, tal vez curiosidad por saber dónde los había llevado la vida. Esa relación casi familiar explica lo meticuloso que podía llegar a ser en alguna de sus creaciones. Un rasgo que siempre le acompañó, como se puede ver en la muestra con obras tan distantes en su año de realización como El avión (1968) y Propiedades (2017).
16- Me gusta el fútbol
Joan Genovés quiso ser futbolista, pero su padre no le dejó. La relación del pintor con el Valencia CF va más allá de que fuera un gran aficionado (disfrutó de lo lindo con la Copa del Rey que le ganaron al Barcelona de Messi) que cuando estaba en la ciudad no se perdía un partido en Mestalla. Precisamente nació muy cerca del estadio y su primo Vicente Cubells defendió la camiseta blanca. Pero su valencianismo también tenía cierta proyección en su arte. A Genovés le gustaba cuando subía hacia su localidad, en el campo, fotografiar a la gente que iba por detrás en esas rampas circulares infinitas de acceso a las gradas tan características de Mestalla. Aquellas imágenes las acababa utilizando en su estudio. De hecho, no distan mucho de las reflejadas en Secuencias 63 (1998) o Secuencias 98 (2000) presentes en la retrospectiva de Fundación Bancaja.
17- La última obra
Antes hemos hecho mención a que la muestra incluye su obra póstuma inacabada. Para saber más sobre ella, de nuevo, recurrimos a un texto de la propia Fundación Bancaja sobre la exposición porque cuando algo está muy bien explicado es absurdo reescribirlo: «La exposición incluye la última obra de Genovés, en la que estaba trabajando antes de su muerte en mayo de 2020. En la pintura inacabada Sin firmar, la parte superior de la tela no tiene el volumen tridimensional que lograba en sus personajes, algo que sí aparece en la parte inferior. Por ese motivo, este cuadro posee un doble valor: el emocional y otro más técnico, que permite acercarse con otra percepción a su proceso de trabajo. De este modo sabemos que primero hacía las figuras y después, de abajo a arriba, les añadía los diferentes elementos característicos de sus creaciones de las últimas décadas: pequeños objetos o restos que se encontraba en sus paseos, muchos de ellos por la playa de València. Se aprecia también una pequeña fotografía suya, una costumbre que había adquirido como guiño al espectador».
18- El catálogo y más
A estas alturas, si has llegado hasta el último de los escalones, ya sabrás que se ha publicado un fantástico catálogo sobre la exposición con textos de María Toral, Francisco Calvo Serraller, Antonio Muñoz Molina y Fernando Sánchez Castillo, además de imágenes de todas las obras que forman parte de la muestra. En el propio centro expositivo se puede adquirir.