Marta Antelo. Wall Street Journal (2013).

«¿Por qué otra muestra sobre ilustración? ¿Es necesaria una división por géneros para visibilizar el trabajo de las mujeres ilustradoras? Rotundamente sí». Las preguntas y la contudente y acertada respuesta se la hacen Cristina Chumillas, Melani Lleonart y MacDiego en el catálogo de la exposición Ocultes i il.lustrades que han comisariado. Una muestra que en su subtítulo, Crecimiento y éxito de las ilustradoras en València, expresa con total claridad su contenido. «El objetivo es visibilizar el papel de las autoras en esta profesión que, además de olvidadas, pasaron desapercibidas: ocultas bajo pseudónimos, relegadas a tareas consideradas entonces secundarias y lejos de los cargos creativos de relevancia».

Una muestra reparadora que aporta su grano al ninguneo sufrido por la mujer en el mundo del arte y la cultura. Y que lo hace trazando el relato de los sucedido, siendo este incontestable, y uniendo el talento de creadoras tan dispares (en estilo y época) como, por ejemplo, Consuelo Arizmendi, Manuela Ballester, Marta Antelo, María Herreros, Cachete Jack, Virginia Lorente o Aitana Carrasco.

El inicio de la exposición es como el flash de una cámara en los ojos, deslumbra, desarma, por la facilidad que tiene para mostrar el machismo asumido con el que vivimos el día a día. Ese que convertía a las impresoras en «Viudas de», a las pintoras en «Hijas de» o a las fotógrafas en «Señoras de» y que tenía su extensión, hasta no hace mucho, en los rótulos de algunos establecimientos de la ciudad. Un excelente punto de partida para comprender, aún mejor, la importancia y la necesidad de la muestra.

El planteamiento cronológico permite comprobar cómo ha ido evolucionando el estilo, los temas, el enfoque e, incluso, el número de ilustradoras, a lo largo del tiempo. Y establecer conexiones imaginadas por la vigencia y modernidad de algunas de ellas, como Manuela Ballester, Fina Fuertes, Paquita Rubio o Mila Boutan. De hecho, ese ir y volver entre unas obras y otras, saltando de época y mezclando las tres acertadas líneas expositivas (ilustración editorial; publicidad y cartelería; tebeo, cómic, novela gráfica y libro ilustrado) engrandece y visibiliza la calidad de los trabajos expuestos.

Uno de los aspectos más interesantes de Ocultes i il.lustrades es el paciente trabajo de documentación e investigación que han realizado y que se traduce, especialmente, en la exposición en aquella franja temporal que transcurre entre las pioneras y la transición. Entre ese material destaca una página del periódico Levante-EMV de enero de 1960, una sección femenina, Aquí, Eva, en la que cuatro dibujantes (Pilar Mir, Mª Teresa Almazora, Consuelo Arizmendi y Mª Pilar Sanchis) respondían un mismo test. Una de las preguntas interrogaba sobre las diferencias entre el dibujo del hombre y la mujer. Las cuatro coincidían en que el de ellos era más perfecto, superior en el trazo, que lo hacían mejor, mientras que para ellas reservaban los halagos referidos a la sensibilidad, la sencillez o la ingenuidad.

Un documento muy significativo tanto por la forma (se daba voz a cuatro dibujantes femeninas en un diario, sí, pero en una sección gueto) como por el fondo (el mensaje conformista y con pronunciada asunción de inferioridad de ellas, tan instaurado nada casualmente en la época, frente al trabajo de sus colegas masculinos) que no hace más que reforzar ese «Rotundamente sí» del principio. Recomendar Ocultes i il.lustrades (y su catálogo) es una saludable obligación, por lo que cuenta, por cómo lo cuenta y porque es el primer paso para visibilizar y corregir una situación irracional.