Suele decirse que la paciencia es una de las virtudes de los fotógrafos. Con Txema Rodríguez se cumple. Nos falla el plan A porque en Mancini están en obras y le llevamos de gira circular por el centro de Valencia. Ninguna queja a pesar del calor. Al final acabamos a escasos metros de donde empezamos nuestro paseo en bucle. La terracita del bar de la Filmoteca será el escenario de la primera parte de la entrevista. Para la segunda subiremos al ático del Ateneo. Dos mundos, dos alturas, pero la misma manera de refrescarnos: una cerveza y una buena conversación.
Txema Rodríguez estuvo desde el principio en la lista de gente que debía aparecer en Verlanga. Somos muy fans de sus fotografías, por lo que muestran y cómo lo muestran. Son retazos de vida, en muchas ocasiones de esa que no nos paramos a mirar. Algunas te golpean con una realidad que duele, otras te invitan a mirar sin ser visto. Su blog es no sólo una delicia desde el punto de vista visual, sino una excelente herramienta para comprender la realidad. Rodríguez es, actualmente, el editor gráfico del diario Las Provincias. Antes estuvo en El Mundo, Levante, Soitu y más lugares. Su hablar es pausado, como si masticara lo que acaba de decir y pensara mucho lo siguiente. Da la sensación de que mientras busca las palabras exactas se recrea en imágenes que le ayuden a explicar lo que quiere contar. Después de tantas fotografías almacenadas en la cabeza no sería disparatado que ocurriera así.
Le gusta que su trabajo hable por él. Hace suya la frase de Robert Capa: «No hace falta recurrir a trucos para hacer fotos… No tienes que hacer posar a nadie ante la cámara. Las fotos están ahí, esperando que las hagas». Será su forma de ser o la edad, pero ni milita en la necesidad obsesiva del joven que quiere aparentar y convencer a todo el mundo de sus bondades, ni del experimentado plasta que utiliza cualquier excusa para reivindicarse. No va con él. Resulta sincero y sencillo, con esa sabiduría que proporcionan las cosas vividas. Estas cualidades casan muy bien con el talento y cuando coinciden, como es el caso, las ganas de conversar son infinitas. Necesitamos más gente como él.
¿Cuándo coges la primera cámara?
Creo que fue el día de mi primera comunión. Una de esas que te regalaban. Aquellos regalos que se hacían y ya no se hacen. Una Kodak Instamatic no-se-qué.
¿Y cuánto tiempo pasa desde entonces hasta que te dedicas a vivir de ello?
He hecho fotos durante muchos años, pero no podía dedicarme solo a eso. Ha sido un proceso un poco complejo, por circunstancias personales, familia, hijos, la vida, la necesidad de comer, de sobrevivir,… Vamos, que he hecho fotos, muchas fotos, pero también muchas otras cosas. Hubo un momento en el que entré en crisis y me replantee todo, necesitaba averiguar qué era yo. Es entonces cuando descubro que soy fotógrafo, que sirvo para eso, que tengo como un don. Dejo el trabajo, rompo con todo y empiezo desde cero, teniendo claro a qué me voy a dedicar. Suelo conseguir hacer todo lo que me propongo. Y aquí estamos.
¿Había en tu familia tradición fotográfica?
No hay ninguna. En absoluto. De hecho en mi familia no hay tradición de nada. Es una familia desestructurada desde sus orígenes. Yo soy nieto de abuela soltera, así que imagina.
Naciste en Galicia, ¿no?
Sí, nací en La Guardia, provincia de Pontevedra. Con poco más de un año fui a Vitoria y allí me crié. Soy como un híbrido extraño. Y luego ya desde los 15 años empecé a irme por ahí. Soy un desarraigado. Soy de donde me conviene según las circunstancias. Si estoy en el Norte soy vasco, si estoy en Galicia soy gallego, si estoy aquí soy valenciano,… Hablo valenciano, por cierto. Lo que me gustaría es tener un pueblo de origen. Envidio mucho a la gente que lo tiene.
En tu web enumeras algunos de las cosas que has sido a lo largo de tu vida. Hay algunas que llaman especialmente la atención: Camarero en bares de mala muerte.
Lo fui en muchos sitios, pero sobre todo en Vitoria. Allí la adolescencia fue muy dura. Todavía vivía Franco. Y no es que fuera un trabajo que me gustara, pero había que buscarse la vida. He trabajado desde los 14 años haciendo lo que fuera porque mi familia era muy humilde y no tenía dinero. Es duro ser camarero porque la gente es, y se pone, muy pesada, pero bueno, había necesidad.
Poeta.
Me avergüenza mucho decirlo, pero me gusta mucho la poesía y me gusta mucho escribir poesía. Luego hay gente que dice que escribo bien e, incluso, hay gente empeñada en editar cosas mías. Lo cual ya me parece una barbaridad. Digamos que la forma en la que más cómodo me siento escribiendo es esa, porque yo soy muy vago y me cuesta mucho hacer cosas largas. Además, creo que la fotografía y la poesía están muy unidas, son lenguajes que se parecen bastante.
¿Te impones algún tipo de disciplina para escribir?
Ninguna. Soy una persona que trabaja por misiones. Cuando tengo una misión, que no quiere decir ni tiene que ver con que alguien me encargue algo, me pongo y lo hago. Pero llegar a ese proceso me cuesta mucho. Escribo poemas, de una manera anárquica, sin ningún tipo de unidad, lo hago porque me resulta gratificante.
También indicas que fuiste biógrafo de gente bien.
Hacía de negro de otros. Yo las escribía, pero no las firmaba. Gente insigne que quedaba muy bien retratada, aunque la realidad fuera otra.
No nos vas a decir ninguna, ¿no?
No (risas). Puedo contar que abandoné la de José Soriano, el dueño de Porcelanosa, porque aquello ya era excesivo y renuncié.
Trabajaste como periodista.
Empecé en el Levante de Castellón. En el periodismo he hecho de todo menos cultura.
¿Qué importancia tiene la fotografía en una noticia? ¿Se puede considerar también como periodismo?
La fotografía por supuesto es periodismo, de hecho creo que la imagen en general, estática y en movimiento, constituyen la forma más precisa de contar una historia. En muchísimas ocasiones la fotografía es la noticia y, desde luego, resulta muy complejo explicar en palabras, en realidad no se puede, lo que dice una imagen.
Y siendo tan importante, ¿por que no existen (tal vez ABC pueda ser una excepción con sus páginas al inicio) en los medios, secciones en las que aparezcan imágenes con un simple pie de foto, sin necesidad de un texto que no aporta nada?
Es una pregunta que también me hago. Me temo que prevalecen los intereses de los plumillas. Por desgracia se suele considerar que dedicar una página a una fotografía es desperdiciar mucho papel. Esto lo negarán casi todos los periodistas, pero luego no dudarán en sacrificarla para poner cualquier rueda de prensa.
¿Y los directivos comparten esa opinión?
Los periódicos están dirigidos por gente con trajes y corbatas, obsesionados con la economía del medio, que nada tienen que ver con el periodismo. No entienden la importancia de la imagen, ni muchas otras cosas. Mira, en la actualidad, de los fotógrafos valencianos que trabajaban en los años noventa quedan menos del 50% en medios y la mayoría son freelances.
Ya que hablamos de los pies de foto, ¿crees que los medios les dan la importancia que merecen?
Los pies de foto son un arte difícil. Muchas veces las fotografías cuentan la historia de forma distinta al titular de la noticia, o muestran un momento específico gracioso, raro, algo que escapa el control de los protagonistas. Los pies, por desgracia, se han convertido en algo descriptivo cuando con ellos se podrían hacer grandes titulares e, incluso, hasta editoriales
¿Quién crees que los debería redactar?
Alguien con ingenio.
Antes has hecho mención a la relación periodista vs fotógrafo, ¿cómo es desde tu punto de vista?
Existen tres tipos de periodistas en ese sentido. El vago, que lo que quiere es una foto grande para tener que escribir menos texto (risas). El que te pide una foto explicativa 100%: si la noticia va sobre un agujero en el suelo, quiere una foto de ese agujero, aunque sea lo menos publicable posible. Y el que, simplemente, busca una foto de adorno, porque está convencido de que lo realmente importante es su texto (risas).
Se intuye una relación difícil por lo que cuentas.
Yo les meto mucha caña. Pero no hay que olvidar que para la mayoría de periodistas, el fotógrafo es una especie por debajo del ser humano. Visten con camisetas, nunca están en la redacción,… (risas).
¿Debe tener ética el fotógrafo a la hora de cubrir un suceso o debe fotografiarlo todo y que sea luego la persona indicada de decidir qué foto se publica el que demuestre su ética a la hora de la selección?
Este es un asunto realmente complejo. No solo existe la foto que se hace, también está la que se publica (o no). Con el tiempo eso ha cambiado mucho y hay quien cree que es un cambio hipócrita porque privamos a los lectores de imágenes explícitas si son proximas, pero no nos importa mostrarlas si son de seres humanos lejanos. Normalmente, salvo algún descerebrado, los fotógrafos son respetuosos con el dolor ajeno. O intentan serlo, porque no es fácil medir el alcance de las imágenes mientras se toman. Yo, personalmente, no hago nunca fotos que pasen de la línea en la que invado el sufrimiento de los demás. No es fácil, en ocasiones la vida es confusa, veloz, imprevisible y donde tú no ves morbo otros sí lo ven.
Tú formaste parte de Soitu, que durante casi dos años fue un soplo de aire fresco en el periodismo español.
Fue un proyecto adelantado a su tiempo. No hablábamos ni de política ni de fútbol y se consiguió configurar una plantilla muy buena. Aún quedamos para cenar cada cierto tiempo.
¿Y por qué se acabó?
Porque el BBVA dejó de poner dinero.
Ahora que tanto se habla del fin del periodismo en papel, ¿sería Soitu un buen ejemplo para seguir?
El problema es que nadie sabe cuál será el futuro. Todos son conscientes de que al papel como soporte del periódico le queda muy poca vida, pero nadie hace nada, nadie se atreve a probar cosas, porque no saben lo que va a ocurrir. Y que los que toman las decisiones no sean periodistas tampoco ayuda mucho.
¿Ves en propuestas como eldiario.es o infolibre una opción de futuro?
Es que realmente no están haciendo nada distinto que lo que hacen los medios en papel. Es el mismo tipo de periodismo, pero en soporte digital. Sólo cambia eso. Es la misma forma tradicional de entender el periodismo de siempre. No ha habido una apuesta por algo diferente.
Y esa incertidumbre del futuro del papel, ¿cómo se vive trabajando en un periódico?
Trabajando (risas). No está en mis manos. Si un día se acaba, pues habrá que buscarse la vida en otro sitio. No sería la primera vez. No es algo que me quite el sueño. Y como no depende de mí, yo lo que hago es hacer mi trabajo lo mejor posible.
Actualmente eres editor gráfico del diario Las Provincias, ¿cómo llegas a ese puesto?
Fue una decisión de Vocento. Decidieron fomentar ese aspecto en sus diarios. La propuesta me pareció muy interesante y aquí ando.
¿Trabajar en un diario ideológicamente conservador y alejado por tanto (en ese sentido) de ti, te ha provocado algún tipo de dilema ético?
No he tenido ningún problema en ese sentido. Nunca he recibido una orden o se ha modificado mi trabajo. Yo no escondo además que soy una persona de izquierdas, un rojo, vamos, y ya te digo que realizo mi trabajo con total libertad. En esas condiciones, el dilema ético no me aparece. Tampoco Las Provincias son las mismas de hace unos años. Ha actualizado el diseño del periódico y el de la web, ganando premios incluso. De hecho, hoy en día, ofrece una imágen más moderna que el Levante. Y si hablamos de ideología, mira cómo está acabando El País.
El periodismo ha sido una de las profesiones más afectadas por la crisis (aunque ha sido sistemáticamente ocultado por los propios medios) y por si fuera poco la aplicación de las nuevas tecnologías a su trabajo, en lugar de redundar en su beneficio ha disparado la precariedad porque ahora una persona hace el trabajo de hasta tres.
Es deleznable. El periodista multimedia escribe textos bochornosos, hace vídeos infames y fotos que son una porquería. Sí, lo hace todo, pero mal (risas). Pero como al que manda el periodismo le da absolutamente igual, lo considera válido.
Instagram y otras redes sociales han convertido a cualquiera con una cámara, o un móvil, en fotógrafo.
Todo el mundo fotografía todo. Pero eso no es ser fotógrafo.
¿Cuáles son tus fotógrafos de referencia?
Robert Capa, Diane Arbus, Edward Steichen, Sergio Larrain y Lee Miller.
¿Cómo vives el proceso previo a una fotografía?
No me gusta intervenir en nada. Ni en la iluminación, ni haciendo posar a la gente,… Con lo que hay, me apaño. Aunque esto no es una ciencia exacta, y por tanto es imposible repetir una misma fotografía, el bagaje y la experiencia ayudan a resolver algunas situaciones que se pueden presentar más complicadas.
¿Cómo debe leerse una fotografía (de prensa o no)? ¿Crees que tienen varias lecturas y no todo el mundo tiene acceso a ellas?
Una buena imagen provoca una respuesta emocional. Algo que no se puede explicar, que contiene muchas referencias cruzadas y se queda pegada en tu memoria para siempre. El problema es que vivimos en un espacio lleno de imágenes basura, ruido, relleno sin valor. Tienes que tener el ojo muy entrenado para poder superar eso.
Hay una constante en tu trabajo más personal y es reflejar la vida, o contar historias, de gente que vive en la periferia de la ciudad, en el extrarradio.
Es que yo cuento historias con mis fotos y allí hay muchas y nadie les hace caso. Son gente normal. Una vez tuvimos que ir a hacer fotos a uno de esos campamentos que se instalan en las afueras y al periodista le daba miedo. ¿Miedo? Miedo tendrán que tener ellos que son inmigrantes ilegales, no conocen a nadie, no entienden el idioma, no tienen trabajo, y por no tener, no tienen ni futuro. Para mí todo el mundo es igual. Yo me gano su confianza tratándoles como a cualquier otra persona. No hay más.
¿Y cómo llevas el contraste que supone cuando abandonas ese lugar y te reincorporas, digamos, a tu vida habitual?
Es cierto que luego, y principalmente por cuestiones laborales, puede producirse ese choque de contrastes del que hablas. En una ocasión estaba haciendo fotos a unos rumanos y pocos minutos después estaba retratando a la actriz Michelle Jenner. Pasar de un ambiente a otro a tal velocidad es algo que te hace pensar mucho sobre muchas cosas.
De esta serie de fotografías, destaca poderosamente la historia del gitano Enrique. Vive en un contenedor de obra abandonado y tú, con la ayuda de Vinz, cambiásteis por completo su imagen exterior, con un resultado fascinante (se pueden conocer más detalles de la historia aquí).
Es una historia hermosa, creo. De alguien que vive al margen y sobrevive en él. Eso resulta muy valioso, desde mi punto de vista. Lo veo de vez en cuando por la Fuensanta y siempre me saca algo para tabaco. O me paso a ver cómo le va. La última vez había redecorado el contenedor por dentro con imágenes de porno muy explícito y le sugerí otras menos duras para no espantar a las visitas.
Tus retratos también son muy interesantes. Se alejan de lo que suelen ser estas fotografías e, incluso, en alguna ocasión, por una u otra razón, el rostro aparece oculto.
Suelo dedicar bastante tiempo a cómo hacer las fotos, aunque luego, a la hora de disparar, todo eso no está presente, al menos de manera consciente. Me gusta que los retratos capten el alma de las personas. Ya sé que es un término viejuno, pero me parece imprescindible mirar en el interior de la gente. Yo soy de los que piensasn que la primera impresión sí que cuenta y me fío de lo que veo. Con eso del alma tuve una discusión con Antonio López, porque yo creo que en realidad él es un fotógrafo frustrado.
¿Has tenido dificultad para captar el alma de algún retratado?
Tal vez con Daryl Hannah. Me obsesiona mucho «Blade Runner». Para mí era como una actriz fetiche, pero con tantas operaciones que se ha hecho, tiene la cara deformada y eso dificultaba esa necesidad mía de llegar al alma. Al final opté por centrarme en sus ojos que tanto llamaban la atención en la película de Ridley Scott y en muchas otras. Aquel retrato fue como cumplir un sueño.