Recién levantadas, solas en casa, desayunando, antes de ducharse. Así ha retratado Gema González (València, 1983) a setenta y ocho mujeres para su trabajo ¿Por qué no te arreglas?. Una iniciativa con la que pretende plantar cara al mito de la belleza femenina, cuestionar conceptos como el de «mujeres reales», señalar el flaco favor que se hace desde determinadas publicidades o reivindicar los valores más allá de la imagen de cada una. ¿Por qué no te arreglas? nace en 2018 y ahora en 2020 ha sido seleccionado en la convocatoria #CMCVaCasa del Consorci de Museus.
«La idea surgió de la mano del nacimiento de mi propia conciencia feminista, hace unos tres o cuatro años», explica Gema. «Es bastante tarde, pero mejor tarde que nunca. Fue sobre todo a raíz de la lectura de varios libros que tratan el tema del arte, la belleza, la representación femenina… Uno de los que más me marcó fue El mito de la belleza, de Naomi Wolf, que acaba de ser reeditado en castellano por la editorial Continta me tienes, y lo recomiendo muy encarecidamente a todo el mundo. En él, se habla de esta presión hacia las mujeres para mantenerse siempre bellas, y de cómo la sociedad nos convence de que la única manera de sentirnos realizadas es a través del consumo de productos que nos aseguran que nos llevarán a estar dentro de ciertos cánones de belleza».
Gema ya tenía la idea sobre la que quería trabajar, faltaba el cómo llevarla a cabo, hacia dónde enfocar su cámara. «No solamente era cómo iban a ser las fotos en sí, sino después, al menos en mi caso, elegir el formato (120mm, 35mm, luz natural, iluminación artificial…). No tengo muy claro cómo fue este proceso, porque imagino que es el resultado de varias ideas que me rondaban por la cabeza en aquella época. La idea de fotografiar a mujeres en casa haciendo cosas cotidianas siempre había estado ahí, y recuerdo que en aquella época me llamó muchísimo la atención el trabajo de una pintora escocesa, Caroline Walker, que suele retratar a mujeres realizando tareas del día a día como trabajando, limpiando en casa,…, ya que se trata de los momentos que, precisamente, nunca suelen estar reflejados en las representaciones mediáticas.
¿Fue fácil encontrar mujeres que quisieran participar?
Rotundamente no. Empecé con amigas y conocidas, que en algunos casos no tuvieron más remedio que decirme que sí, por ayudarme, (risas), y luego busqué y busqué entre amigas de amigas, asociaciones de mujeres, a través de las redes sociales… Es importante recalcar que esta presión por mostrar siempre nuestra mejor cara me puso bastante difícil encontrar mujeres que estuvieran dispuestas a posar recién despiertas, con sus peores pintas. De hecho, viendo las fotografías, cualquiera puede darse cuenta de que muchas de ellas, aunque me dijeron que se despertaban así, se habían peinado un poquito, habían seleccionado su mejor pijama… y no las culpo para nada, de hecho el proyecto va precisamente de eso. Es tanta la presión que tenemos encima que, incluso para algo así no podemos despojarnos de esa idea de mostrar nuestra mejor cara. Llevamos muy interiorizada esa «tiranía de la belleza», y por mucho que pensemos que «nos arreglamos o nos desarreglamos» cuando queremos y para nosotras, no para los demás, no es así.
Fotografías mujeres muy diferentes, de distinta edad, incluso incluyes a una en un hospital. ¿Te fijaste algunos límites a la hora de seleccionarlas?
Sí que fijé una especie de límite de edad, más o menos hasta los 50 y pico o 60 años, porque no creía interesante representar a las mujeres de más de 60 desayunando en casa con la bata, ya que precisamente, ese es uno de los clichés con los que se suele representar a las mujeres a partir de esa edad: la maruja que está en casa con los rulos puestos. El día que haga un proyecto con mujeres de más de 60 años, no entra dentro de mis planes fotografiarlas en casa con la bata, sino haciendo otras cosas, que no suelen aparecer tanto en los medios en general. Porque ¡sorpresa! Las mujeres cumplen los 60 y no se esfuman, siguen estando ahí y trabajando, cuidando, creando,… aunque el cine, los medios y la publicidad se empeñen en no representarlo, o en reducirlo a ciertos papeles, como el de la maruja y la madre/abuela devota.
Te acercas al tema de la belleza femenina desde un punto de vista crítico, negándola como valor primordial, y poniendo el foco en cómo la publicidad o el cine ha podido distorsionar ese mensaje.
Efectivamente, la tiranía de la belleza impuesta por el patriarcado, ya desde las primeras representaciones pictóricas, hasta nuestros días en el cine o la publicidad, es algo que nos afecta a las mujeres, no así, de una manera etérea, sino en nuestro día a día. Por ejemplo, las mujeres que aparecen en los medios, por ejemplo las presentadoras de televisión, deben tener todas las cualidades intelectuales que sus compañeros, y además, ser guapas. Y esta representatividad tiene un reflejo en la sociedad, que se traduce en una presión por estar siempre bella, que hay que conseguir a toda costa. De este modo, el éxito de una mujer, o su valía, está en función de su belleza, de modo que el resto de valores que tenemos pasan a un segundo plano. Se nos evalúa en base a nuestra belleza constantemente, y nosotras lo sabemos, con lo cual, no nos queda otra que seguir esforzándonos para conseguir la perfección.
Afirmas que este no es un trabajo más sobre «mujeres reales», ya que no existen las «mujeres irreales».
Sí, en los últimos años estamos viendo cómo muchísimas marcas, no solamente de cosméticos o de ropa, sino de todo tipo de industrias, intentan seguir vendiendo sus productos a través de una imagen de la mujer, ahora un poco más laxa. Vemos anuncios con modelos un poco más gorditas, con algo de celulitis o estrías, eso sí muy localizada, no vaya a ser…, y se nos muestran como «mujeres reales». Con esta idea absurda de las «mujeres reales» se podrían escribir libros, pero en resumidas cuentas, yo todavía no he conocido a ninguna mujer «irreal», sino a mujeres gordas, delgadas, con estrías, con arrugas, con granos, con la talla 34 o la talla 50… Todas las mujeres, que yo sepa, son reales.
La cuestión es que ahora, para seguir vendiéndonos cosas y mantenernos en la rueda del consumo, lo que es algo bastante poco novedoso, se empieza a incluir a mujeres con lo que antes se consideraban estos «defectos», aunque siempre dentro de un canon: un poquito de grasa está bien, pero he visto a pocas con acné, por ejemplo, o con un cuerpo que no esté 100% proporcionado, aunque esté un poco gordita. Y, ¡ ojo!, que está muy bien que la representatividad de las mujeres se amplíe, pero si va a ser para seguir vendiéndonos cosas que nos permitan aspirar a ser perfectas, no ha cambiado mucho la cosa.
¿Por qué no te arreglas? se ha desarrollado durante un año y medio. ¿Ha evolucionado mucho el proyecto en este tiempo?
Por una parte sí que ha evolucionado, ya que, como siempre pasa con algo que empiezas y estás tanto tiempo desarrollando, tus ideas respecto a él van cambiando, en función de las vivencias que tienes. En estos últimos dos o tres años, imagino que como a todo el mundo, me han pasado muchas cosas, que han cambiado mi forma de pensar en muchos aspectos, y que además han supuesto cambios en mis rutinas del día a día como el tiempo que puedes dedicar a leer, los intereses que motivan tu proceso creativo, mi trabajo profesional… Pero por otra, las fotos en sí, fueron disparadas durante un período de tiempo concreto, y se quedaron tal y como están. Las fotos reflejan ese instante, y no evolucionan, solo evoluciona la forma en la que nos relacionamos con ellas. Y sí, esta presión afecta cada vez más también a los hombres, así que la lucha no debería ser únicamente nuestra.
¿Das por concluido el trabajo?
El objetivo inicial era fotografiar a cien mujeres, pero por circunstancias tuve que parar algunos meses, y ya no volví a retomarlo después. No tengo muy claro si quiero concluirlo ya, podría seguir un día de estos, o empezar a hacer algo nuevo, ya que las ideas van cambiando y tengo ganas de desarrollar otros conceptos. Lo bueno de este tipo de trabajos es que, como no los haces con ningún fin en concreto, están siempre abiertos.
¿Cómo llegaste al mundo de la fotografía?
Es una historia bastante larga, pero en resumidas cuentas, después de estudiar Comunicación Audiovisual, y luego Periodismo, empecé a encadenar varios trabajos en el mundo del audiovisual, como reportera para una productora de informativos, periodista en un diario local, cámara de plató…. La cuestión es que yo, después de toda una vida de estudios, no tenía clara una línea definida para mi futuro profesional, lo que sí que tenía claro es que necesitaba empezar a trabajar. Así que mis primeros años fueron una mezcla de experiencias precarizadas bastante variadas, con las que bien se podría escribir un libro. A través de una recomendación, acabé obteniendo una beca de investigación en el departamento de Cirugía Bucal de la UV, para hacer fotos y vídeos de las operaciones. Como me apetece un poco ponerme escatológica, contaré que el trabajo consistía en sujetar, con una mano, un espejito con formas redondeadas dentro de la boca del paciente que estaba siendo operado, y mientras, con la otra, realizar una sangrienta fotografía de macro de la arcada superior o inferior.
Ahí es donde empecé a entrar en contacto con el mundo de las cámaras fotográficas, y como me gustaba bastante, y me di cuenta de que se me daba bien, empecé a centrarme en buscar trabajos más relacionados con la fotografía. Echando la vista atrás, puede parecer que fue la trayectoria obvia a seguir, lo cierto es que el camino que me llevó a la fotografía no se limita solo a esta experiencia con la fotografía dental, sino a una mezcla de oportunidades y también de limitaciones. Como por ejemplo, el hecho de que, a pesar de ser bastante buena camarógrafa de vídeo, por el hecho de ser una profesión bastante «masculina», por no decir machista, nunca encontré la manera de continuar con esa línea.
¿Qué crees que tiene la fotografía que no se encuentre en otro tipo de disciplinas creativas?
La fotografía me gusta porque me permite expresarme con un lenguaje que conozco bien, me hace sentirme cómoda a la hora de contar cualquier cosa. Y además, me ha llevado a situaciones de lo más variado, tanto en el terreno profesional, como en el personal. Lo importante para mí no es solamente el resultado final, la foto en sí, sino todo lo que rodea al proceso de fotografiar, y todo lo que aprendes en el camino: desde sostener la cámara en tus manos y escuchar el click del disparador, hasta ver cómo aparcas el coche cuando los novios de la boda que estás fotografiando ya han llegado a la iglesia y hay un atasco de invitados en la puerta. Todo esto no está plasmado en la foto tal cual, pero de un modo u otro, está ahí.
Tu relación con la fotografía se extiende a tu trabajo en Malvarrosa Lab.
Malvarrosa Film Lab es un laboratorio analógico que nace de la amistad de cinco personas, y formar parte de él me hace sentirme muy afortunada. El hecho de levantarme todas las mañanas para ir a un trabajo en el que estoy en contacto con los carretes de fotógrafos a los que admiro es un logro que me llena de orgullo todos los días. Después de unos cuantos años trabajando en este campo, me sigue maravillando el hecho de tener en las manos los carretes que disparan personas de todo el mundo, que confían en nosotros para algo tan importante como es materializar las fotos que han tomado. Además, el hecho de estar en contacto con tantas fotógrafas y fotógrafos, es la mejor forma de mantenerte siempre inspirada.
Profesionalmente, fotográficamente hablando, estás especializada en branding, restauración e interiores, ¿interactúa de alguna manera esa faceta laboral tuya con la más creativa que puede representar trabajos como ¿Por qué no te arreglas??
Imagino que las dos facetas están relacionadas, ya que la manera de enfocar tus proyectos personales, así como de materializarlos en un estilo determinado, siempre está influída por el trabajo profesional que estás haciendo en el momento.
En tu instagram hay mucha presencia de fotos de espacios abiertos, de naturaleza, ¿qué te interesa de ellos?
Puede ser que la fotografía de espacios naturales me interese al tener una relación con el mundo del retrato. Tengo tendencia a fotografiar cosas que están vivas, que son orgánicas, más que cosas estáticas o que no ofrecen una oportunidad de cambio.