Salvo que uno sea Zach Galifianakis, al llegar a una edad, dejarse el móvil en casa es lo más parecido a vivir al límite que va a experimentar. Insuflado de ese aire de segunda adolescencia, imagino que potenciado por los alumnos que aún deambulan por el Politécnico, llego a la segunda jornada de Ilustrafic sin smartphone. Una chica me pregunta por cómo llegar a Ruzafa en metro (o tranvía) desde allí. Le intento explicar que en Valencia ese transporte no sirve para moverse por la ciudad. Que o vas al centro o a las afueras, o coges un bus. Estoy tentado de hablarle de la idiosincrasia valenciana, pero entonces recuerdo que hoy soy un jovenzuelo alocado y lo evito. ¿Un jovenzuelo alocado sin whatsapp, twitter o instagram? Me calzo la acreditación, pido unos cascos y entro al salón de actos.
Bjorn Lie es el primer ponente de la mañana. Bjorn es noruego, aunque por la gorra que lleva puesta parece americano. Estadounidense. La palabra extraño se repite en su alocución: personajes extraños, anatomías extrañas, escenas extrañas,… Cuenta que le encanta que haya mucho ajetreo en sus obras. E incluir, de vez en cuando, algún monstruo en una escena. Grito ¡Bravo! para mis adentros.
Cuando habla da la sensación que tiene un enano minúsculo alojado en la espalda que le va soplando lo que tiene que decir. Más tarde me cruzo con él en el refrigerio que ofrece la organización, le miro por detrás y nada. Claro, que si yo llevara a un enano minúsculo a mis conferencias para que me soplara el texto, después ni lo iba a pasear entre el gentío, ni le iba a invitar a un café descafeinado.
Lie salpica su intervención de toques cómicos. Confiesa que en su aburrida zona residencial, rodeada de bosques y vecinos blancos de clase media, la única salida para no morir aburrido era dibujar. Enseña La Crime Wave, una revista que creó cuando era joven en la que fantaseaba con criminales como Mano de Hierro o Guantes Metálicos; explica que su grupo favorito eran Twisted Sister por sus pintas … y por su música; que envidiaba el pelo de Terminator X (Public Enemy); que quiso ser punk, ninja, Ángel del Infierno, heavy o tatuador, pero que no fue nada de eso; y que un graffiti que vio en un fanzine (un chico dentoles esgrimiendo una navaja) le impactó tanto que le convenció para dedicarse a dibujar.
En 2004 marcha a Bristol y se da cuenta que echa de menos su tierra natal y el contacto directo que tenía con la Naturaleza. ¿Solución? Se pone a dibujar árboles. Carrefour los comercializa en bolsas, una marca finlandesa en cojines y también se venden como papel de regalo.
Adora las publicaciones antiguas porque todo estaba mejor hecho. Especialmente el lenguaje de la publicidad tan optimista y cargado de humor inintencionadamente. Y es que lo cómico está muy presente en la obra, la vida y la ponencia de Bjorn.
«Trabajar para Nobrow ha sido muy importante para mí». Da dos razones: por lo bien que huelen sus obras y porque todo lo que publican tiene un aspecto artesanal. Con ellos ha editado The Wolf’s Whistle, una precuela de Los 3 cerditos en la que descubre que los porcinos eran, en realidad, los malos. Todo lo que rodea a Bjorn Lie resulta adorablemente delirante. Como su nueva técnica creativa. Ha querido alejarse del ordenador. Ahora mezcla el grabado con la brocha gorda. «Es muy estimulante. No hay un botón de deshacer, si dibujas algo, no puedes borrar y pintar encima. Si hay un error, tienes que incorporarlo al dibujo». Aplausos y más aplausos.
Gemma Correll toma el relevo en el escenario. Empieza a hablar en inglés. Las casas de apuestas se hubieran hecho de oro de haber distribuido una encuesta sobre el idioma que emplearía la ilustradora. Y eso que cuando hemos ido a devolver los cascos nos han avisado que todas las ponencias matinales serían en inglés. Cabezón, hasta he bromeado sobre el asunto con Sergio Pop.
Todo lo que dice Gemma dan ganas de enmarcarlo. Con su ritmo pausado va dejando caer tantas joyas que las manos se nos quedan pequeñas. Ella era La chica que pintaba cosas cuando estudiaba. Luego fue la chica que pensaba que los cómics y las ilustraciones eran una diversión, pero no podían ser un trabajo. Ahora es la chica talentosa que dibuja perros y mil cosas más.
Como Nate Williams el día anterior, destaca la importancia de internet y de las posibilidades que ofrece para mostrar su trabajo y contactar con otros ilustradores. Y, sobre todo, con el público. Ella sube a instagram esbozos de dibujos para ver las reacciones de la gente. Insiste en que hay que saber promocionarse y buscar la posibilidad de comercializar las obras más allá del papel. Habla de su serie Pugs Not Drugs (protagonizada por carlinos) de la que se venden toallas, chapas, tazas, carteras, camisetas,…
Dice más cosas y todas interesantes. No sé si por nostalgia de mi móvil olvidado las voy apuntando como si fueran tweets:
– Cuando trabaja es como si estuviera de vacaciones.
– Piensa siempre en ilustraciones. Dibuja hasta en la condensación de vapor de una ventana.
– No planifica nada. Coge la página en blanco y se pone a dibujar.
– Su cuaderno de bocetos es su herramienta más importante.
– Le gusta la decoración muy kistch. Y pide ir luego a todas las tiendas de souvenirs de Valencia a comprar cosas.
– Como reacción a los egoblogs de moda, creó What I wore today. Invitó a la gente a participar en Flickr (dibujando lo que llevaban puesto) y acabó convirtiéndose en un libro.
– El resultado final de sus ilustraciones es muy parecido al del esbozo para así mantener la frescura.
– Apunta frases que oye en la calle o en el bus y luego las reutiliza.
– Le chiflan los juegos de palabras.
– En sus obras hay varios niveles subyacentes. Un primer nivel visual provocado por su sencillez narrativa. Otro nivel que corresponde al mensaje, el chiste,… que acompaña a esa imagen. Y un tercer nivel más en el que identificamos la ironía (esos animales que hablan como humanos).
Gemma enseña unos tronchantes dibujos de unos gatos que viajan en avión para un encargo de Emirates Airlines y suelta la frase del día: Me gustan los gatos, pero prefiero los perros. ¡A sus pies!
Jean Jullien completa el tridente creativo. Parece recién salido de un cómic. Explica que es francés, pero vive y trabaja en Londres. Pone un vídeo para presentarse y compartir las cosas que le gusta hacer (instalaciones, audiovisuales, libros, posters, ropa,…). Cuenta que dibuja en cuadernos desde niño y que los guarda todos, así que tiene su vida entera (y la de sus allegados) documentada.
Si ahora se gana la vida como ilustrador es gracias a las matemáticas. Y no porque sea un solvente contable y administre con precisión su capital. No. Para nada. Él quería hacer tebeos y animación, pero el sistema educativo francés le obligaba a estudiar, en esas escuelas, matemáticas. Puerta y a dibujar.
Jullien resulta algo tedioso en su exposición. Da vueltas a una misma idea de manera reiterativa y casi obsesiva: su cambio de actitud, de pasar de su intimidad (y reclusión) creativa a colaborar con otras personas (entre ellas, su hermano), ampliando así las posibilidades artísticas y abriéndose a nuevos campos y procesos.
Explica que cuando ve impresas sus obras siente como que no le pertenecen. Le parece genial que gracias a decisiones que no son suyas (por ejemplo, el papel que escoge un editor para publicarle) deje de controlar el resultado definitivo. Cada vez se siente menos ilustrador y más generador de ideas. «Hay que mirar más allá de la ilustración». Asegura que le atraen mucho las cosas raras que descubre en blogs y tumblrs. «Me hace plantearme que hay cosas que son más divertidas si, por ejemplo, se fotografían que si se dibujan». Por eso, dejó de dibujar ideas y fue explorando y desarrollandolas, al margen de la ilustración, en la fotografía. De esta manera ha llegado a mezclar ambas técnicas con resultados casi chanantes como ese perro gigantesco, que muestra, en un hall.