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Javier Mariscal visitó Valencia en diciembre de 2013. Venía a dar una conferencia sobre los colores al Club de Encuentro Manuel Broseta. Estaba recién aterrizado de Seúl, pero eso no le pareció significativo a los medios de comunicación de esta ciudad. Apenas asistimos tres a la rueda de prensa. Casi dos años después, todo el foco informativo cayó sobre él. Estaba arruinado. Era noticia. Cuando ahora reconoce, con cierta amargura, que siempre se le ha ninguneado, algo de razón no le falta.

Relajado, divertido, sincero, agradecido, emocionado hasta el punto de casi llorar, lejos de ese histrionismo que muchas veces le ha acompañado. Como el verano que retrata en su dibujos. Así se mostró Javier Mariscal el día que presentó «Apuntes. Bocetos de una peli de Garriris», la exposición que hasta el 29 de octubre se puede visitar en Pepita Lumier.

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Su intervención fue una declaración de amor pública hacia el oficio de dibujante. Es lo que él se considera. Lo que quiere ser. «Dibujar es como una descarga eléctrica». «El ordenador es una herramienta más, pero no dibuja». «El dibujante comunica con su trabajo». La muestra también lo es. Con su estilo inconfundible, colorista y sobre todo llena de historias. Cada una de las obras podría, de manera independiente, contar una. Pero en realidad forman parte de un proyecto más ambicioso, una película, en la que trabaja a largo plazo, sin prisas, con tres o cuatro años más en el horizonte.

Mariscal viajó en los años 70 a Formentera. Fue hasta La Mola donde estaba Pau Riba. Allí el genial músico catalán había registrado el imprescindible «Jo, la donya i el gripau». El dibujante valenciano no ha dejado de visitar la isla desde entonces. Aquel viaje iniciático, o lo que fuera, ahora también lo hacen sus protagonistas. Dos veinteañeros que escapan de la España casposa franquista a la búsqueda del sueño hippy. En su camino se cruzarán con nombres propios que el autor conoció. No es la única concesión a su universo personal. Todos los personajes son garriris. Nunca los ha dejado de dibujar. Adaptados porque ahora tienen que interactuar entre ellos, pero con el adn de sus viejos amigos.

mariscal-03La exposición respira hedonismo, salitre, calma, sexo y libertad. Suena a Janis Joplin y Jimi Hendrix. Invita a no cerrar jamás la puerta de la curiosidad. Es un corte de mangas a cualquier localismo. Y al egoísmo. Y a cuantos ismos han maniatado al ser humano. Es un brindis a disfrutar una vida que, muchas veces se nos olvida, solo se vive una vez. Más frutal que frugal. Terrenal. Pero sin la impostura de creer que se vive en una película de Walt Disney. Es, como cantaba Riba en la canción que cerraba el disco antes mencionado: «Llàgrimes i petons / la mel als mugrons / oh, estimada / llàgrimes i petons / la llet als matons / oh, donya meva / llenties i cigrons / síndries i melons / panses i pinyons / figues i ametllons / espigues i troncs / alzines i oms / cabrits i moltons / gallines i coloms…«.