La tortilla de patatas es como Maradona. Capaz de lo peor y de lo mejor. Incluso puede ser tóxica. Y, como el argentino, es mejor cuando no tienen ningún adictivo extra. Aunque una vez probé una con cebolla en el Bar Extremeño que estaba muy buena. Claro que apenas se notaba la cebolla.
Los bares son como Maradona. Capaces de lo mejor y lo peor. Incluso pueden ser tóxicos. A veces como al astro del balón les pedimos imposibles. Una vez comí un menú de dos platos (arroz al horno incluido), postre, bebida y café por 5 € y quería que no me sentara mal.
Buscar bares con tortillas de patatas estupendas, para almorzar, es un hobby como otro cualquiera. Se va aprendiendo con la práctica. Mejor entresemana, en solitario, sin añadir mahonesa o ajoaceite, mirando su aspecto físico antes de pedirla y buscándola como muy tarde a las 10.30h de la mañana. Después suele estar agotada. Y salvo generosas excepciones como, por ejemplo, el Bar Mayte, entre República Argentina y Vicente Pallarés, en el que te la hacen a la carta, siempre te responden igual cuando preguntas si les queda: «Tienes lo que hay en la barra a la vista».
Yo de mayor quiero ser esos jubilados que almuerzan juntos en los bares. Se les ve lozanos y felices compartiendo mesas, risas, aceitunas, cacaos, vino, conversaciones en voz alta y tiempo infinito. No sé cómo serán sus vidas fuera de esos almuerzos, pero siempre los miro con envidia. Deseándome unir a ellos. Pensando que la vida es como Maradona y por lo tanto hay que aprovechar los buenos momentos.