1- La primera vez que entrevisté a Uke fue un domingo en su casa. Este segundo cara a cara fue, también, ese día de la semana y, también, en su casa, pero otra distinta a la anterior. La próxima vez que les entreviste no sé si será domingo, pero sí que será en una tercera casa. Puede sonar extraño, pero en el universo Uke nada lo es. Uke son Roberto Martín y Laura Soriano. En aquella primera conversación contaron que iban a dejar de llamarse Uke, por ahora siguen, aunque «el nombre del grupo no aparece en el nuevo disco por ningún lado», explica Laura. Ese nuevo disco es Nuevos fracasos, un vinilo editado cuidadosamente, con ocho canciones (siete propias y una versión de Silvania) y una portada que ya les ha costado alguna censura en las redes sociales. Lo editan en su propio sello, El Milenarismo, y cuenta con la colaboración de dos Lambchop (Matt Swanson y Tony Crow), Pablo Maronda, Ernest Aparici (uf, esa trompeta) o Enric Alepuz, entre otros.

2- Nuevos fracasos es, posiblemente, el álbum más poliédrico de Uke. Y el mejor. A Roberto es de los que más le gusta, más abierto, más rico, en las letras y en la producción, dice. A Laura le gusta, especialmente, cómo han crecido las colaboraciones. Por primera vez han grabado una batería de verdad. Pero que nadie espere lo que no hay. Uke siguen siendo Uke. «Algunos dirán, qué pesados, otra vez con la misma matraca», aclara Roberto. Y ríe. Su melancolía, su letanía, sus canciones lentas, esas cadencias sosegadas, aunque a veces suenen más pop, más Badalamenti o más country de la tercera fase. «Todas las canciones que me gustan tienen ese aroma, Rodrigo Amarante, Tindersticks, Los Hermanos Cubero, Micah P. Hinson,…» confiesa Roberto. Canciones que le recuerdan a algo del pasado, con un poso de tristeza, aunque luego se resuelvan bien. «Pero nosotros somos felices y positivos, ¿eh?», apunta Laura. «Somos animados en la vida real, pero nos gusta cuando componemos, cuando leemos, cuando nos hacemos fotos, ese halo melancólico, gris, de lluvia. Pero, que me guste leer sobre el suicidio no quiere decir que me quiera suicidar», explica y ríe. «Somos como la vida misma, más Kaurismäki que Hollywood, somos taciturnos porque la vida es así. La vida no es fácil y nosotros te la hacemos peor con nuestras canciones» y antes de acabar la frase, Roberto ríe. La risa está muy presente en toda la entrevista. Siempre que hablo con ellos es así.

3- Laura y Roberto tienen un grupo, varios discos y una tienda (Sebastian Melmoth, que como ellos busca nueva ubicación), pero son casi invisibles en la escena musical valenciana. Poco importa que hayan colaborado miembros de Parker and Lily o Lambchop con ellos. Han tocado en el Festival 10 Sentidos o en el Aperitiver de Tulsa Café. Poco más en su ciudad. «No practicamos el amiguismo ni el comeculismo. No llamamos a ciertas puertas», dice Roberto. Laura apuntilla: «Quieres que te hagan caso, vale, pero ¿quién? Quieres tocar más, pero ¿dónde? ¿En un festival? No, no encajamos». Igual es que parecéis muy serios y eso impone. Igual, dicen. Y ríen. «Antes puede ser que tuviera otras expectativas con la música, pero ya no», desvela Roberto, que con su anterior grupo, Niza, llegó a grabar para Elefant y tocar en Japón. «Somos un grupo minoritario, lo reconozco. Hacemos 300 copias de los discos, casi contados para llegar a la gente que les gusta». Nuevos fracasos no se vende en tiendas de discos. Solo en Sebastian Melmoth y en Linda Vuela a Río, que también vende perfumes y cosméticos. Les gustaría tocar en galerías de arte y se inspiran más en la literatura y en el cine que escuchando otros discos. Les digo que suena un poco arty. Se ríen. Laura y Roberto no encuentran respuesta a su invisibilidad, pero reconocen que su propuesta está fuera de modas. «Aunque, a mí, me gustaría tener un disco como el mío, si lo hubiera grabado otro». Más risas.