Puente de la Carretera Real de Madrid. Entrada al barrio de La Torre.

Puente de la Carretera Real de Madrid. Entrada al barrio de La Torre.

Con los barrios de tradición obrera se pueden hacer dos cosas: rehabilitarlos y darles un impulso económico-cultural que ayude a su transformación sin pervertir su perfil, como por ejemplo ocurrió en el londinense Shoreditch; o no hacerles ni caso, como ocurre aquí. La Torre es el mejor (que no único) ejemplo. Antigua pedanía, hoy forma parte del distrito de Pobles del Sud que depende de Valencia. Dos líneas de la EMT (el 9 y el 27) llevan hasta él. Yo opto por la segunda. Allá donde José Soto Micó toma el relevo de San Vicente Martir se vislumbra un puente que parece llevar al fin del mundo. En realidad sobrevuela el Nuevo Cauce del Río Turia, huérfano prácticamente de aquellas pinturas de enamorados que, en otro tiempos, juraban pasión eterna, no sin cierto sonrojo y vergüenza ajena para el que la leía. Según indica el mapa del ayuntamiento del cap i casal, a partir de la mitad del viaducto comienza el barrio de La Torre. Sí, todo muy sui géneris.

Croissant francés de mantequilla de la Cafetería Horno La Torre.

Croissant francés de mantequilla de la Cafetería Horno La Torre.

Igual de chocante resulta que la primera calle, con unas «vistas privilegiadas» a la concurrida V-30, lleve el nombre de Joan Miró. Extraña manera de homenajearle. Bajo del autobús en la primera parada, a escasos metros de la Cafetería Horno La Torre. No he desayunado y un cartel en su exterior llama mi atención. Anuncian un nuevo producto: el croissant francés de mantequilla. El local es muy austero en cuanto a decoración, pero todo lo que tienen en el mostrador agita mis jugos gástricos. Por supuesto, pido lo que todos estáis pensando y un café con leche descafeinado. Decir que está delicioso es quedarse corto. Es, posiblemente, el mejor cruasán que he comido en mucho tiempo. Por ponerle alguna pega, la molestia que supone acabar con los dedos pegajosos, pero de sabor es imbatible. Se respira un ambiente festivo en el negocio en gran parte por las dos pizpiretas y amables dependientas que no dejan de interactuar con los clientes. Indago sobre la maravilla que me acabo de comer y lo único que averiguo es que no los hacen allí.

Iglesia parroquial de Nuestra Señora de Gracia.

Iglesia parroquial de Nuestra Señora de Gracia.

La Avenida Real de Madrid atraviesa todo el barrio y lo divide en dos. Empiezo mi visita por la parte derecha según se baja del puente. Lo primero que llama la atención es la iglesia parroquial de Nuestra Señora de Gracia, de 1943. No sólo por su rotunda presencia y elegancia, ni tampoco por el arbolado de la plaza en la que está situada, sino por estar inacabada. Una de las torres no está finalizada y tampoco tiene cúpula, entre otras carencias. Esa anomalía es suficiente para ganar mi simpatía, esa misma que me hace ponerme (casi) siempre al lado del perdedor, del tullido, del débil, del rara avis. A sus espaldas se encuentra el colegio público Padre Manjón. Resulta escalofriante que en su fachada se exhiba un escudo preconstitucional, más si cabe cuando hace dos años la comisión de Educación del Ayuntamiento de Valencia acordó que se retirara. ¿Se acuerdan ustedes de la dejadez de la que hablaba en el primer párrafo?

Escudo preconstitucional en el colegio público Padre Manjón.

Escudo preconstitucional en el colegio público Padre Manjón.

La Torre es un barrio con muchos atractivos y con infinidad de posibilidades. Un vecino con el que me pongo a hablar me mira extrañado cuando se lo digo. Es un hombre que se fatiga al conversar, escaso pelo cano, la tez sonrojada, unos dientes que harían las delicias de Vanessa Paradis y paciencia infinita. Le hablo del estrecho callejón que he encontrado hace un momento, rotulado como Entrada al Barri Veterà, y por el que he andado recorriendo unas callejuelas en las que uno se aisla del mundanal ruido y no se sorprendería si se cruzara con personajes de otros siglos. En otra ciudad sería un reclamo turístico, aquí mi improvisado acompañante lo finiquita con un «ah, sí, la parte antigua».

barri vetera

Entrada al Barri Veterà.

En su discurso se le nota cierto resentimiento. Me cuenta que hace años, al otro lado del puente, un promotor de unas viviendas de lujo tuvo que quitar las referencias que hacía, en la publicidad, a La Torre para poder venderlas. Le pregunto por alguna cosa digna de visitar y me dice que allí no hay nada, que por no tener no tienen ni ferretería. Consigo convencerle para que me indique dónde está la torre que da nombre al barrio, eso sí después de desvalorizarla y eliminar cualquier atisbo de interés. Es cierto que se trata de una torre que ha acabado absorbida por la avenida en la que se encuentra, y que no es muy grande o voluminosa, pero su encanto radica en lo que representa.

La Torre del Barrio de La Torre.

La Torre del Barrio de La Torre.

Cruzo al otro lado del barrio. Por Concepción Arenal llego a una zona de fábricas abandonadas, Inabensa, Fressek,…testigos mudos de tiempos mejores y que no tardo en visualizar convertidas en estudios de jóvenes (o no) artistas. Alquileres asequibles, ayudas a la rehabilitación, becas de residencia,… son algunas de las opciones que se van repitiendo en mi cabeza mientras camino por sus calles e imagino galerías, librerías y cafés en bajos que están disponibles, viviendo en perfecta armonía con la hostelería ya existente. Que casi todos los edificios oscilen entre las dos y las cinco alturas (si obviamos el fantasma de Sociópolis que asoma a lo lejos), multiplica mis sensaciones. Si sin nada de eso, La Torre me parece un reducto adorable de vida sencilla, imaginaos con lo que se está montando en mi cabeza. Veo solares que piden a gritos que alguien los cultive y una plantación de anís sin dueño aparente que acabará ahogada por la contaminación de los coches y el nivel de fantaseo e ideas futuras rompe cualquier escala de medición. Sé que es solo la visión de un turista accidental y que hay problemas de inversiones, aceras en mal estado, y seguramente mucho déficit en asistencia sanitaria y educativa. De acuerdo, pero es que el proyecto planeado debería incluir, también, esas reivindicaciones.

calle barrio la torre

Fachada de la C/ Pedro de Luna

Me gusta el respeto que se respira hacia su pasado, con edificios como el de la fábrica de harinas San José, un molino arrocero de 1910 cuya fachada sigue intacta. Igual que otro de Obras Públicas, también de hace años. Lucen señoriales, con el savoir faire del que ha sabido conservarse. Combinar eso con una presencia cultural en sus calles sería redondo. Convertir La Torre en un destino (no en el sentido que puede representar el after que hay) y que el paso por el puente se convierta hasta en algo excitante, como entrada a un barrio diferente. Yo no he dejado de pensar en ello durante mi visita. Era la primera vez que venía y seguro que repetiré. Independientemente de que algún día se convierta en lo que mis neuronas han dimensionado con fervor, porque es de esos sitios cuyo encanto radica en su personalidad. Ovidi Montllor tiene allí una calle (con solar y lateral marciano de fábrica incluido, como no) y sería un saludable corte de mangas al menosprecio y a la mala fortuna que sufrió en vida, que formara parte de una realidad como la sugerida y que, seguramente, le hubiera gustado vivir. El año que viene se cumplen 20 años de su muerte. Ahí lo dejo.