Foto: Eva M. Rosúa.

La Caja Books es una joven editorial, valenciana y diferente. En un mundo como el literario tan poco dado al riesgo es de agradecer el nacimiento de un sello que busca un enfoque novedoso en un entorno en el que la sobresaturación está al orden del día. En La Caja Books editan cajas. Cajas que contienen libros. Tres por referencia. Y todos ellos en torno a un mismo tema. Abrieron con una dedicada a la nostalgia, acaban de publicar otra con la bicicleta como eje temático. Entre ambas, salió la dedicada al fútbol.

El periodista Paco Cerdà es el coordinador editorial de La Caja Books y le gusta el símil entre la caja y una revista, por la variedad de contenidos que ofrecen ambas y las diferentes maneras de acercarse a ellos. En La Caja del Fútbol hay militancia histórica, ficción y ensayo y unas estupendas ilustraciones de Lawerta.

Maradona en Humahuaca es el título del libro que firma Vicent Chilet. Y, posiblemente, uno de los mejores que se puedan leer sobre el tema. Él solo ya justifica la adquisición de la caja. Chilet utiliza el gol, la máxima expresión futbolística, el premio del millón, como excusa para contarnos unas cuantas historias sobre el llamado deporte rey tan necesarias como absorbentes. Como si dispusiera de un mando a distancia, avanza o retrasa la acción para descubrirnos que el fútbol es algo más que el resultado cuando suena el pitido final del árbitro.

«La importancia del relato» escribe el autor en el capítulo dedicado al 12-1 de España a Malta. Y esa es la clave de este fantástico e imprescindible (sin tendencia hiperbólica a llamar la atención alguna) libro, tan bien escrito como acertado en los detalles y la contextualización de cada tanto. El relato que nos acerca a futbolistas que vivieron su minuto de gloria como Jurgen Sparwasser o a los que les persiguió un mal partido como a Moacir Barbosa, víctima del Maracanazo; a realidades en las que el fútbol era una escapatoria como la que vivían los activistas políticos negros en la Sudáfrica racista; a historias que no deberían caer nunca en el olvido como la del entrenador hungaro Árpád Weisz, todo lo que ocurrió en el Estadio Nacional de Santiago de Chile a partir del golpe de Estado de Pinochet o la del futbolista gay Justin Fashanu; o a momentos fascinantes como el gol infinito del delantero Aldo Pedro Poy, la relación entre Gascoigne y Gatusso en el Glasgow Rangers o el compromiso con sus ideas de Cristiano Lucarelli, aquel gigantón que no tuvo mucha suerte en el Valencia.

Y, por supuesto, Maradona. Con la leyenda que titula el libro  («La épica comunitaria no se corresponde necesariamente con la verdad, sino con la astucia de saber exagerar el relato transmitido») y con un As Acerrana – Napoles, en el que el hombre pegado a una pelota de cuero que cantó Calamaro marcha a los suburbios de la ciudad italiana, desoyendo a su presidente, para jugar un partido benéfico del que no se recuerda su resultado.

Escribe Chilet que el poder del fútbol se demuestra «en hacer verídico lo imposible, en hacer alegre una vida triste». Justo lo mismo que su libro. Ese que reivindica futbolistas mayormente alejados de los focos mediáticos, a los que no se recordaría así de haber sido secundarios ocasionales «en la consecución de títulos de clubs, tan aburridos que solo saben ganar».

La Caja del Fútbol se completa con el ensayo La religión esférica, de Enrique Carretero y con la ficción de La muerte y el hincha, de Galder Reguera. El primero disecciona este deporte sin complejos, sin esa superioridad academicista que acaba siendo reduccionista, desnudándolo a través de la historia y el pensamiento, ofreciendo una relectura oxigenada y diferente de los tópicos teóricos que le han acompañado. En el segundo, se novela el trágico destino de cuatro amigos (aficionados del Eibar, del Club Atlético Tucumán, del Ath. Bilbao y de la Real Sociedad), dos de los cuales fallecen en la víspera de que sus escuadras alcancen deseadas finales y a los que los otros dos supervivientes el destino les tiene preparada una semifinal entre sus equipos.

Como bien dice Carretero en el prólogo de su libro, «podría decirse que si el fútbol no existiera, habría que inventarlo, dado que proyecta y canaliza a la perfección unas demandas subterráneas de signo antropológico que perviven en el transfondo de toda colectividad».