Fragmento portada Naif Super

1996, visto ahora con perspectiva, fue pésimo. Aznar ganó sus primeras elecciones generales; se separaron los Ramones y murieron Gene Kelly, Mª Luisa Ponte, Ella Fitzgerald y Marcello Mastroianni. No es extraño pues que el protagonista de Naíf. Súper de Erlend Loe (libro editado ese año en Noruega y este 2013 por Nórdica aquí) fuera un joven hastiado de la Universidad y desesperado por encontrarle un sentido a la vida, que vende todas sus cosas y se encierra en el piso de su hermano mientras este está en América. Un fax, un niño pequeño, una pelota, miles de listas y un banco de juguete para golpear son sus asideros a la realidad. También una profunda obsesión por las teorías de Carl Sagan. Casualmente, el científico también falleció en 1996. Y para redondear el círculo de miserias, Oslo fue sede del Festival de Eurovisión.

naif+super+erlend+loeComo si se tratara del libro que hubiera escrito el protagonista del estupendo El curioso incidente del perro a medianoche (de Mark Haddon) al cumplir los 25, el tono narrativo hace honor a la primera parte del título con un estilo naíf, pero marcadamente expresivo. La novela se convirtió en Noruega, en un texto de culto en los 90 por lo que tenía de retrato generacional. Pasados más de quince años, todo lo que allí se cuenta sigue vigente en una Europa desnortada. Con el agravante de que esa sensación de búsqueda no es ahora exclusiva de los más jóvenes.

No es sin embargo un libro pesimista. Todo lo contrario. Y no sólo por el humor tan personal del que hace gala. La búsqueda de la felicidad recorre cada párrafo, aunque sea de una manera muy sutil. Es el objetivo de un joven que sólo quiere vivir tranquilo y sin preocupaciones, con una novia idéntica a la Alanis Morissette que ha visto en un videoclip. Y es precisamente en esos momentos en los que reflexiona sobre ello, mientras hace otras cosas (conducir un Volvo que le va a comprar a su hermano; pasear un perro ajeno en Nueva York o cualquiera de esas listas (influencia directa, imagino, de las que hacían en Alta fidelidad, de Nick Hornby, editado un año antes) que le ayudan a ordenar filias y fobias) cuando Naíf. Súper se convierte en una deliciosa lectura. Cojea cuando se empeña en escuadriñar los límites del tiempo o cuando se permite licencias como reproducir 22 páginas con el resultado de un búsqueda en la biblioteca. Detalles nimios que no afectan al conjunto de un libro rico en matices, personajes, situaciones y, sobre todo, preguntas con (o sin) respuestas.