Imágenes facilitadas por la editorial El Nadir.

Carlos Gómez Carrera (Madrid, 1903 – Paterna, València, 1940) firmaba como Bluff sus dibujos. Lo hizo en varias cabeceras como La Libertad, Gutiérrez, Estampa, Buen Humor, La Correspondencia de València o Adelante. Pero sobre todo en La Traca. Allí firmó viñetas, caricaturas o chistes de marcado signo antifascista. Las dos portadas que encabezan este texto, riéndose de Franco, en plena guerra civil, son un buen ejemplo y resumen de su carrera. Su humor incisivo despertaba airadas amenazas desde el bando golpista. Cuando acabó la guerra se cumplieron.

René Parra recupera su figura en el magnífico libro Bluff. La muerte de un dibujante, editado por El Nadir. En él, recorre su trayectoria profesional (aportando una buena muestra de sus dibujos y de otros compañeros), incluida su llegada a València en 1936 y, sobre todo, su trágico final. El humorista fue detenido e ingresado en la Cárcel Modelo de València. Allí empezó a colaborar en el semanario Redención, «único medio de información al que podían acceder todos los presos del país (…) Sus autores eran reclusos familiarizados con el mundo del periodismo».

Y fue en esa publicación donde, lejos de redención alguna, encontró la muerte. Bluff publicó en abril de 1940 dos viñetas protagonizadas por Don Canuto, que eran refritos de otras ya aparecidas en Gutiérrez en 1931 y 1933. Se le acusó de que tenían «un doble sentido contrario a la España Nacional». Una desquiciada, interesada y enfermiza lectura de ambas, donde nada era como decían, en la que confluyeron gerifaltes franquistas con ansias de venganza y ganas de figurar y reclusos buscando ganar méritos. Después, una farsa judicial, una condena a muerte y su fusilamiento el 28 de junio de 1940 en Paterna, junto a Vicente Miguel Carceller, director de La Traca.

Es mayo de 2023, queda una semana para que se celebren las elecciones municipales y autonómicas que darán un vuelco en el panorama político de la ciudad y de la Comunitat con la entrada de la extrema derecha en el poder. Ajenos a ello, hablamos con René Parra en Federal Café.

Las dos viñetas por las que condenaron a muerte a Bluff. Imágenes facilitadas por la editorial El Nadir.

¿Cómo llegas a Bluff?

Hay una figura clave que es Lamberto Ortiz, que fue el primero en publicar algún artículo en internet o en el diario Levante sobre él. Y me llamó mucho la atención. Luego ya cuando publicamos en El Nadir el ensayo de Antonio Laguna sobre Carceller y toda su investigación sobre La Traca, ahí también figuraba su historia. Y la verdad es que siempre me fascinó el tema. La historia de Carceller es apasionante, pero personalmente siempre me ha interesado más el destino y la historia de Bluff. Siempre tuve el proyecto de volver sobre él, pero pasaron los años y hasta 2022 no me decidí. Es cierto que ya existía un libro de Ortiz, Redescubriendo a Bluff (Olé Libros, 2018), que aporta bastantes novedades, pero tenía la impresión de que se podían contar más cosas y de otra manera.

Las ideologías acaban guiando (y marcando) la vida de Bluff sin que él, en muchas ocasiones, sea quien decida lo que ocurre, pero sí asume las consecuencias. Llega a colaborar con publicaciones de  ideologías distintas al mismo tiempo como Gutiérrez, Bromas y Veras o Fray Lezo; durante la guerra se posiciona en el bando republicano y recibe amenazas telefónicas por ello; en la cárcel por sus viñetas en Redención le acusan de colaboracionista y acaba siendo condenado a muerte justo por lo contrario.

El pobre es que tuvo muy mala suerte, es una fatalidad. Su historia es terrible, me da mucha pena, hay muchas historias, pero la suya tiene un plus de fatalidad y es muy trágica. Él es de convicciones republicanas, para mí eso está clarísimo, lo que pasa es que existía, y existe, lo que se llama línea editorial y el dibujante tiene un margen de libertad limitado.

Cuando dibuja en La Libertad o en La Traca está a favor de la República y es súper antifascista, pero también firma cosas que dibuja porque toca, porque es lo que le piden. Por eso cuando va al paredón, según cuenta el recluso Gonçal Castelló, exclama que él es un profesional que solo ha dibujado lo que le han pedido. Bluff no supo ver lo terrible que era esta gente. Se fió de esas promesas de que quienes no tuvieran las manos manchadas de sangre no tendrían nada que temer y, a lo mejor, pensó que le meterían en la cárcel, pero algo como una condena a muerte no se lo podía imaginar. Su sensación de incredulidad y de horror debió ser terrible.

Es que si no fuera porque, como dices, es algo terrible al tratarse de un hecho real, su final es propio de Berlanga.

A mí me obsesiona todo lo de las historietas por las que es condenado a muerte. Es la puntilla, lo que termina de sentenciarle. Lo digo en el libro, no sabemos si le hubieran matado solo por las caricaturas contra Franco en La Traca, pero desde el momento en el que se le acusa de propaganda roja en el periódico de la cárcel, Redención, al frente del cual está un alto gerifalte del Régimen ya no tiene escapatoria ninguna. Y toda la investigación es una farsa, pero al mismo tiempo… se puede pensar que no, porque se toman muy en serio la investigación, ampliándola a Leopoldo Calleja, el propio director del centro penitenciario de València. Querían escarmentar a los presos por un lado y asegurarse de que tenían todo atado y bien atado.

Leopoldo Calleja, director de la cárcel, parece el más cabal de todos. Cuando el régimen franquista aporta como prueba de las supuestas viñetas revolucionarias de Bluff el hecho de que han aumentado las suscripciones a Redención, explica con mucho sentido común, que han aumentado porque a los suscriptores se les otorgaban determinados beneficios como una visita extraordinaria mensual de sus familiares.

Quiero reivindicar a Leopoldo Calleja porque es un funcionario que intentó hacer su trabajo sin más y no aparece en ningún lado. A él le sustituyó en la cárcel Toledo Barrientos, que era muy fascista, todos los presos lo recuerdan en sus memorias, porque era un fascista de pro, era un horror, pero Calleja que estuvo ahí un año, más o menos, era un tío sin mala intención y que es señalado ¡por ser poco fascista!

El consejo de guerra tenía clara la consigna: reprimir y condenar a muerte a cuanta más gente mejor. Se estudiaban los sumarios de manera muy somera, no era nada serio, las pruebas de descargo se las pasaban por el forro completamente muchas veces. En el libro lo comento, desde el momento en que por escrito el Director General de Prisiones dice que se le dé una lección, que se le investigue y que se le castigue como merece para escarmiento de la población reclusa viene a decir con otras palabras que lo ajusticien. El fiscal recoge eso en su auto resumen y luego en el consejo de guerra miran lo que dice el fiscal y les da igual que Bluff aporte la historieta de Gutiérrez.

Bluff además no tenía avalistas. Pidió avales, pero no eran camisas viejas o requetés o gente importante, que eran los que podían ayudar de verdad. Igual en el libro soy un poco duro con K-Hito. Ortiz lo comentaba en el suyo y yo lo suscribo. Me parece muy tibia su declaración, es lamentable. No sé, quizá le entraría miedo, aunque él no era nada sospechoso porque era un hombre muy de derechas.

¿Te afecta como lector saber esto de K-Hito?

Le cogí un poco de rabia. K-Hito es un personaje a reivindicar sobre todo por lo que toca aquí a València porque era un apasionado de las fallas. Todos los años, la redacción de Gutiérrez, con K-Hito a la cabeza, se venían a las fallas, era muy valencianista, blavero de primera hora.

Bluff en una imagen de la revista Crónica.

Hubo humoristas que corrieron mejor suerte que Bluff como, por ejemplo, Gaspar Méndez Álvarez, que tal y como se cuenta en el libro era mucho más radical y salvaje en sus viñetas.

O Pertegás, pero sí, sobre todo Méndez Álvarez. Lo adoro, era muy salvaje. Durante mucho tiempo, entre los mentideros de dibujantes, circuló el rumor de que había sido fusilado y había una leyenda urbana de que lo habían matado junto a Bluff y Carceller, pero la verdad es que no había datos. Hace unos años un investigador de Zaragoza, Dioniso Platel, escribió un pequeño artículo buenísimo en el que rescataba su figura. Trazó toda la genealogía familiar de los Méndez Álvarez, y recuperó el nombre porque figuraba por ahí como Modesto y era Gaspar. Al parecer estuvo afincado en Tarragona muchísimos años, tenía plaza de funcionario allí, pero ¡cómo dibujaba el tío! El personaje me fascina y por eso en el libro he hablado de él lo que he podido.

Otros, sin embargo, fueron asesinados durante la contienda bélica, algo que ocurrió en ambos mandos. 

Sí, así fue. Por ejemplo, Gerardo Fernández de la Reguera, Areuger, es un caso muy triste y nadie se acuerda de él. Era muy de derechas, lo detuvieron al principio de la guerra  y lo mataron en una «saca» del Madrid republicano.

Bluff, en València, lo encuentra todo, seguridad laboral, reconocimiento, lo máximo, pero también la muerte.

Es un hombre muy olvidado en València y reconstruir su historia es difícil. Se tiene la información que hay en el sumario y alguna cosa que ha podido llegar por parte de la familia y ahí Lamberto fue el primero, de nuevo, que contactó con ellos y algún material se ha hecho público. Pero parece ser que era un hombre que no participó en ninguna organización militante, era bastante familiar, se quedaba en casa dibujando y poco más, tampoco hizo carteles de guerra. Según figura en el sumario ayudó a confeccionar algunos, pero yo no he visto su firma en ninguno. Hacía su dibujo diario, primero para Adelante, luego para La Correspondencia de Valencia, además de lo de La Traca, con eso ya tenía faena, un chiste diario más un par de páginas semanales. No hay constancia de que diera ni siquiera una conferencia, su nombre no aparece en reuniones, en actos públicos, o al menos yo no lo he encontrado.

¿Reconoces algunos rasgos comunes en el trabajo de Bluff, un estilo propio?

Cuando empieza, dibuja en alguna publicación sicalíptica como Muchas Gracias y pronto lo hace en Gutiérrez. Ahí sí que vemos que entronca con cierta manera de entender el humor y el dibujo humorístico de toda una generación. En el prólogo lo que hago es reivindicarlo y decir que sí, que es un gran caricaturista, un gran satírico, por esa etapa final como dibujante satírico en La Libertad y sobre todo en La Traca, pero también está esa faceta de dibujante de humor blanco de toques absurdos de la época de Gutiérrez. ¿Por qué no se le puede incluir entre los humoristas del 27, acaso no es tan bueno como Mihura o como Tono? ¿Dónde se pone la línea de quiénes sí pertenecían y quiénes no, si se conocían todos, dibujaban en las mismas publicaciones? ¿Tú sí, tú no? Él no porque lo matan y nadie se acuerda de él.

Bluff incluso creó cierta escuela, ¿no? Carnicero, que era más joven, lo explicas en el libro, tenía un estilo muy parecido al suyo.

Sí, era muy joven, cuando empieza en La Traca en el 37 y es muy buen dibujante, pero todavía está buscando su estilo. Entonces como tiene todo el día a Bluff al lado, empieza a copiarle de mala manera. Viendo La Traca llegas a pensar que son la misma persona. Lamberto Ortiz ya se preguntaba si Carnicero no sería Bluff porque se parecen mucho, yo también lo llegué a pensar (ríe). Sin embargo a mí me gusta más Bluff. En el libro se incluye una entrevista en Umbral a Carnicero donde de alguna manera admite que le copia.

René Parra.

¿Cómo se explica la existencia del semanario Redención, única publicación que podían leer los presos en las cárceles y realizada por los propios reclusos?

Es la tradición católica de que puedes redimirte del pecado, existe la salvación si te arrepientes de ello. Pero, vamos, con gente con tanta tradición antifranquista no lo conseguían. La hoja parroquial la llama un preso. Era propaganda barata, es terrible si lo lees. Aparece, por ejemplo, un reportaje de Franco visitando una cárcel, hablando con un preso al que le pregunta cómo está y se interesa por su familia, y luego entrevistan al preso para saber qué le ha parecido Franco. 

¿Cómo fue el proceso de documentación para el libro?

Por un lado, contaba con la bibliografía previa naturalmente: Lamberto Ortiz, Antonio Laguna…Gutmaro Gómez Bravo, que es el primero que habló de las historietas de Redención en un capítulo de una obra suya sobre la represión de posguerra…  y mucha más gente. Luego el propio sumario, el expediente que le abren a Calleja, las publicaciones que están en hemerotecas…

¿Das por cerrada tu investigación sobre Bluff?

No del todo, sigo enganchado (ríe). Se ha publicado una segunda edición con alguna nota más. Quiero encontrar testimonios de presos del Reformatorio de Adultos de Alicante en 1940. Quiero seguir leyendo memorias de presos a ver si encuentro algún testimonio porque mi teoría es que efectivamente los presos comentaban las historietas en Alicante y en otras cárceles, pero me da la impresión de que todo está súper inflado porque no me creo que se vendan 500 ejemplares más porque los presos de Alicante se pongan a comprar en masa el periódico Redención para leer unas historietas que se pueden pasar de mano, es una ridiculez. Por otro lado, creo que hay muchos presos que sí harían esa lectura de las viñetas de la que le acusaban a Bluff, pero sin mala fe, que lo hacía de verdad, y para ellos el dibujante era una especie de héroe, pero otros, los confidentes, sí que podían querer buscar su perdición, pero no porque tuvieran nada contra él, sino porque era un modo de rebajar condena o ganar mérito ante la dirección de la cárcel. En estos momentos, tengo más proyectos en mente, pero esto no se me olvida.